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CONSULTORÍA POLÍTICA: UNA DÉCADA DE PROFESIÓN.

Reflexiones sobre diez años de aprendizaje.

A diferencia de mis anteriores publicaciones, esta vez comparto una reflexión un poco más personal, que no es otra que la celebración de diez años en el ejercicio profesional de la consultoría política. Un artículo en el que, de algún modo, también deseo reafirmar mi compromiso con una profesión que, a pesar de sus desafíos, sigue contando con el potencial de poder generar un impacto positivo en nuestra sociedad.

El 20 de noviembre de 2014, en este mismo blog escribía un artículo que titulaba “MIS PRIMEROS 100 DÍAS”. Reconozco que desde entonces no lo he vuelto a releer y, coincidiendo con este décimo aniversario, lo he vuelto a hacer y, sin lugar a duda, es lo que me ha impulsado a publicar este nuevo artículo.

En aquel entonces, mostraba mi felicidad por emprender un nuevo proyecto profesional. Mostraba mi alegría por contar con un primer cliente, ese que, nunca se olvida y ala que le tienes un cariño especial. También hablaba de la “locura” de emprender una nueva aventura profesional.

Ahora, con la perspectiva que nos da el tiempo y la vida, en aquel momento no podía ni imaginar todo lo bueno, y lo malo, que me ha aportado esta profesión y que, sin lugar a duda, ha resultado ser todo un regalo que me ha dado el destino.

Es que me viene a la memoria el día que, después de varios años de actividad profesional en diversos sectores y niveles de responsabilidad, decidí dedicarme a la consultoría política. Fue como embarcarme en una aventura apasionante, llena de desafíos y oportunidades. Diez años después, puedo afirmar que esta decisión fue una de las mejores de mi vida.

A lo largo de esta década, he tenido la suerte de trabajar en proyectos diversos y desafiantes, tanto en España como en Latinoamérica. Cada experiencia ha sido una pieza fundamental en mi formación como consultor político. He aprendido que esta profesión no se limita a las campañas electorales, sino que abarca una amplia gama de actividades que buscan influir en la opinión pública y construir consensos.

Uno de los mayores aprendizajes ha sido la importancia de la búsqueda de una comunicación clara y honesta porque, en un mundo cada vez más polarizado, la capacidad de transmitir mensajes complejos de manera sencilla y persuasiva es más valiosa que nunca. Además, he comprendido que la consultoría política no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un objetivo superior: construir sociedades más justas y equitativas.

Ahora que han pasado diez años, y aunque la vida nos recuerda la temporalidad de las cosas, parece que fue ayer cuando inicié esta aventura profesional, ese 1 de agosto del año 2014.

Más allá de un simple proyecto profesional, estos diez años, han supuesto un recorrido lleno de retos, satisfacciones y aprendizajes que, de algún modo, han moldeado toda una trayectoria vital.

Recuerdo con cierta nostalgia cómo, tras completar mi formación, emprendí este camino de manera independiente, guiado por la ilusión de contribuir a la vida política desde una perspectiva crítica y constructiva. Una ilusión que ahora, con el paso de tiempo y mirando hacia el futuro, se mantiene vivo aquel objetivo que me propuse de contribuir con esta profesión a un cambio positivo en la política.

Es por eso por lo que, no me arrepiento de aquel mes de octubre de 2013, cuando decidí cursar un máster en asesoramiento de imagen y consultoría política en la Universidad Camilo José Cela, en Madrid. Una decisión que lo cambió todo y que permitió que me adentrada en el apasionante mundo de la consultoría política.

Y lo he hecho como un profesional autónomo, sin mantener, hasta el momento, ningún tipo de afiliación o vinculación directa con ningún partido político, ejerciendo, desde entonces, mi actividad de forma independiente y con el mismo entusiasmo e ilusión del primer día.

A lo largo de estos años, he tenido la oportunidad de trabajar en diversos proyectos, tanto en España como en Latinoamérica, lo que me ha permitido ampliar mis conocimientos y establecer valiosas relaciones profesionales. Sin embargo, también he experimentado momentos de duda y reflexión, cuestionándome el papel de nuestra profesión en la polarización y la crispación que vivimos en la política actual.

A pesar de estas inquietudes, mi pasión por la comunicación política persiste. Creo firmemente que nuestra profesión puede ser una herramienta para fomentar el diálogo, promover la participación ciudadana y contribuir a una política más transparente y cercana a la gente.

Por ello, me propongo afrontar los próximos años de profesión, una nueva etapa, con una perspectiva renovada. Quiero seguir trabajando en el ámbito de la consultoría política, pero con un enfoque más analítico y divulgativo. Aspiro a colaborar en iniciativas que busquen cambiar el paradigma de la política, promoviendo un discurso más constructivo y respetuoso.

Sea como fuere, lo cierto es que, diez años después de dar mis primeros pasos en este campo, me siento agradecido por todo lo que he aprendido y por las personas que he conocido. Miro hacia el futuro con optimismo y con la ilusión de seguir contribuyendo a un mundo más justo y democrático.

Consultoría política: Superando obstáculos.

En este espacio para la reflexión sobre lo que han sido estos últimos diez años de profesión, puedo afirmar que la consultoría política ha sido una experiencia profundamente enriquecedora. He podido disfrutar de un viaje cargado de aprendizajes y desafíos, que me ha permitido conocer diferentes culturas y establecer relaciones duraderas.

Han sido unos años en los que he tenido la oportunidad y el privilegio de poder participar en una amplia gama de proyectos, desde pequeñas campañas electorales de ámbito local hasta grandes elecciones presidenciales, diseñar y ejecutar acciones de comunicación de gobierno o gestionar situaciones complejas de crisis reputacional, así como redactar discursos o producir contenido para redes sociales. He tenido la oportunidad de hacer todo aquello lo que esta profesión, la consultoría política, centra su cuerpo de conocimiento.   

En este tiempo he apoyado a políticos bien distintos, en España, México o en Guatemala, a enfrentar la realidad con datos y argumentos, aunque esto, en algunos casos, no ha sido bien recibido. Pese a ello, la satisfacción de ver cómo una estrategia bien ejecutada puede invertir el resultado de una elección o mejorar significativamente la imagen de un líder político es una recompensa invaluable.

Cada proyecto, cada desafío superado, ha supuesto una nueva oportunidad para crecer y aprender, es lo que, en verdad, aporta esta profesión.

Sin embargo, no niego que ha habido momentos de cansancio y frustración porque, lo que sí que he podido comprobar en primera persona, es que, esta profesión, exige una gran dedicación y flexibilidad. Desplazamientos constantes, horarios irregulares y la necesidad de priorizar los proyectos de los clientes han sido parte de mi día a día.

Al mismo tiempo, en estos diez años, he sido testigo del deterioro de la política, del auge de la desinformación y de la creciente polarización en nuestras sociedades. Esto ha generado un ambiente de trabajo cada vez más complejo y exigente que, confieso, es quizás lo que ha generado mis mayores momentos de desgaste y frustración profesional.  Asistir en primera persona a este deterioro de la política, a este ambiente de confrontación constante que erosiona nuestras democracias, es quizás lo que más me ha afectado.

En este contexto, he tenido que luchar por hacer valer mi trabajo y mi profesionalidad, lo cual, en ocasiones, ha resultado agotador, pero, a pesar de las dificultades, si algo he aprendido en todo este tiempo es que, la perseverancia y la honestidad son fundamentales en esta profesión.

Quizás por eso, he priorizado siempre el trabajo de mis clientes, dejando en segundo plano mi propia marca personal.  En mi caso, podría aplicarse el refrán ‘en casa del herrero, cuchillo de palo’, ya que he priorizado la gestión de la marca de mis clientes frente a la mía propria, que es lo que, por otra parte, siempre debe de procurar un buen consultor político. Aunque esto me ha restado visibilidad, me siento satisfecho de haber contribuido al éxito de mis clientes. Es de lo que más orgulloso me siento.

En estos diez años, he aprendido que la consultoría política, no es solo una profesión, es una vocación. La perseverancia y la honestidad son fundamentales en este campo, aunque, son valores que en nuestra sociedad parece no gozar de demasiada popularidad. Frene a las dificultades y las decepciones inevitables, la lucha por la verdad y la transparencia siempre me ha motivado.

A pesar de los desafíos a los que hemos de hacer frente, los vividos y los que están por venir, la consultoría política sigue siendo una profesión apasionante, que me ha brindado la oportunidad de conocer a personas increíbles, aprender sobre diferentes culturas y crecer, tanto a nivel profesional como personal.

Aunque todavía tengo mucho por aprender, estoy agradecido por esta década llena de experiencias y aprendizaje.

Consultoría política: Una profesión incomprendida.

La consultoría política es una profesión compleja y exigente, llena de desafíos y satisfacciones. Es una profesión en la que hemos de ser capaces de adaptarnos a situaciones cambiantes, a trabajar bajo presión y a tomar decisiones estratégicas en cuestión de segundos. En muchas ocasiones, quizás más de las que me gustaría, la consultoría política puede resultar una auténtica montaña rusa de emociones.

Durante esta década, además de ejercer la consultoría política de manera independiente, he dedicado gran parte de mi esfuerzo a hacer ver, a los políticos y a formaciones políticas, el valor de esta profesión. Hacerles comprender todo aquello que les puede aportar el apoyo y el asesoramiento de profesionales cualificados y experimentados en el campo de la consultoría política.

Esta otra tarea, ha resultado ser un desafío constante. La resistencia a aceptar la importancia del asesoramiento político profesional e independiente ha sido una barrera significativa y, muchas veces, muy difícil de superar. El desconocimiento generalizado sobre nuestra labor, sobre la propia profesión y los prejuicios sobre la objetividad de los consultores políticos, han dificultado esta tarea. Sin embargo, mi respuesta siempre ha sido clara: al igual que confiamos en un médico, deberíamos confiar en un consultor político.

Lamentablemente, aún hoy, muchos asocian a los consultores políticos con intereses partidistas o ideológicos. Sin embargo, mi experiencia demuestra que la consultoría política se basa en conocimientos, metodologías y experiencia que van más allá de cualquier afiliación ideológica.

Aunque la tarea de “educar” o concienciar a los políticos y a la sociedad en general sobre el valor de nuestra profesión ha sido ardua, me siento satisfecho al ver que algunos líderes políticos han comprendido la importancia de contar con asesores externos e independientes.

Pese a las muchas reticencias y aunque la lucha por la profesionalización de la consultoría política ha sido ardua, lo cierto es que, también ha resultado y sigue resultando gratificante.

Consultoría política: Más que una experiencia.

Durante estos años, la consultoría política me ha brindado una amplia gama de experiencias, compensando así la inestabilidad laboral inherente a esta profesión porque, no podemos negar que, se trata de una actividad que, como los actores, cuenta con muchos altos y bajos. Periodos con alta intensidad de trabajo y periodos en donde el teléfono deja de sonar, donde la posibilidad de asumir un nuevo proyecto o conseguir un nuevo cliente, resulta una tarea casi imposible.

Nadie te prepara para esta realidad, pero, una vez que entiendes que esto esa así, todo resulta más fácil. Lo es porque logras disfrutas al máximo cuando te has embarcado en un nuevo proyecto profesional, y también disfrutas en aquellos periodos en los que esta actividad profesional escasea porque, es tiempo para seguir formándote y actualizar tus conocimientos para, con energías renovadas aceptar un nuevo reto profesional.

Afortunadamente, en estos años, he tenido la oportunidad de trabajar en equipos altamente cualificados y de lograr objetivos ambiciosos. Cada nuevo proyecto, desde gestionar crisis reputacional, hasta la participación en una campaña electorales, ha supuesto un desafío que me ha permitido crecer, no solo en ámbito profesional, sino también, en el personal. La colaboración con equipos apasionados y la consecución de objetivos ambiciosos han sido experiencias muy gratificantes.

La satisfacción de ver cómo una estrategia bien ejecutada puede cambiar el rumbo de una campaña electoral, mejorar la imagen de un cliente o lograr un mensaje que logre un alto impacto en la sociedad, es una recompensa invaluable. Esta es la magia de esta profesión.

A lo largo de estos diez años, he podido constatar la importancia crucial de la consultoría política el buen funcionamiento de nuestras democracias y la diferencia entre hacer bien o hacer mal nuestro trabajo, así como las consecuencias que pueden tener.

En diversos contextos y sociedades, he tenido la oportunidad de trabajar con políticos y organizaciones políticas, y he podido comprobar cómo, una comunicación política efectiva, puede ayudar a los líderes a conectar sus ideas con los ciudadanos y a construir una sociedad más informada y participativa. Pero también he visto lo contrario.

Si bien existen excepciones, en términos generales, estoy convencido de que la consultoría política es una herramienta fundamental para construir sociedades más informadas y participativas. Al ayudar a los líderes políticos a comunicar de manera efectiva sus propuestas, contribuimos a un debate público más enriquecido y a una mayor participación ciudadana.

Aun siendo esto así, también es importante hacer autocrítica porque hemos de reconocer que, nuestra profesión, también ha contribuido a la propagación de la desinformación y ha propiciado la polarización de la política y de nuestras sociedades. Hemos sido parte implicada en todo este proceso.

Precisamente, ha sido esta realidad la que, durante varios meses, me ha llevado a reflexionar profundamente sobre mi papel como consultor político y a cuestionar si quería seguir desempeñando esta labor.

Tras un periodo de introspección, creo que hay que seguir reivindicando esta profesión, pero desde un enfoque diferente, que pasa por llevar a cabo un trabajo capaz de contribuir a combatir la desinformación y la polarización, promoviendo una comunicación política más positiva.

Tras este proceso de reflexión y autocrítica, creo firmemente que la comunicación política puede ser una fuerza positiva y que es posible construir discursos constructivos, capaz de apelar a las emociones y a los sentimientos, pero basados en hechos.

Consultoría política: Evolución constante.

A pesar de mi pasión por la consultoría política, es evidente que el sector necesita una transformación profunda para que se valore nuestro trabajo y profesionalidad. La consultoría política es una profesión apasionante, pero requiere un cambio de paradigma para ser valorada en su justa medida.

En este sentido, he de decir que mi objetivo ha sido y sigue siendo, contribuir a dignificar esta actividad. Mi compromiso seguirá siendo la de reivindicar la profesionalidad, la ética y promover la excelencia profesional en el ejercicio de la consultoría política.

Por otra parte, me he propuesto dedicar más tiempo a la reflexión y a la divulgación sobre la consultoría política. Considero fundamental analizar las tendencias actuales y compartir mis conocimientos con otros profesionales y con la sociedad en general, en materia de comunicación política, campañas electorales e incidencia pública.

Aspiro a desarrollar una faceta más analítica y divulgativa. Quiero compartir mi experiencia y conocimientos con otros profesionales y con la sociedad en general, contribuyendo así a un debate público más informado y fundamentado. Este nuevo capítulo en mi trayectoria profesional me brinda la oportunidad de compartir mis conocimientos y opiniones sobre la consultoría política con total libertad.

¿Y ahora qué? Lo cierto es que, la consultoría es una profesión que exige una constante adaptación a los cambios, especialmente el que ya estamos llevando a cabo en un entorno marcado por la transformación digital.

La irrupción de las nuevas tecnologías, y en particular de la inteligencia artificial, ha revolucionado la forma en que nos comunicamos y hacemos política. Es por eso por lo que, en los últimos años (desde el año 2023), he centrado parte de mi actividad a explorar las aplicaciones de la inteligencia artificial, tanto al IA predictiva como en la IA generativa, en el campo de la consultoría política, lo que me ha permitido identificar nuevas oportunidades y desafíos.

Estoy convencido de que la inteligencia artificial desempeñará un papel cada vez más importante en el futuro de la política. Por ello, he de seguir formándome y explorando nuevas formas de aplicar estas tecnologías en mi trabajo.

Esta constante búsqueda de nuevas herramientas y conocimientos me motiva a seguir creciendo profesionalmente y a contribuir a la transformación de nuestra profesión.

Consultoría política: Punto y seguido.

Vivido lo que he vivido y experimentado lo que he experimentado, diez años dedicados a la consultoría política, ha resultado ser un viaje intenso y transformador.

A lo largo de esta década, he aprendido que esta profesión es mucho más que una simple carrera. Es una vocación que exige pasión, perseverancia y un compromiso inquebrantable con la verdad y la transparencia.

He tenido la oportunidad de participar en una variedad de proyectos, cada experiencia ha sido una lección valiosa. Sin embargo, también he sido testigo de cómo la creciente polarización y la desinformación han minado la confianza en las instituciones y dificultado el diálogo constructivo. Estos desafíos han puesto a prueba nuestra profesión, pero también nos han brindado la oportunidad de demostrar nuestra relevancia.

Estoy convencido de que, con un enfoque más analítico y divulgativo, podemos contribuir a un diálogo más informado y a una política más inclusiva.

Mirando hacia el futuro, me siento optimista y motivado para seguir explorando nuevas oportunidades y desafíos, especialmente en el ámbito de la inteligencia artificial y su aplicación en la consultoría política.

Invito a mis colegas y a las nuevas generaciones de consultores políticos a unirse a este esfuerzo. Juntos, podemos construir una consultoría política más ética, innovadora y capaz de responder a los desafíos de nuestro tiempo.

Agradezco profundamente a todas las personas que han formado parte de este viaje. Sus enseñanzas y el apoyo brindado han sido fundamentales en mi crecimiento.

La consultoría política ha sido, y sigue siendo, una pasión y una misión. Este no es el final, sino un punto y seguido en un camino de constante evolución y aprendizaje.

Pese a lo vivido, al momento tan complejo en el que viven nuestras sociedades, sigo creyendo que, la política, es la herramienta más poderosa que tenemos al alcance de nuestras manos, para transformar nuestras sociedades. Y la consultoría política tiene y seguirá teniendo un papel crucial en este proceso.

Gracias por acompañarme en esta década de aprendizajes y desafíos. El futuro está lleno de posibilidades. Juntos podemos seguir trabajando por un mundo más justo y democrático.

Fotos: Imágenes generadas con IA.

23J: ¿QUIÉN GANA CON ESTAS ELECCIONES?

Hagamos política ficción.

Llevo algún tiempo con una idea que me ronda  la cabeza. No he dejado de pensar en un artículo que escribí y publique es este blog hace casi cuatro años, bajo el título «España: Tres mujeres y tres portadas de periódico”.

Con la perspectiva que nos da el tiempo y dada la actual situación política que estamos viviendo en España, creo recomendable la lectura de este artículo, en el que intentaba dibujar cuál podía ser el futuro político de tres políticas en activo, tres mujeres, tres tipo de liderazgo y tres formas bien diferentes de entender la política.

A priori, las tres contaban con un futuro relevante en la política española, hasta el punto que, hipotéticamente, podían llegar a competir entre ellas como candidatas a la presidencia del gobierno, encabezando las listas de sus  respectivas formaciones políticas en unas futuras elecciones. Etas tres mujeres eran, Carmen Calvo (PSOE), Inés Arrimadas (CIUDADANOS) e Isabel Díaz Ayuso (PP).

Hoy todos sabemos lo que, el destino y la política, les han deparado a cada una de ellas:

Inés Arrimadas, todo fue de mal en peor.

Inés Arrimadas no consiguió alcanzar los objetivos que, en aquel artículo, creía que era su hoja de ruta, me equivoqué. Desde entonces, para Inés Arrimadas todo fue de mal en peor. El resto, ya es de todos conocido.

Carmen Calvo, puede volver a resurgir cual ave fénix.

Con Carmen Calvo, creo que no me equivoqué demasiado, aunque es verdad que no acerté en algo muy importante, en subestimar al que entonces era su jefe, actual presidente y candidato en las próximas elecciones generales, Pedro Sánchez. Me equivoqué porque, no dudó en sacrificarla en aras a una estabilidad de gobierno que le permitiera continuar con su legislatura sin mayores sobresaltos.

A pesar de esta circunstancia, no descartó que la figura política de Carmen Calvo vuelva a ponerse en valor tras el resultado que el PSOE pudiera alcanzar en las próximas elecciones generales. Quizás entonces, si el resultado no resulta del todo favorable para Pedro Sánchez y para el PSOE,  Carmen Calvo puede volver a resurgir cual ave fénix. Lo hará porque, puede que si el resultado es muy malo, muchas miradas en su formación política, se dirigirán a su persona  y quizás, sea una alternativa entre otros candidatos a liderar una nueva secretaría general del PSOE. Eso sí, si esto no ocurre, no creo que vuelva a tener un papel determinante en otras elecciones generales.

Isabel Díaz Ayuso, continúa con su hoja de ruta.

Con quien creo que no me equivoque fue con el pronóstico que hacía en aquel artículo para la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Entonces planteaba que, el principal escollo de su carrera política, estaba en la figura de su “amigo” y presidente del Partido Popular, Pablo Casado. Lo que ocurrió entre ambos ya es historia. Sabemos cómo se rompió aquella amistad, la crisis que generó en su formación política y todos los acontecimientos que se han producido desde aquel momento. Podría decirse que superó uno de los principales escollos que le impedía continuar su hoja de ruta hacia La Moncloa.

Aunque el Partido Popular  cuenta con un líder aparentemente sólido, Alberto Núñez Feijóo, notablemente reforzado tras las últimas elecciones municipales y autonómicas, no es menos cierto que Isabel Díaz Ayuso, sigue fiel a la hoja de ruta que le permitirá ser una nueva inquilina de La Moncloa. Y es precisamente aquí, en esta idea, donde quiero hacer en este artículo, una vez más, algo de política ficción.

Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, los más beneficiados.

Y para hacer esa política ficción que propongo, vamos a tomar como punto de partida aquel artículo escrito hace cuatro años. Un punto de partida que nos va a permitir entender a quién realmente ha ganado con la convocatoria adelantada de las elecciones generales del próximo domingo 23 de julio en España.

Como desarrollaré más adelante, para mí, Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, son los más beneficiados con este adelanto.  Y nótese que no hablo ni del PP, ni del PSOE, sólo me refiero a ellos dos. Pero eso sí, en verdad, creo que la más beneficiada de los dos puede ser Isabel Díaz Ayuso, pero vayamos por partes.

Suele decirse que los polos opuestos se atraen. Este es el caso de Isabel Díaz Ayuso y de Pedro Sánchez, los cuales representan sus némesis respectivos. Ambos se necesitan más de lo que podríamos imaginar. Incluso me atrevería a decir que, en ese mundo de la política ficción, pareciera que entre ambos existiera una especie  pacto no escrito en el que se pueden ayudar el uno al otro y que, en el caso de Isabel  Díaz Ayuso, este pacto no escrito permitiera que sea ella y no Alberto Núñez Feijóo, la próxima inquilina del palacio de La Moncloa.

Es como si las estrategias de Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez  se complementaran a la perfección, marcando unas pautas y unos plazos muy concretos para sucederse en el poder, con tiempos y acciones que van a ser determinantes.

Y uno de esos elementos determinantes, ha sido el adelanto de las elecciones generales, que estoy convencido, forma parte de esa hoja de ruta que beneficia a ambos.

Es en esa línea en la quiero seguir  avanzando, no sin antes detenerme en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. 

¿Y qué pasó en las elecciones del 28 de mayo de 2023?

Mi teoría es que, en las pasadas elecciones locales y autonómicas, Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez   han sido los que más ganaron con el resultado obtenido en las urnas por sus formaciones políticas y que ha dibujado un nuevo mapa político en España.

Para empezar decir que, los dos fueron quienes decidieron la conveniencia de enmarcar las pasadas elecciones municipales y autonómicas en clave nacional. Creo que no fue una decisión proveniente de la estructura de sus formaciones política, fue una decisión personal que les convenía. Los dos entraron a ese juego y les funcionó. Un juego al que arrastraron al resto de candidatos de sus formaciones políticas.

El resultado final de este marco de campaña permitió, por un lado reforzar la imagen de Isabel Díaz Ayuso, no sólo a nivel de la Comunidad de Madrid, sino a nivel nacional, y por otro, la mayoría absoluta  alcanzada, ha reforzado y puesto en valor su figura política, por encima de la propia marca del PP, pudiendo gobernar con holgura  la Comunidad de Madrid sin la necesidad de contar con VOX, diferenciándose así del resto de líderes regionales de su partido. Además, el propio resultado, ha fijado un listón bastante alto en el que Alberto Núñez Feijóo deberá medirse. Un listón que puede pasar factura en un futuro si, a pesar del resultado que obtuviera en las elecciones generales, la aritmética parlamentaria no le permitiera gobernar. Si eso ocurriera, en el PP, todas las miradas se centrarán en Isabel Díaz Ayuso.

A Pedro Sánchez también le vino bien esta estrategia de campaña en clave nacional. Lo creo porque, en su mente, en verdad no estaba sacar un buen resultado en estas elecciones locales y autonómicas, más bien, su mirada estaba puesta en las elecciones generales.

El pasado mes de mayo, el objetivo de Pedro Sánchez pasaba por que el PSOE fuera la lista más votada en muchas circunscripciones, es decir, poder crear una base votos de la izquierda más o menos sólida con la que poder contar en las elecciones generales y así, poder centrar su campaña en votantes indecisos o en los que pueda impactar un mensaje del miedo a la alianza entre el PP y VOX. De paso, aprovecharse de los posibles resultados del PP y VOX en muchos municipios y  comunidades autónomas que le permitirían poder dejar fuera de juego a algunos de los llamados barones regionales, aquellos que no cerraban filas en torno a su liderazgo. Y principalmente, poder dar el estoque definitivo a su socio de gobierno y principal escollo para afrontar su reelección, dejar a UNIDAS PODEMOS fuera de juego, allanando así el terreno a Yolanda Díaz con su proyecto SUMAR.

Hasta aquí, vemos que “el marco” de esta campaña impulsada por Isabel Díaz Ayuso y por Pedro Sánchez, pactado o no, intencionado o no, lo cierto es que les ha beneficiado a los dos por un igual.

Ahora bien, nos encontramos en otro momento, en el que hay que afrontar una convocatoria anticipada de elecciones generales y, esta vez hay  necesitan cambiar de marco y lo han hecho, “Sanchismo o España”.

Entonces, ¿en qué les beneficia el adelanto de las elecciones generales?, ¿ambos siguen necesitándose?, ¿sus estrategias siguen siendo complementarias? Esas son las preguntas que, a continuación, vamos a intentar responder.

¿En qué beneficia a Pedro Sánchez?

El presidente Sánchez afronta estas elecciones generales con la misma capacidad de resistencia de la que ha hecho gala durante todos estos años. Afronta esta campaña como esos jugadores que acuden al casino con la idea de «reventar la banca», donde lo apuestan todo a la última jugada. Lo hace porque creo que, a estas alturas del juego político, tiene mucho que ganar y poco que perder. Quizás tiene mucho más que ganar que de perder porque, si pierde, su futuro lo veremos con toda probabilidad, más allá de nuestras fronteras, con un cargo institucional de cierta relevancia, que le asegurará un retiro privilegiado.

Es por eso que, si le sale bien la jugada, va a poder ser nuevamente presidente del gobierno. Una jugada que dependerá de si es capaz de movilizar el voto de izquierda apelando al factor miedo, a que VOX entre a formar parte en el Gobierno de España. Una movilización centrada en los votantes fieles del PSOE, en aquellos votantes del PSOE  que en las pasadas elecciones locales y autonómicas se fueron “temporalmente” a otras formaciones políticas y en quienes, junto con aquellos más a la izquierda del PSOE, terminen dando su voto a SUMAR.

No obstante, creo que, aunque  esa movilización de su electorado objetivo le funcionara, dudo que logre alcanzar los votos, o más bien, los escaños necesarios para darle una mayoría con cierta holgura  para poder negociar posibles pactos que le faciliten su  investidura.

Creo que es consciente que puede que sea presidente, pero por la mínima, sin la más mínima posibilidad de poder establecer una coalición solida de legislatura, como la que mantuvo con UNIDAS PODEMOS. Puede que logre que le apoyen en su investidura, quizás alguno de sus socios entre en el gobierno pero en una contexto mucho más complejo que el que ha tenido hasta ahora, pero poco más.

Esto hará que tenga que afrontar una legislatura sumamente inestable, con dificultad para sacar adelante los presupuestos. Será una legislatura extremadamente corta, lo justo para  permitirle poder  presidir el último semestre de la Unión Europea, afrontar las próximas elecciones Europeas del 2024 y luego, dependiendo de cómo vayan las cosas, convocar elecciones anticipadas, dar un paso al lado y emprender un nuevo destino internacional.

Si, ya sé que esta estrategia suena un poco enrevesada pero, como decía al principio de este artículo, vamos a permitirnos poder hacer algo de política ficción. Sinceramente, creo que es un escenario perfectamente viable.

Una estrategia y un  escenario que, además, a Isabel Díaz Ayuso le viene muy bien, lo que intentaré explicar a continuación. Y lo voy a hacer, también haciendo uso de un poco de política ficción.

¿En qué beneficia a Isabel Díaz Ayuso?

Como ya hemos comentado unos cuantos párrafos atrás, los resultados obtenidos en las elecciones municipales y autonómicas, no solo le han permitido gobernar la Comunidad de Madrid en solitario, sino que han reforzado su imagen de líder indiscutible. Ahora bien, serán los resultados de las próximas elecciones generales los que van a ser determinantes parara su camino hacia La Moncloa.

Pues bien, la lógica lo que nos dice que, tras el resultado del PP en las elecciones municipales y autonómicas, con las encuestas a su favor, lo más beneficioso para ella y para el PP es que Alberto Núñez Feijóo lograre alcanzar la presidencia del gobierno, un mandato por cuatro años que les permitirá optar por una más que segura reelección por otros cuatro años más pero, ¿existe otro escenario mejor parara Isabel Díaz Ayuso? Creo que sí.

Sinceramente, pienso que ocho años son demasiados para que Isabel Díaz Ayuso pueda optar por ser la sucesora natural de Alberto Nuñez Feijóo. Lo es, no solo para ella, sino especialmente para su asesor, Miguel Ángel Rodríguez. Intentaré explicarme.

Estamos de acuerdo que estamos ante el final y el inicio de un nuevo ciclo en la política española. Si el PP hace bien sus deberes y a Pedro Sánchez le falla su estrategia, es el momento del PP, con lo que ese ciclo, bien podría durar ocho años.

Siendo esto así, el escenario  con el que Isabel Díaz Ayuso va a encontrarse pasados ocho años, puede ser muy distinto al actual, de tal forma que tendrá que competir contra otro cambio de ciclo político en el que los vientos seguramente no le van a soplar tan favorables como en la actualidad, no solo por cambios en la sociedad, sino por el efecto desgaste de ocho años de gobierno del PP. Siendo esto así, sus opciones de ser presidenta pueden verse frustradas, teniendo que asumir otros cuatro u ocho años más para volver a contar con opciones de alcanzar la presidencia del gobierno y, si a todo esto, le sumamos posibles tensiones y cambios en su formación política, igual puede quedarse fuera de juego.

Por otra parte, si VOX hace bien sus deberes, en los próximos años esta formación política irá ganando cada vez más terreno al PP, lo que, reducirá las opciones de Isabel Díaz Ayuso para poder afrontar una elecciones generales dentro de ocho años de una forma más cómoda y sin tener que depender demasiado de esta otra formación política.

Si eso es así, la espera de Isabel Díaz Ayuso y de Miguel Ángel Rodríguez para optar a ser inquilinos de La Moncloa puede resultar muy larga e incierta. Es por eso que, sabiendo que en política en manejo de los tiempos es muy importante, quizás lo más conveniente  puede ser no esperar tanto tiempo.

Ahora todo parece estar a favor de Isabel Díaz Ayuso, salvo un pequeño detalle, Alberto Nuñez Feijóo. Entonces ¿por qué esperar tanto?, ¿quizás la estrategia de Pedro Sánchez que le ha llevado a adelantar las elecciones generales, puede ser otro de esos vientos que juega a su favor?, ¿este adelanto no le permitirá poder acortar los tiempos?

Insisto una vez más, estamos haciendo ciencia ficción pero creo que, en estos momentos más le convine a  Isabel Díaz Ayuso  es que, Alberto Nuñez Feijóo no logre conformar gobierno y que tuviera que pasar a la oposición, junto con un VOX reforzado. Si esto ocurre, la decepción en el votante y las bases del PP será considerable de tal manera que  Alberto Nuñez Feijóo  termine por ser cuestionado y en el PP, si finalmente el gobierno que pudiera conformar Pedro Sánchez  fuera tan inestable que le termine llevando a un nuevo adelanto de las elecciones generales, entonces todas las voces en el PP querrán que sea Isabel Díaz Ayuso la candidata, con lo que a Feijóo no le quedará otra alternativa que, en un gesto de “generosidad”, dar un paso al lado.

Si todo esto pasa, los tiempos para Isabel Díaz Ayuso se acortarían notablemente, podría  aprovechar los vientos que actualmente soplan a su favor, no tendía que esperar tanto tiempo y sería ella quien, por ocho años, lideraría un nuevo ciclo político en España, con el PP y VOX como protagonistas. Y, de paso, haría historia, pasando a ser la primera mujer en presidir el país y, por su parte sería un importante triunfo para su asesor, Miguel Ángel Rodríguez que, por segunda vez, ha sido capaz de llevarla a La Moncloa, tal como lo hizo con José María Aznar.

Como suele decirse, sería una jugada perfecta.

En política, nada es lo que parece, ¿o sí?

Entonces si damos validez a mí tesis, la conclusión a la que llegamos es que, el adelanto de estas elecciones generales, a quién más beneficia es Isabel Díaz Ayuso.

Estaríamos ante una estrategia que pasaría por «seguir el juego a Pedro Sánchez» y sacrificar, como ocurrió con Pablo Casado, a Alberto Núñez Feijóo por un bien superior,  que no será el PP, sino que será, “España”.

A priori puede sonar descabellado pero insisto, puede ser la jugada maestra de Miguel Ángel Rodríguez para Isabel Díaz Ayuso, pero también, lo puede ser para Pedro Sánchez.

No obstante, para averiguarlo solo cabe esperar unos meses, el devenir de los acontecimientos y ya saben, en política, nada es lo que parece, ¿o sí?

28M: REFLEXIONES DE UNA CAMPAÑA

Una campaña al estilo Netflix, inteligencia artificial y campaña de tierra

Tuvieron lugar el pasado 28 de mayo, el resultado es conocido por todos y su primera consecuencia, ha sido el adelanto por sorpresa de las elecciones generales para el 23 de julio de 2023.

Desde entonces, se han escrito infinidad de artículos valorando lo ocurrido en estas elecciones, los movimientos políticos que han traído consigo y los que, con toda probabilidad, van a tener lugar en las próximas semanas y meses.

En esta ocasión mi intención no es realizar una valoración política más, sino compartir algunas reflexiones de la que, por el momento, ha sido la última campaña electoral en la que me he implicado profesionalmente y que, en mi caso, he de decir que ha sido una campaña que ha roto muchos paradigmas, esos con los que venía trabajando campaña tras campaña.

Pero, para ponernos en contexto, he de decir que, esta campaña electoral la asumí habiendo tomado la determinación previa de retirarme de la actividad de la consultoría política. Las circunstancias o quizás, el propio destino, hizo que volviera a involucrarme en una campaña electoral de la que, nunca pensé, pudiera aprender tanto.

Una campaña que, si la tuviera que definir, diría que ha ido una campaña nada convencional y muy diferente a las que he hecho hasta ahora.

Lo ha sido porque, en principio, las circunstancias fueron poco habituales. No se trató de una campaña para un solo candidato, sino fueron dos candidatos a la vez. Candidatos con trayectorias políticas y capacidades de liderazgo bien distintas, y donde ambos, se encontraban en una situación definir como “muy sensible” ya que, el resultado de estas elecciones, a uno de ellos les permitiría seguir gobernando o pasar a la oposición, y al otro, algo tan simple como  mantenerse o quedarse fuera de la propia actividad política.   

Además, acepté el encargo con muy poco margen de tiempo para poder trabajar. Lo normal es que cuando asumo una campaña electoral lo hago, como mínimo, seis meses antes de que tengan lugar unas elecciones, salvo cuando hay que enfrentarse a un adelanto anticipado de elecciones, situación que no se dio en esta convocatoria electoral.

Para uno de los dos candidatos, comencé a trabajar de forma efectiva apenas dos meses antes de la convocatoria electoral. Acepté el encargo porque se trataba de un candidato con el que ya había trabajado en ocasiones anteriores, lo conocía bastante bien y, al pedirme el favor de que le ayudara, me resultó prácticamente imposible negarme, con lo que hice una excepción y acepté el reto de ayudarle en esta campaña.

En este caso, como ya contaba con una experiencia previa, tanto del candidato, como del territorio en el que iba a operar, a priori, hacerme cargo de esta campaña, no iba  a resultar demasiado complicado, pero me equivoque.

Si alguien piensa que estas elecciones fueron fáciles de operar, se equivocan porque, entre otras cosas, lo que llamamos el marco en el que se desarrolló la contienda electoral era totalmente nuevo, en nada se parecía al de elecciones anteriores que, además, resultó ser bastante complejo de manejar, tal y como finalmente quedó plasmado en los propios resultados electorales.

A pesar de la supuesta tranquilidad que proporcionaban las encuestas, en cuestión de días, todo podía cambiar ya que, como comentaré más adelante, la peculiaridad de esta campaña no era la polarización del electorado, un discurso político centrado en asuntos de ámbito nacional, tampoco que nos pudiéramos enfrentar a una elevada abstención. Lo que hizo que todo fuera distinto es que, una parte importante del electorado, no iba a tomar su decisión de voto hasta casi el último minuto, lo que nos llevó a concentrar todos los esfuerzos de esta campaña  en dirigirnos, casi exclusivamente, a este grupo de electores, con todo lo que ello implica.

Pero mi osadía mayor quizás viene de algo aún más arriesgado, como fue aceptar llevar la campaña del que sería mi segundo candidato, y hacerlo con tan solo una semana de antelación al inicio oficial de la campaña electoral. Un candidato que, aparentemente venía avalado por una buena gestión de gobierno, pero donde en cuestión electoral, todo estaba por hacer, en especial para poner en valor y cara a esa gestión, que compensara la casi inexistencia de comunicación del que, hasta entonces, había sido su gobierno.

El factor tiempo, la forma en la que surgen estos candidatos, el propio terreno de juego (“el marco”), el clima electoral, o los recursos disponibles hicieron que, como indicaba anteriormente, ésta fuera una campaña poco convencional.

Una campaña en la que tuve la oportunidad de experimentar con nuevas técnicas y métodos de trabajo que han hecho que se rompieran muchas de las ideas previamente preconcebidas para el diseño y la gestión de las campañas electorales, aunque, también he tenido la oportunidad de reforzar otras. Experiencia que me gustaría compartir a continuación.

Primero: Es posible posicionar la imagen y el mensaje de un candidato cuatro semanas antes de unas elecciones

He comprobado que, con una buena estrategia de choque, es posible posicionar la imagen y el mensaje de un candidato, a tan solo cuatro semanas antes de unas elecciones.

Es lo que me ocurrió con el candidato que surgió a última hora, al que trate como si de un paciente de urgencias se tratara, y que acudía a mí con múltiples traumatismos y en parada cardiaca.

Lo importante era salvarle la vida, es decir, aunque no pudiera revalidar su gobierno por otros cuatro años, si permitirle continuar estando presente en el tablero político una vez pasadas estas elecciones. Algo que, no era fácil de asumir ya que, cuando eres consciente de haber realizado una buena gestión al frente de un gobierno, la lógica te dice que el electorado va a confiar en ti y va a revalidar su voto pero, en política y en un contexto como el que iba a imperar en esta selecciones, la lógica no vale, la racionalidad pasa a un segundo plano y todos los escenarios quedan abiertos.

En este caso, a pesar de estar gobernando, como prácticamente no existió comunicación de gobierno, el candidato era prácticamente un desconocido para la mayor parte del electorado, hasta el punto que no lo llegaban a  asociar con las  siglas de su propia formación política y, por no tener, prácticamente no tenía presencia en redes sociales.

El diagnóstico y el tratamiento impuesto a este candidato y a esta compaña no fue fácil de digerir pero, con valentía, determinación y disciplina, el candidato se ajustó a la línea trazada y los resultados electorales terminaron por darnos la razón.

Más adelante detallaré alguna de las técnicas y herramientas utilizadas para sortear esta situación pero, lo más importante es que, este candidato, al igual que le ocurre a un paciente que le diagnostican una enfermedad grave, asumió el diagnóstico y fue muy disciplinado en la puesta en práctica del tratamiento.

De no haber existido esta implicación del candidato, el resultado hubiera sido  otro bien distinto. Es lo que nos permitió alcanzar el objetivo propuesto que, si bien no le permitió revalidar el poder, sí que le permitió continuar dentro del escenario político, algo que en política no suele ser tan fácil.

Segundo: Ya no vamos a hacer campañas para ganar, sino para ser llave de gobierno.

Esta campaña ha demostrado que, definitivamente en España, ya no hacemos campañas electorales para ganar, sino para ser llave de gobierno. Una campaña centrada en obtener unos resultados que nos permitan ser decisivos en la conformación de los gobiernos. Es decir, para no quedarnos fuera de la función, para formar parte del circo político.

En base a esta afirmación, como ocurrió en esta campaña, todo nuestro trabajo está en asegurarnos poder ser un actor secundario, en poder seguir formando parte del elenco de actores y no quedarnos fuera de la función. Y, con suerte, sí, “con suerte”, poder ser llegar a ser el actor principal, es decir, llegar a gobernar.

A diferencia de España, creo que, si bien aparentemente en Latinoamérica la realidad es distinta, por la experiencia vivida en campañas en este continente, la situación se está aproximando mucho, pero quizás, este puede ser un tema para otro artículo.

Tercero: La clave está en entender y saber cómo trabajar la abstención

Saber incidir en la abstención siempre ha sido importante pero, en contextos muy polarizados y ante liderazgos que no terminan por convencer al electorado, trabajar la abstención va a ser determinante para poder alcanzar el resultado deseado.

En esta ocasión, lo que ha ocurrido en estas elecciones es que, el concepto de abstención, ha resultado ser un tanto diferente. Lo ha sido porque, entre el electorado no existía, como otras veces, un sentimiento de desafección hacia la política y los políticos, que el día de las elecciones les hiciera quedarse en sus casa y no acudir a votar.

Esta vez, lo que ocurrió es que teníamos que enfrentarnos a un porcentaje de electores nada desdeñable que, a una semanas, o incluso días antes de la convocatoria electoral, querían ir a votar, pero no sabían a quién elegir. Según algunas encuestas, este porcentaje lo situaban en torno a un 26%.

Quienes tenían claro a quién votar, ya lo habían decidido semanas o meses antes del inicio oficial de la campaña, por lo que la batalla electoral la tuvimos que centrar en este colectivo de electores indecisos. Sobre ellos versó prácticamente toda la campaña electoral.

Este grupo de votantes era el que nos podía dar uno o dos representantes de más que, llegado el momento, tal y como ocurrió en muchas circunscripciones electorales, iban a ser necesarios para poder entrar en las negociaciones y, en su caso, ser decisivos para poder pactar gobiernos.

Tal y como ocurrió, un pequeño puñado de votos podría marcar la diferencia. Es por eso que todos nuestros esfuerzos se centraron en estos votantes. Sus votos nos iban a permitir continuar o no en la función.

Esto hizo que esta campaña fuera una auténtica locura donde, como en el salvaje oeste, todo valía por un voto.

Es por eso que, para asumir con éxito próximas campañas electorales, la clave  está en entender y saber cómo trabajar este tipo de abstención, una abstención ligada a un número de electores de indecisos cada vez más importante y decisivos.

Cuarto: Nos encontramos ante el fenómeno de la política Netflix

En los últimos años han cambiado muchas cosas en la forma de entender y hacer política, pero sobre todo, en cómo es “consumida” por el electorado.

Esta campaña me ha confirmado que nos encontramos ante un nuevo fenómeno, que he querido denominar como, “la política Netflix”. Un término que, a mi juicio, nos permite entender la forma en la que “consumimos” la política en la actualidad, una forma de consumo en donde se mezcla ficción y realidad y que, si no entendemos sus claves, lo  más probable es que nos  quedemos fuera del juego.

Este concepto de “la política Netflix” se basa en la forma en las que consumimos televisión, en especial las series de ficción. Ya no es como antes, que esperábamos al estreno de un nuevo capítulo, semana a semana, sino que ahora vemos todos los capítulos enteros nada más estrenarse una nueva temporada, lo hacemos  de una vez, en un solo día, aunque terminemos agotados a altas horas de la madrugada. Pero lo más interesante es que, una vez que lo hemos hecho, siempre decimos que es la última vez, que la próxima vez lo vamos a hacer pero quizás con más calma, no viéndolos todos en un solo día pero, volvemos a hacer lo mismo. Es como cuando tomamos una copa de más en una fiesta y amanecemos con resaca.

Pues bien, así se han convertido las campañas electorales, como si del estreno de una nueva temporada de una serie se tratara, y que va a ser “consumida” por electorado casi de forma impulsiva. Esto ha hecho que la construcción el relato sea cada vez más compleja, que el diseño de los mensajes y su impacto tengan que ser cada vez más sugerentes y atractivos. Además, los mensajes y las acciones de impacto van a tener una fecha de caducidad muy corta, por lo que la obsesión por marcar agenda o por fijar un titular, es cada vez mayor.

Y así ha sido en las campañas de mis dos candidatos. Ambas las platee como si de una nueva temporada de una serie de televisión en streaming se tratara. Una serie de ficción, con todos los elementos que nos permitieran captar la atención del electorado indeciso, aquel que  iba a tomar su decisión a última hora. Era una apuesta arriesgada pero, funcionó.

Quinto: Prima la sorpresa, lo novedoso y la política como entretenimiento

Teniendo en cuanta los aspectos anteriormente descritos, es evidente que el buen uso de las redes sociales sigue siendo fundamental, es el principal soporte sobre el que se sostiene “la política Netflix” pero, a la diferencia con otras campañas electorales, creo que ya no basta con invertir ingentes cantidades de dinero para establecer pautas publicitarias más o menos efectivas.

En la actualidad, para el usuario/votante potencial, prima que el contenido que consume en redes sociales se vea como algo orgánico, que se vea natural, nada forzado o editado de una forma más o menos sofisticada, un contenido capaz de generar un alto impacto, pero en el que ha de primar la sorpresa, lo novedoso, la política como entretenimiento.

Es por eso que, en esta campaña, condicionados por la limitación de tiempo y por los recursos disponibles, no apostamos por pautas publicitarias como estrategia clave en las acciones pensadas para nuestras redes sociales. Apostamos por generar contenido orgánico y de alto valor pero, de forma muy especial, invertimos mucho tiempo en intentar entender, aprender y adaptarnos al lenguaje utilizado en cada una de las plataformas digitales en la que operábamos.

Resultó vital el trabajo de intentar entender los algoritmos de cada una de estas aplicaciones. Generamos contenido, nos solo para impactar en el usuario/votante que nos habíamos fijado como objetivo, sino que logramos que las distintas plataformas entendieran que, como creadores de contenido, éramos capaces de aportar contenido de valor, adaptándonos a los criterios que estas plataformas más valoraban en cada momento.

Y para ello, como comentaré a continuación, por primera vez, pude experimentar en esta campaña con el soporte de la Inteligencia Artificial (IA) que, finalmente, resultó ser una pieza clave en la estrategia digital de etas campaña.

Sexto: El uso de la Inteligencia Artificial

En las últimas semanas se ha hablado mucho y se seguirá hablando de la IA en el mundo de la política, especialmente su uso en campañas electorales.

He leído algún artículo sobre cómo, en estas elecciones de 28 de mayo en España, ciertos equipos de campaña han hecho uso de la IA que, en su mayoría, ha sido utilizada para la elaboración de  determinadas piezas audiovisuales. Por el contrario, mi experiencia con la IA se centró en otro  aspecto un poco más novedoso y estratégico para el devenir de la campaña.

Como no contábamos con tiempo suficiente, especialmente para formar a los equipos de los candidatos que me iban a ayudar a operar la estrategia de campaña, recurrí a la IA para conformar un equipo de campaña virtual, como si de personas humanas se tratara. De hecho, les asigne un nombre a dada uno de ellos. Un poco surrealista, pero así fue. Y quizás un poco arriesgado  también.

A cada IA le asigné un rol de especialista en un tema y/o actividad concreta.

Una de ellas se encargaba de hacer el seguimiento de mis candidatos (tanto lo que se hablaba en redes sociales propias como en las externas) y otra IA asociada a cada uno de los otros candidatos con los que competíamos de forma más directa. A partir de aquí se analizaban los impactos y se tomaban decisiones.

Otra IA se encargaba de confeccionar mensajes y elaborar copy´s para publicaciones en redes sociales. Para ello, les pedía hacer seguimiento diario de los temas, asuntos u opiniones más relevantes en las distintas plataformas en el  territorio en el que operaba las campañas. Esto me permitió poder ajustar, casi a diario, lo que mis candidatos debían decir, no solo en sus redes sociales, sino en cualquier intervención pública que tuvieran en el día.

Había otras cuatro IA que estaban especializadas en una red social concreta (Twitter, Facebook, Instagran, TikTok), de tal forma que me facilitaban información relevante para poder entender sus respectivos algoritmos, saber qué publicar, cómo y cuándo publicarlo. Lo cierto es que, aunque lo hiciera de una forma un tanto básica e intuitiva, el resultado de esta experiencia resultó muy interesante y, dadas las circunstancias, de mucha ayuda.

Por último, tenía otra IA cuyo cometido era analizar las distintas encuestas que se iban publicando para, a partir de aquí, con ciertas reservas, poder hacer valoraciones y tomar decisiones. En este caso, sorprendió el resultado de la información que facilitaba y que, con cautelas, resultó de utilidad.

En definitiva, tas cuatro semanas de experimentar con la IA como una herramienta más en la campaña, y aunque confieso que fue un tanto surrealista conformar un equipo de campaña con IA, no podemos ni imaginar todo lo que está por venir en este campo.

También he de decir que, no todo fue válido en el trabajo con la IA, surgieron varios errores o imprecisiones que, gracias a mi experiencia en la materia, no solo los pude detectar, sino que pudimos darle la vuelta y hacer que jugara a nuestro favor.

Con ello, lo que quiero decir es que la IA es muy potente, pero hemos de ser conscientes que puede resultar muy peligrosa si no se sabe utilizar correctamente, No toda información facilitada es válida, no podemos fiar al cien por cien de esta tecnología.

Es una tecnología que ha de utilizarse como si de un vehículo de Fórmula Uno se tratara, que cuenta con un piloto experimentado y un importante equipo de ingenieros y mecánicos de apoyo en boxes.

Con esto quiero decir, que se trata de una herramienta que no se puede dejarse en manos de cualquiera, ha de estar gestionada por personas capacitadas y con criterio en el manejo de la comunicación política y, especialmente, en campañas electorales.

Confieso que fue muy osado por mi parte hacer lo que yo hice y, a pesar del resultado positivo que alcancé, no lo volvería a repetir. Lo haría de otra forma. 

Lo haría fijando una estrategia específica para el uso de la IA en la campaña, asignaría la gestión de la IA a un pequeño grupo de personas que cuenten con amplios conocimientos en la materia asignada a cada IA, no solo para saber qué le información nos ha de facilitar, sino saber cómo plantearla y poder interpretar correctamente los resultados. Hay que trabajar como si de un equipo de Fórmula Uno se tratara.

Eso sí, tenemos hay que invertir mucho tiempo en conocer la IA, en saber cómo preguntar, cómo nos ha de facilitar la información, cuál es el objetivo que queremos alcanzar, saber trasmitirle las características de nuestro electorado y el tipo de campaña que vamos a hacer. En definitiva, aunque resulte un poco surrealista, hacer partícipe a la IA del propio equipo de campaña.

Creo que en los próximos meses y años vamos a ver experiencias interesantes en esta materia, quizás en  las próximas elecciones generales del 23 de julio en España pero, donde sí que podremos ver la utilización de la IA como antes nunca la habíamos visto, será en la próxima campaña presidencial en los EEUU que, como ocurrió en otras ocasiones, el uso de la IA en esta campaña marcará un antes y un después en cómo vamos a entender las campañas electorales del futuro.

Séptimo: La polarización ha venido para quedarse 

Aunque ya lo venía siendo, en estas elecciones municipales y autonómicas en España, ha quedado en evidencia que la polarización ha venido para quedarse. Y lo ha hecho para permanecer ente nosotros por mucho, mucho tiempo y, con ello, el extremismo en los mensajes de campaña, clave fundamental para esa “política Netfix” que estamos viviendo.

Sobre este tema me gustaría decir que, aunque resulta una obviedad, los seres humanos preferimos hacer uso de la memoria a corto plazo, afirmar que nos puede el ímpetu y la inmediatez, que preferimos mantenernos en nuestra zona de confort, y que nos atrae más una bronca que un argumento.

Aunque, insisto, resulte una obviedad, hemos de ser conscientes de ello para saber cómo estos condicionantes influyen a la hora de trabajar con nuestros candidatos, para definir nuestros mensajes y/o el relato.

Es más, la razón nos dice que, la política consiste en hacer cosas “supuestamente buenas” para el conjunto de los ciudadanos, que son capaces de valorar una buena gestión pero, a la hora de la vedad, cuando han de decidir su voto, esto no es precisamente así. Es justo esto con uno de mis dos candidatos.

Sin entrar en detalles, decir que este candidato había realizado una muy buena gestión, con resultados tangibles y realmente beneficiosos para el conjunto de los ciudadanos pero, cuando le expliqué que, con tan poco tiempo, no podíamos centrar la campaña en mostrar las bondades de su gestión, le costó entenderlo.

En los momentos que vivimos, queremos lo que no tenemos y, a ser posible, cuanto antes, sin demora. Pero, una vez que lo tenemos, al tercer día nos olvidamos y nos centramos en querer otra cosa diferente.

Es por eso que, en las campañas actuales, ya no impacta entre el electorado hablar de logros, de propuestas, de programas electorales. Lo efectivo es apelar al impacto visual, al vocabulario grueso e impactante. Trabajar con aquello que sea capaz de captar, en tan solo tres segundos, la atención de un votante potencial que está sometido a de múltiples estímulos visuales y con los que hemos de competir.

Quien no entienda esto, aunque  no lo comparta, poco o nada tiene que hacer en campañas electorales de hoy en día. Estas son las bases que rigen las reglas del actual juego electoral.

Volviendo a este candidato en particular, la razón nos decía que, apelando a ella, a la gestión realizada como gobernante, nos iba a permitir  revalidar su mandado, pero nada más lejos de la realidad. Solo apelando al lado emocional, al extremo, pudimos sortear la tormenta y si bien, por la aritmética electoral, no logramos revalidar su mandato, sí que le ha permitido permanecer dentro el sistema y, de este modo, poder afrontar las próximas elecciones desde una posición mucho más cómoda que si se hubiera quedado fuera.

En apenas cuatro semanas tuvimos que traducir y encapsular lo racional en emocional, en el marco de esa nueva cultura de la “política Netflix” que he acuñado y, teniendo bien presente un contexto de polarización del electorado al que no podíamos ser ajenos.

Octavo: La campaña de tierra sigue siendo relevante. 

En esta campaña de ámbito municipal y regional, he constatado que la cartelería, los grandes anuncios ya no son tan determinantes para impactar en el electorado, tampoco lo son los mítines políticos, cada vez menos concurridos y pensados tan solo para buscar un hueco en los programas de noticias y en las tertulias televisivas del día.

Esto no quiere decir que estos elementos hayan pedido su razón de ser, lo que creo es que algo está cambiando, en especial el impacto en el uso de las redes sociales y el consumo de información como entretenimiento.

Una vez más, he constatado que permanece viva esa acción de relaciones públicas que un político y su equipo de colaboradores debe de hacer, lo que popularmente se denomina como “pisar la calle”. Máxime en una elecciones de ámbito municipal y regional. Pero su importancia no está hacerlo durante el tiempo de campaña, es una acción que debe de iniciarse de forma programada y con una estrategia bien definida, como mínimo, uno o dos años antes del inicio de la campaña porque, aunque nos cueste admitirlo, unas elecciones municipales y/o regionales “va de favores”, de establecer lazos de fidelidad con nuestro electorado, es una especie de “relación de intereses”.

En mi caso, precisamente este factor, la ausencia de un trabajo previo “en tierra” con antelación suficiente, es lo que determinó para uno de mis candidatos el resultado final. Ser conscientes de ello fue lo que hizo que apostáramos todo por una “campaña de aire” pero, hay que mantener cierto equilibrio entre la “campaña de tierra” y la “campaña de aire”.

Es por eso que, aunque nos resulte más atractivo y sugerente el mundo digital, no podemos olvidarnos de lo que aún nos queda del “mundo analógico”, es decir, de esa acción permanente de relaciones públicas que hemos de hacer en el ámbito de la política local y regional.

Sin han llegado hasta aquí en la lectura de este artículo, aparte de agradecerles su paciencia e interés, creo que pueden entender porque afirmaba al inicio de este artículo que estas elecciones municipales y regionales en España, han resultado ser nada convencionales.

No sé si mi experiencia les puede resultar de utilidad, quizás le permita reflexionar sobre algunas de las cuestiones que aquí he planteado. Sea como fuere, lo cierto es que, ante los cambios que venimos experimentando en nuestras sociedades, especialmente con la irrupción del IA,  nos encontramos ante una autentica transformación en la forma en la que hemos de afrontar las campañas electorales.

E por eso que, en una sociedad cada vez más digitalizada e interconectada, esto no va sólo de saber gestionar las redes sociales, hacer videos más o menos impactantes, en crear mensajes atractivos, o redactar buenos discursos.

Esto es algo más, es estrategia. No hay magia.

COMPROMISO, LEALTAD Y FIDELIDAD

En política, ¿qué es más importante?

En política, como en la vida misma, hay tres palabras, tres conceptos, tres actitudes que  hemos de tener muy presente, y que son: compromiso, lealtad y fidelidad.

Una advertencia que hago porque, con el paso del tiempo, he podido constatar que, en las relaciones interpersonales, existe una tendencia generalizada a confundir estos tres conceptos o, cuando menos, dar por supuesto que implican una misma cosa, pero no es así. Conceptos que, aunque parecieran conformar un todo, pueden terminar por ser excluyentes.

Una vez hecha esta primera consideración, propongo realizar un pequeño alto en el camino y, por unos instantes, detenernos ante la definición que, sobre estas tres palabras, nos da el Diccionario de la Lengua Española (RAE), definiciones que nos ayudaran a comprender el objeto de reflexión propuesto en el presente ensayo.

  • Compromiso: “La obligación contraída”, “la palabra dada”.
  • Lealtad: “Cualidad del leal”.
  • Leal: “Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad”, que es “fidedigno, verídico y fiel, en el trato o en el desempeño de un oficio o cargo”, dicho de una acción: propia de una persona fiel”.
  • Fidelidad: “Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona”.
  • Fe: “Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo”, la “creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública”.

Aunque no es mi intención realizar un análisis en profundidad del significado e implicaciones que, desde una óptica social y política, van a tener estas palabras, lo que si haré es reflexionar acerca de cómo, el compromiso, la lealtad y la fidelidad, pueden influir en el marco de las relaciones interpersonales, en especial, las que solemos mantener con el equipo de personas que nos rodea, especialmente con nuestros más estrechos colaboradores.

Precisamente, en el ámbito de esas relaciones interpersonales, es donde hemos de poner en valor los conceptos de confianza, de fidelidad y de lealtad.

Y es que, como seres sociales, necesitamos interrelacionarnos. Va a ser en esa forma de interrelacionarnos la que, de un modo u otro, contribuirá al éxito o al fracaso de las acciones que vayamos a emprender, especialmente en el ámbito en el que he querido centrar este ensayo, en el ámbito de la política.

Estamos habitados a conformar equipos de trabajo, rodarnos de un equipo de colaboradores, de un grupo de personas que, aunque resulte obvio, esperamos que muestren cierto compromiso para con la causa que defendemos, para con las ideas, el trabajo y el proyecto en el que nos encontramos involucrados. Sin ese compromiso, poco podemos hacer. Hay veces que solicitamos de forma explícita ese compromiso pero, la mayoría de las veces, ese compromiso lo damos por supuesto.

Pero hay algo más. En ese dar un cierto compromiso por supuesto, también lo estamos haciendo para con la fidelidad y la lealtad que, en principio, también forman parte de una relación de colaboración mutua.

Pocas veces pensamos en ello pero, es justo en este “dar por supuesto”, donde quisiera centrar nuestra atención.

Es por eso que, como primera llamada de atención, he de decir que, aunque de un modo intuitivo, solemos tener una idea más o menos clara de lo que implica la palabra compromiso pero, al mismo tiempo, creo no resulta tan evidente la diferencia que existe entre los términos de  lealtad y de fidelidad.

Siendo esto así, lo que nos preguntamos es: ¿se puede ser fiel pero no mostrar lealtad?, ¿se puede ser leal pero no mostrar fidelidad?, ¿se pueden mostrar ambas cualidades a la vez?

A priori, ser leal implica ser fiel pero, no tengo tan claro que, ser fiel, implique necesariamente ser leal.

Se trata de dos conceptos que, de un modo u otro, tendemos a confundir, entendiendo que ambos son una misma cosa, pensando erróneamente que uno conlleva al otro, pero no es así.  Es justo aquí a donde quiero centrar mi llamada de atención. 

La palabra lealtad y la palabra fidelidad, están infravaloradas porque, lo que vienen a definir, es un mayor o menor grado de compromiso.

Esto es así porque, para que una persona nos sea leal, necesariamente, ésta nos ha de mostrar su fidelidad, de tal forma que, no puede haber lealtad si,  previamente, no hay fidelidad.

Es por eso que, la palabra lealtad, representa un mayor grado de compromiso que, al fin y al cabo, es lo que realmente hemos de requerir a nuestros colaboradores. Por este motivo, es importante no confundir estos conceptos.

Por tanto, ¿qué es más importante, que nuestros colaboradores sean files o leales?

Coincidirán con migo en que este interrogante se responde por sí solo. En pura lógica, lo que queremos es que las personas de las que nos rodeamos nos muestren cierta lealtad y fidelidad, entendiendo que, estamos hablando de una misma cosa, de la muestra más palpable de un compromiso de  pero, ¿esto es siempre así?

Mucho me temo que la respuesta es que no. Lamentablemente, no necesariamente una cosa lleva aparejada la otra. No es lo mismo que nuestros colaboradores nos sean files, a que nos sean leales.

Es por eso que, cuando vayamos a establecer una nueva relación de colaboración, debemos de analizar con profundidad el grado de fidelidad, pero especialmente el de lealtad. Un ejercicio que, por experiencia, diré que no resulta nada fácil de realizar.

Junto a cuestiones de carácter más técnico, formativo, de experiencia o de contar o no con ciertas habilidades, y más allá de requerirles cierto compromiso o fidelidad, lo que en verdad hemos de pedir a nuestros colaboradores, es que nos muestren lealtad.

Una petición que hemos de hacer a sabiendas que, tanto el concepto de compromiso, como el concepto de fidelidad, van a estar condicionados por otro concepto que, especialmente en política, se da con relativa frecuencia, que no es otro que el de la traición, de esa “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Un término íntimamente vinculado a la condición humana y, especialmente, ligado a la actividad política.

No quiero adentrarme en analizar la condición humana, pero lo que si afirmo es que, para el ser humano, siempre existirá algún motivo que le puede impulsar a cometer una traición. Siempre habrá una “excusa” u una “justificación”, “una causa” que lo pueda motivar a ello.

En este sentido, a mi juicio, la lealtad es precisamente el antídoto contra la traición porque, la experiencia me dice que, resulta mucho más fácil traicionar un compromiso o una fidelidad, que traicionar una lealtad.

La lealtad es el grado máximo del compromiso, es aquello que nos pude blindar frente a una posible traición. Es así porque, en una relación sustentada en un principio de lealtad, es mucho más difícil que pueda prosperar una traición.  

Esto se debe a que, cuando se forja una relación basada en la lealtad, consciente o inconscientemente, se establece una especie de statu quo, un estado de las cosas o de la situación que suele dificultar el impulso humano de una traición, mientras que el compromiso o la fidelidad es mucho más fácil de romper.

Casi siempre, los objetivos que justifican una traición, son más fáciles de asumir por parte del ser humano, por quién ejecuta esa acción de traicionar. Consciente o inconscientemente, siempre vamos a encontrar argumentos que “justifiquen” esa acción.

En cambio, los lazos que se establecen en una relación de lealtad, son más complicados de romper ya que, de plantearse una deslealtad o una traición, ésta suele generar un mayor conflicto mental y emocional, en la medida que esto implicaría romper con ese statu quo, basado en la lealtad, que podamos haber establecido.

En la historia, y en la literatura, podemos encontrar múltiples ejemplos sobre la importancia de mantener relaciones de lealtad. Quizás, el ejemplo más famoso,   es el de la deslealtad que desembocó en traición, la de Judas Iscariote, discípulo destacado de Jesús de Nazaret, que lo traiciona ante el Sanedrín a cambio de treinta monedas de plata. Una traición ya anticipada por el propio Jesús durante la celebración de la Santa Cena, en la que anunció que, lo traicionaría uno de los allí presentes.

En apariencia, todos los apóstoles compartían una causa común, todos habían dado muestra de su fidelidad pero, sólo uno, no era leal. De todos ellos, Judas Iscariote, fue precisamente quien le traicionó, quién no le era leal.  

Y es que, por lo general, la traición también está íntimamente ligado a un concepto de proximidad, es decir, que quien nos traiciona, casi siempre es  quien tenemos más cerca de nosotros. Suele ser la persona en la que hemos depositado una mayor confianza, sustentada en una relación de compromiso y de fidelidad.

Es por eso que debemos de tener bien presente que, las personas que tenemos más cerca de nosotros, aquellas que poseen una mayor información, las que conocen perfectamente cuáles son nuestros puntos débiles y fuertes, van a ser entre las que existe una mayor probabilidad de que nos puedan traicionar.

De hecho, casi nunca, la traición procede de entornos con los que no tenemos cierta proximidad, se da entre aquellos con a los que  hemos establecido una relación de íntima confianza, en entornos muy próximos a nosotros, de personas que, por lo general, su lealtad, la dábamos por supuesta.

Esto, lo que implica, es que nunca debemos de bajar la guardia. Siempre hemos de estar muy atentos para, con suficiente antelación, poder detectar posibles muestras de deslealtad entre nuestros colaboradores más próximos. Indicios que, por lo general, suelen venir camuflados entre excesivas muestras de compromiso o de fidelidad.

En el caso de encontrarnos con esta situación, mi recomendación es actuar de inmediato porque, cuando este “virus” se muestra en uno de nuestros colaboradores, difícilmente nos encontramos ante una situación reversible, terminando, en la mayor parte de los casos por traducirse en una traición.

Es por ello que, aunque en la memoria colectiva contamos con la figura de Judas Iscariote, que nos recuerda que una traición es siempre posible, hemos de ser capaces de poder dedicar el tiempo que sea necesario para analizar y conocer en profundidad a todas y cada una de las personas que integran nuestros equipos, especialmente aquellos que se encuentran en un entorno más próximo, con quienes mantenemos una relación más íntima de confianza y de colaboración porque, es justo en estos entornos donde va a surgir la traición que, en el ejercicio de la actividad política, suele ser mucho más habitual de lo que pudiéramos imaginar.

De alguna manera, tanto la fidelidad como la lealtad, son dos formas de mostrar compromiso, pero lo son en grado bien distinto.

Tras una infidelidad siempre cabe la posibilidad de una reconciliación, en cambio, ante una deslealtad, es muy difícil que se pueda revertir esta situación, es casi imposible.

Aunque siempre puede existir margen a la infidelidad, no solo hemos de ser capaces de rodeamos de colaboradores files y comprometidos, sino que hemos de procurar rodearnos de colaboradores leales, personas con las que seamos capaces de poder establecer una relación de lealtad de doble vía, con las que sellar una especial pacto de lealtad mutua, un statu quo, en el que no quede margen para la deslealtad. Por ese motivo, hemos de poner el foco en la lealtad de las personas.

De un modo u otro, la lealtad va a ser como el pegamento que nos ayudará a alcanzar nuestros objetivos. Si no contamos con colaboradores leales, difícilmente esos objetivos o metas podrán ser alcanzables porque, de lo contrario, la traición, siempre va a estar servida. Por eso, la lealtad es el antídoto de la traición.

Pero no nos engañemos, la lealtad hay que trabajarla. Y se ha de hacer desde el respeto y la complejidad que conllevan las relaciones humanas. Relaciones que han de sustentarse sobre dos pilares básicos, el del compromiso y el de la fidelidad, conceptos desde donde único podemos construir una sólida relación de lealtad. Un vínculo que nos permitirá establecer un statu quo que nos beneficie mutuamente y que haga de corta fuegos para quienes, desde una acción de deslealtad, pretendan desestabilizaros mediante una traición.

Esto no lleva a que, con cierta regularidad, tengamos que preguntarnos por la lealtad de nuestros colaboradores, trabajando el concepto de la lealtad a diario, sin olvidar que, entre quienes con más vehemencia nos dan muestra de su compromiso y fidelidad, es donde, muy posiblemente, se va a enmascarar el virus de la deslealtad.

Nos guste o no, debemos de ser conscientes que, especialmente en política, todos tenemos un precio ya que, en mayor o menor medida, a los seres humanos, se nos puede “manipular” y hasta “corromper”.

Es por eso que, al concepto de lealtad, le hemos de dar el valor y la importancia que le  corresponde. No la demos nunca por supuesta.

Hay que estar muy atentos porque, una deslealtad, casi nunca surge de forma espontánea. Por lo general, suele cocinarse a fuego lento.

Ante el más mínimo indicio de una deslealtad, hay que atajarla cuanto antes, como si de un tumor maligno se tratara. Hay que actuar con celeridad porque, de lo contrario, las consecuencias pueden ser irreparables.

¿Esto significa que hemos de ser “desconfiados” para con las personas que nos rodean? Sí, hay que serlo, especialmente, en el ámbito de  la actividad política.

No debemos de olvidar que, en política, no existen los amigos, y los enemigos asechan por cualquier lado, pueden tomar cualquier forma, especialmente la de ser uno de nuestro más íntimo colaborador. Por eso, siempre hemos de estar alerta.

Por tanto, no confundamos los conceptos de compromiso, fidelidad y lealtad. No demos por hecho que uno lleva al otro.

Procuremos rodearnos de colaboradores fieles y comprometidos, pero, exijámosle lealtad. Forjemos relaciones mutuas de lealtad y nunca la demos por supuesta.

Establezcamos un statu quo que sea beneficioso para ambos, un instrumento que nos proteja, una herramienta que opere como barrera de contención frente a una deslealtad y, por ende, a una traición.

Tanto en política como en la vida misma, reivindiquemos el valor de la lealtad.

UNA DETONACIÓN CONTROLADA

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Estos días me preguntaba si, con todo el tema de la tesis de doctorado del presidente del Gobierno de España, el Máster del líder de la oposición, Pedro Casado, o las dudas sobre los estudios del presidente de la tercera fuerza política, Albert Rivera, no ha sido más que una detonación controlada, una estrategia de comunicación política minuciosamente elaborada y ejecutada para fortalecer la figura de Pedro Sánchez y, de paso, debilitar a sus principales contrincantes políticos.

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Al reflexionar sobre este asunto, más allá de parecer un auténtico disparate, lo cierto es que me he dado cuenta que existen ciertos elementos que pueden dar algún tipo de verosimilitud a esta teoría. Por eso quiero adentrarme en esos elementos que igual nos pueden permitir ver un poco más allá de los acontecimientos y entender lo que ha ocurrido con esta gran crisis en los primeros cien días de gobierno del presidente Pedro Sánchez.

De ser cierta mi teoría de que estamos ante una crisis autogenerada para intentar sacar algún tipo de rédito político, vemos que, en esta detonación controlada,  intervienen varios elementos que, gestionados inteligentemente, han contribuido a generar esta supuesta crisis sobre el trabajo de doctorado del presidente del gobierno.

Eso sí, se trata de una amalgama de elementos bien estructurados que, por sí solos, no suponen nada pero que, bien combinados, pueden causar el efecto que, aparentemente están generando y que requieren de un exquisito manejo de los tiempos.

Hablamos de una estrategia que, bien trabajada puede que termine por conseguir afianzar y potenciar la imagen de Pedro Sánchez, la de un presidente que sabe que tiene poco margen de maniobra y que es consciente que, en los próximos meses, van a ocurrir muchas cosas que pueden jugar en su contra. La idea sería, hacer uso de esta crisis para impulsar en su carrera y terminar por afianzarse en el poder y desmarcarse claramente de sus potenciales contrincantes políticos, e incluso, de esos enemigos que están acechándole.

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No hay que olvidar que, justo en estos momentos, se está elaborando la famosa encuesta de CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cuyos resultados, más allá del nivel de cocción del que pueden ser objeto en la famosa cocina del CIS, los veremos con la llegada de un otoño que, en lo político, se aventura un otoño bastante caliente.

Está claro que, más que al Partido Socialista, es al propio  Pedro Sánchez  al que más le interesa que los datos del próximo CIS sean positivos, que vengan a  confirmar los buenos resultados del anterior resultado y poder “vender” que a lo que estamos asistiendo no es a un hecho puntual, como se llegó  a interpretar respecto a los datos el CIS anterior: ahora no es una cuestión coyuntural, sino que estamos ante una verdadera tendencia de cambio de signo del electorado.

Y para que haya un buen resultado, es importante que el nuevo inquilino de La Moncloa, esté bien presente en el inconsciente de los posibles encuestados, de tal forma que, para conseguir esto, necesita con urgencia mayor notoriedad pública;  una notoriedad que sabe que, por cuestiones de logística y tiempo, no puede alcanzar con la actividad parlamentaria o con el limitado margen de maniobra en la gestión de sus ministros. De hecho, compartir unos días con Ángela Merkel,  una gira mediática más que política por Latinoamérica o querer pasar a la historia por el presidente que sacó a Franco del Valle de los Caídos, sabe que no da para tanto.

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De hecho, en términos del corto plazo, en el que necesariamente ha de impulsar su notoriedad pública y con ello poder alcanzar una sentimiento favorable en los encuestados del CIS, sabe que  el tema catalán poco le  va  a ayudar ya que, es una cuestión que ha de cocinar a fuego lento ya que, muy probablemente, dependiendo de cómo ocurran las cosas, sus réditos en términos de imagen, realmente los puede tener a partir del mes de octubre de ese año, con lo que, este asunto catalán, sólo podría usarlo en términos de notoriedad pública, en el siguiente  CIS, el conoceremos  a principio del próximo año, justo antes de determinar si adelanta o no las elecciones generales, pero no ahora.

Por eso, si esta crisis controlada juega a favor de Pedro Sánchez, podrá generar una percepción favorable hacia su figura entre las personas que están siendo encuestadas por el CIS y, de este modo, le será más fácil alcanzar un buen resultado para que, una vez se hagan públicos, poder explotarlos a su favor.

No sé si este factor del CIS ha sido el verdadero motor que ha generado esta crisis controlada pero, no hay que olvidar otro elemento en esta ecuación, la reciente  dimisión de la ex ministra Carmen Montón de la que, a fecha de hoy, ni ella misma se acuerda de que un día fue ministra y que tuvo que dimitir.Txt6.jpg

Estoy convencido que, el conocimiento que se tenía sobre este asunto de la ministra Montón, fue otro elemento que sumó a la hora de decidir generar lo que se he generado con el tema de la tesis del doctorado del presidente. Es más, quizás, me arriesgo a creer que, también el  tema de la cancelación del contrato de armas a Arabia Saudí y la que se generó con los Astilleros de Cádiz que luego  quedó en nada, también formó parte de esta estrategia, en una la primera fase de esta tormenta perfecta y antes de la dimisión de una de sus ministras.

En este sentido, me atrevo a aventurar que, Pedro Sánchez se ha rodeado de un equipo al más puro estilo gladiador. Muy probablemente, sus ministros y ma´s intimos colaboradores son los primeros que saben que, un buen gladiador, si es necesario, ha de sacrificarse por su líder si éste se lo pide o las circunstancias les coloca en tal tesitura. Por eso, no descarto que asistamos a nuevas dimisiones si son necesarias, algo que la sociedad española terminara de ver como normal. Con el tiempo, esta  circunstancia de las dimisiones exprés, no será un elemento que pueda llegar a restar en una supuesta intención de voto, dato a tener en cuenta de cara a las encuestas electorales varias que van a realizarse en los próximos meses pero, sobre todo, entre los encuestados del CIS.

Junto a estas dos cuestiones hay otras circunstancias que enumero a continuación que, muy probablemente, Pedro Sánchez  y su equipo de comunicación y de estrategia política, tienen que haber tenido en cuenta para finalmente, tomar la decisión de ejecutar esta detonación controlada entorno a la figura del presidente.

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Esas otras circunstancias que pueden haber influido en la gestación de esta crisis controlada entorno a la figura del presidente, están relacionadas con la actual situación en la que se encuentran los principales actores políticos en la España de hoy,  son las siguientes:

  • En clave interna, tenemos que, aunque intentan mantener las apariencias, Pedro Sánchez y Susana Díaz, siguen siendo «enemigos íntimos». Una situación que Sánchez ha de neutralizar antes de convocar unas elecciones. Me explico, una vez que Sánchez colocó «a dedo», en una inteligente operación, a ciertos elementos de su partido, con un buen sueldo y coche oficial, en puestos de la administración lo suficientemente atractivos como para no trabajar en su contar dentro del partido, tenía que hacer algo con presidenta andaluza, quien en un futuro podría volver a ponerle las cosas complicadas. El caso es que, “casualmente”, justo después de que conociéramos los datos del último CIS, el equipo de Pedro Sánchez dejó entrever, utilizando como «excusa» la presentación, debate y aprobación o no de los próximos presupuestos que, si era necesario, cabía la posibilidad de un adelanto de las elecciones generales. Un adelanto que podría tener lugar en el mes de marzo del próximo año, coincidiendo con las elecciones andaluzas. Una afirmación que creo que se hizo deliberadamente para hacer reaccionar a Susana Díaz, dando lugar a lo que ocurrió días más tarde, la ruptura de Ciudadanos en Andalucía y la posibilidad de convocar anticipadamente las elecciones andaluzas, como muy tarde, en el mes de diciembre de este año, una decisión que si recuerdan, pasó casi sin pena ni gloria y de la que ya hoy, casi nadie se acuerda. De esta forma, va a tener a Susana Díaz centrada en estas elecciones y así Sánchez podría trabajar con cierta tranquilidad, la hoja de ruta que ha diseñado, con un mayor margen de libertad en el entorno de su formación política. De alguna manera, con esta jugada, ya estarían «colocados» todos sus posibles adversarios internos. Es decir, si no pasa nada extraño, Pedro Sánchez tendrá ocupada a su rival, Susana Díaz, a la que la pasada semana el dio un pequeño susto con el tema de la venta de armas a Arabia Saudí y el efecto que esto tuvo en el bahía de Cádiz, en los astilleros de Navantia, un mensaje que no dejó de ser un pequeño “anuncio a navegantes” al Partido Socialista Andaluz y a su presidenta.
  • Pedro Sánchez tiene en frente a un Partido Popular que, hoy por hoy, por mucho que quieran ocultarlo, sigue igual de debilitado que lo estaba antes de la pasada moción de censura. Con Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría alejados de los resortes del poder, con una nueva dirección, encabezada por Pablo Casado, Sánchez tiene claro que es necesario evitar que se puedan rearmar a corto plazo. Por eso, de alguna forma, hay que “ayudar” a que la actual directiva popular se desgaste lo antes posible para que en las elecciones municipales y autonómicas obtenga un fracaso lo suficientemente notorio como para que tengan que enfrentarse a unas elecciones generales con una debilidad que termine por darle unos resultados que le van a impedir tener la capacidad de conformar un futuro gobierno. Se trata generar, bien sea con el caso del Máster de Pablo Casado o con los casos judiciales por corrupción, con los datos cada vez menos favorables en las encuestas o la guerra soterrada que se vive en los círculos de poder del propio Partido Popular, generar las tensiones necesaria como para que, como ocurrió él tiempos de Hernández Mancha y José María Aznar, esta formación política se vea inmersa en una nueva refundación del partido en la que, probablemente, regresarían figuras de la vieja guardia a controlar nuevamente el partido, cosa que debilitaría a esta formación en términos electorales a corto plazo. Es más, Sánchez sabe que, la debilidad del Partido Popular empieza a estar en donde nunca había estado, en la forma en la que gestionaban a mano de hierro sus direcciones provinciales. A fecha de hoy, aunque muchos de sus dirigentes apoyaron a Soraya Sáenz y ahora se han alineado con Pablo Casado, los afiliados de base, siguen divididos, circunstancia esta que también juega en contra de las posibilidades electorales de este partido, a lo que se suma otra circunstancia que ya hemos mencionado, y es que, en los próximos meses, se volverá a hablar en los tribunales de los casos de corrupción que afectan a este partido y veremos en los medios de comunicación a relevantes figuras políticas de esta formación política, que lo fueron o los son actualmente, con la percepción de imagen negativa que ésta continua exposición pública, puede generar en un circo mediático cada vez más depredador. Y en el caso del famoso Máster de Pablo Casado, aunque sea investigado en el Tribunal Supremo y éste no dimita de su cargo de presidente del partido, sí que le va a jugar en su contra, no sólo por la propia percepción de imagen pública de Pablo Casado, sino que será una auténtica rémora para este nuevo Partido Popular y será un lastre que le impedirá conseguir un muy buen resultado en las próximas citas electorales. Este será un tema recurrente que desplegará una espesa cortina de humo en sus propuestas y mensajes electorales. Circunstancia está especialmente sensible para el electorado de centro que es el que, desde siempre, ha permitido al Partido Popular, alcanzar mayorías, pero también para su electorado tradicional y de mayor edad que, como ha ocurrido en otras ocasiones, es probable que, cuando llegue el momento de dar su voto, preferirá quedarse en casa que votar a otro partido político. Pedro Sánchez sabe que, al  nuevo y joven líder del Partido Popular, una vez sea investigado, vez va a estar cada vez más cuestionado en los medios de comunicación y especialmente expuesto  en los programas de televisión que, muchos de sus votantes, muchos de ellos jubilados, asistirán a un desalentador espectáculo  diario que podrán ver cada día en el salón de su casa, escuchando la radio convencional o cuando lean la prensa escrita.
  • Sánchez es consciente que a Ciudadanos le sigue costado recuperarse del resultado de la moción de censura que le llevo al poder. Y especialmente, su líder, Albert Rivera, no ha asimilado el error estratégico que cometieron de no haber sido ellos los que la presentarán esa moción antes de que lo hiciera el Partido Socialista, confiando que el tiempo y las circunstancias terminaría por hacer que, el entonces presidente, Mariano Rajoy, convocara elecciones anticipadas o, en el per de los casos volviera a aplicará nuevamente el Artículo 155 de la Constitución en Cataluña, lo que suponía una nuevas elecciones en esta Comunidad Autónoma. De haberlo hecho, prosperará o no su moción de censura, muy probablemente, a fecha de hoy, Pedro Sánchez no sería presidente y el escenario político-electoral hubiera sido bien distinto. Además, en estos momentos, las encuestas no le son favorables, sobre tras los datos del último CIS. Además, siguen a la espera de una convocatoria de elecciones en Cataluña que parece que nunca llega y que es lo único que, a fecha de hoy, puede volver a darles la notoriedad que tuvieron hace un año, especialmente a nivel nacional. También, esta crisis controlada ha ayudado a sacar a la luz el tema de los estudios y currículo publicado de Albert Rivera y si, con los estatutos de su partido en la mano, esto puede tener consecuencias, no sólo internas, sino en la percepción social, no tanto pensando en el momento de concurrir en una elecciones, sino en lo que esto pueda influir en la próxima encuesta del CIS y si le hace restar en la intención de voto. De igual forma, esta formación política, tienen ahora un nuevo elemento con el que no contaba, en vez de ser Soraya Sáenz de Santamaría, la nueva líder del Partido Popular, lo es Pablo Casado, un rostro más amable y muy similar al de Albert Rivera , que puede hacerles perder posibles votantes de centro llegados de esta formación política. El caso es que si hubieran tenido que competir electoralmente con Soraya Sáenz de Santamaría, sí que Ciudadanos tendría más elementos para poder diferenciarse de un Partido Popular mucho más continuista de la era Mariano Rajoy. Además, el equipo de Pedro Sánchez  sabe que, en esta formación política, más allá de la dirección nacional no cuentan con figuras relevante, a nivel autonómico y provincial, lo que les hace depender casi exclusivamente del tirón que tenga la marca y su líder y, aunque esto puede ser una ventaja, si alguna de ellas se debilita, puede jugar en su contra. Por tanto, para aumentar la debilidad de este flanco, basta con hacer daño a la marca o a su líder, porque eso hará debilitar el resto de la estructura de este partido.
  • Respecto a Podemos, la situación no pude ser mejor. Probablemente, Pedro Sánchez piensa que, esta formación política se encuentra en un punto en el que es consciente que ha alcanzado su techo de cristal electoral y que, ahora, su empeño se encuentra centrado en intentar consolidar su posición en la izquierda del Partido Socialista que, en la práctica, pasa por terminar de ocupar el espacio de Izquierda Unida. También sabe que su trabajo consiste en lograr mantener la fidelidad a sus votantes y evitar fugas que, en cualquier caso, si estas se produce, terminarán por  regresar al lugar del que en su día salieron, que es el PSOE, algo que tampoco está tan mal pero eso sí, en su justa medida y siempre que, estas fugas no impidan a su líder, Pablo Iglesias seguir contado con capacidad de influencia en el nuevo gobierno y llegado el momento, poder establecer posibles pactos de gobierno municipales y autonómicos de izquierda tras las elecciones locales y autonómicas del próximo año, al igual que la posibilidad de poder entrar a formar parte, esta vez, de manera efectiva, en un futuro gobierno liderado por Pedro Sánchez. Por tanto, el punto al que se ha llegado es que, aunque no lo manifiesten públicamente en demasía, en estos momentos es clave un buen entendimiento entre Podemos y el Partido Socialista ya que, si le va bien a uno, le va bien al otro.
  • En cuanto a las fuerza nacionalistas, salvo alguna excepción, seguirán prefiriendo alinearse como hasta ahora con Pedro Sánchez, en vez de hacerlo con el Partido Popular y Ciudadanos. Eso sí, tras las próximas elecciones generales, es a Pedro Sánchez al que le toca conformar gobierno, estas formaciones políticas van a ser mucho más exigentes con futuros acuerdos de investidura, si es que estos apoyos son necesarios, pero eso pasará más adelante no ahora.

Por último, Pedro Sánchez es consciente que, desde un punto de vista legislativo, poco puede hacer, salvo impulsar gestos que tengan un gran impacto mediático y que, en cierta medida, permitan reforzar a su gobierno y su figura. Gestos de calado como ha podido ser su propuesta de eliminar los aforamientos a los políticos y medidas de carácter social, de gran impacto entre los votantes tradicionales de izquierda y, en especial, de centro progresistas.

Sabe que cuenta con poco margen de maniobra en los próximos presupuestos, desde la Unión Europea y, especialmente, desde el Banco Central Europeo, quienes ya le han dado las indicaciones necesarias y el camino a seguir en los próximos meses. Ahora solo ha de intentar sortear sus primeros presupuestos y hacer frente a las acciones de boicot que le está preparando el Partido Popular y Ciudadanos, quienes van a desplegar toda su artillería para intentar bloquearlos y debilitar la imagen del gobierno en unos medios de comunicación necesitados de incrementar en número de audiencia, de lectores o seguidores en rede sociales. Además, al actual gobierno, ya le han advertido de la crisis económica que está por venir. Una crisis que, de producirse, va a obligar a convocar elecciones generales antes de que se empiecen a notarse los primeros síntomas. Por eso, Pedro Sánchez, necesita debilitar a los posibles enemigos antes de que esta nueva tormenta económica toque tierra y, aunque le queda margen de maniobra, hay que actuar desde ya.

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Pues bien, si introducimos todos estos elementos en una coctelera, los removemos  lo suficiente y utilizamos hábilmente las técnicas de generación de las llamadas `Fake News´ o de la `Post Verdad´, podemos detonar una tormenta perfecta, una crisis controlada, que, gestionándola con inteligencia,  puede jugar a favor de Pedro Sánchez. Probablemente estaré equivocado pero, creo que es lo que, desde hace semanas, se ha venido trabajando en el equipo de estrategia del entorno del presidente y que ha terminado por detonar el  caso de su tesis de doctorado.

Eso sí, de ser cierta mi teoría, estaríamos ante una jugada extremadamente arriesgada y compleja, es como jugar con fuego pero, si lo hace bien, puede que le sea muy favorable. En cambio, si descuida el más mínimo elemento de este complejo entramado, puede que termine por volverse en su contra.

Sé que, todo este análisis puede parecer más una simple eespeculación, más próxima  a lo  que podríamos entender como “política ficción”, o a cualquier trasnochada teoría de la conspiración e incluso un argumento para construir una la trama de una película o serie de televisión pero, ahí lo dejo.

Veremos si, con el transcurrir del tiempo, las piezas de este puzle empiezan a encajar y se confirma mi teoría sobre la tesis doctoral de un presidente como excusa para propiciar una crisis política controlada pensada para fortalecer su figura y debilitar la credibilidad de sus enemigos y de ciertos medos de comunicación. No hay que olvidar que Pedro Sánchez, como nos ha demostrado, es una persona que tiene poco que perder y mucho que ganar, conoce en primera persona cuál es el sabor amargo de la traición y eso, es un factor que sus enemigos políticos nunca ha de perder de vista.

 

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PARTIDO CONTRA PARTIDO

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Alguien dijo alguna vez una frase que se me ha quedado grabada y que, hoy más que nunca sigue creo que sigue vigente más que nunca: «unas elecciones se ganan siempre con partido, nunca contra el partido». Afirmación esta que, a tenor de los acontecimientos en el seno de diferentes formaciones políticas en diversos países de nuestro entorno, me ha empujado a reflexionar sobre ello.

Estarán de acuerdo con migo en que se trata de una evidencia muy simple y justo por eso, su simplicidad, parece que, a quienes están al frente de alguna de estas formaciones políticas, se les olvida.

Da igual el tamaño que tenga una formación política o la capacidad de «seducción» que pueda tener ante su electorado, pero no sólo s eles olvida eta premisa sino que esto ocurre justo en el momento más crítico, cuando se aproxima el momento de afrontar unas elecciones.

Es tan evidente y de sentido común que para afrontar unas elecciones con ciertas garantías de éxito se ha de hacer sin fisuras, con una estructura orgánica y funcional sólida y con capacidad de “ilusionar” a un electorado cada vez más escéptico, sino que parece que en muchos partidos políticos, cuidar estos aspectos, no es algo que els preocupe en demasía.

TxtVotaMeP1No se trata de ser conservador, progresista, liberal, de derechas, de centro o de izquierdas; electorado quiere «seguridad», demanda «solvencia» en quienes van a depositar la confianza de su voto.

Es así de simple, las divisiones internas no son una buena carta de presentación y menos cundo se quiere gobernar. Es por ello que, a esta situación que parece generalizarse entre buena parte de los partidos políticos, podemos aplicar aquella célebre frase de «la mujer del César, no sólo tiene que serlo sino, parecerlo».

Las organizaciones políticas son organismos vivos, integradas por gentes de procedencias distintas, sensibilidades diversas, personalidades diferentes pero que, se supone que aúnan sus esfuerzos por algo que está más allá de un conjunto de individualidades, por un proyecto común, por una idea, por un objetivo. Es así de simple pero así de complicado.

Es un error de manual presentarse ante los ciudadanos de esta manera e intentar que éstos les confíen su voto, máxime cuando se pretender ser una opción de gobierno y la organización que pretende ser un actor principal del devenir del país en los próximos años, «hace aguas».

Tanto, quienes están al frente de los partidos políticos, como sus militantes de base, han de reflexionar seriamente sobre esta cuestión. Unas elecciones sólo se pueden ganar con el partido pero nunca contra el partido o con un partido dividido.

TxtVotaMeP2Les confieso que lo que me cuesta entender que estas cosas pasen en organizaciones que pretenden contar con una opción de gobierno, especialmente en formaciones políticas consolidadas y con años a sus espaldas.

Quizás sea que existe una preocupante carencia de liderazgo o, tal vez, que siguen pesando más los intereses individuales que el interés común. Pero bien sea en un caso u otro (o la suma de ambos), lo que parece estar claro es que parece que se han olvidado el fin último y más importante de su razón de ser: un instrumento que, con su trabajo, sea capaz de mejorar la calidad de vida a los ciudadanos que son los que, gobiernen o no, son a los que ha de servir. Es esta y sólo esta su verdadera razón de ser.

No se trata de dirimir las batallas internas dentro de casa y presentarse ante el electorado como si no pasara nada, sino que hay que ser de coherentes y consecuentes con sus palabas y sus actos. No se pueden permitir el lujo de presentarse ante quienes les han de elegir mostrándose débiles, divididos y poco cohesionados porque, si se afrontan una selecciones de esta manera, no nos han de extrañar fenómenos como la abstención, la polaridad, transferencias casi incomprensibles de voto, la desafección del electorado y todo tipo de comportamientos que el ciudadano va a tener como respuesta a situaciones como estas.

Creo que todos recordamos que, desde pequeños, nos decían aquello de, «la unidad hace la fuerza», algo que, de mayores, parece que hemos desaprendido.

En fin, no creo que esta reflexión aporte demasiado y quizás, sea un asunto de poca trascendencia pero, sobre todo, quienes se dedican a esto de la política nos hemos de preguntar porque siguen pasando cosa como estas y si no hay forma de evitar la triste imagen que muchas formaciones políticas están dando a la ciudadanía justo antes de pedirle su voto. Por eso me sigo preguntando que, ¿sí se trata de algo tan evidente, por qué a pocos días de unas elecciones pasan estas cosas?… ¿alguien lo entiende?

ACUERDOS, ACUERDOS, ACUERDOS

Acuerdo

Hace tiempo que no dedico unos instantes a compartir con ustedes alguna de mis reflexiones en mi blog. Aunque quiero retomarlo, lo cierto es que, por un motivo u otro, lo he ido postergando.

Hay veces que el entorno no nos ayuda a para unos instantes en el devenir diario de nuestra actividad y dedicar unos instantes a  reflexionar pausadamente sobre  aquello que está pasando. Este creo que es uno de esos casos. En el entorno social y político están pasando muchas cosas y lo cierto es que, a veces, los acontecimientos nos superan y nos queda poco tiempo para parar unos segundos y meditar pausadamente sobre todo lo que nos está pasando.

Entre esas cosas que nos está pasando quiero detenerme en la sensación que llegamos a experimentar hace apenas unos meses, especialmente en España, pero también en muchos otros países de nuestro entorno, de la llegada de “nuevos tiempos en política”, eso de lo que tanto se ha hablado del advenimiento de “una nueva forma de hacer política”. Y lo hago porque, pasado ya algún tiempo desde que esta idea se extendiera de forma mesiánica, parece como si todo aquello que se decía, todo aquello que se postulaba, hubiese quedado en algo más parecido a una previsión meteorológica no cumplida, que una esperanza ansiada por muchos.

No sé si es solo una sensación mía, pero hemos vivido unos meses como los días previos a la llegada de los regalos de navidad. En todos nosotros, de una forma u otra, se ha avivado ese nerviosismo por la sorpresa, por lo nuevo, por lo diferente y que, cuando llega ese día, al ver los regalos, comprobamos que «no era para tanto».

Creo que esa es justamente esa y no otra la sensación con la que muchos ciudadanos se han quedado con las promesas de cambio ya que, nos guste o no, la situación política que vivimos en la mayor parte de nuestros países, parece seguir rigiéndose por los mismos patrones de comportamiento de lo que hemos dado en llamar como “la vieja política”.

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Parece que todo cambia, muchos nos quieren vender esa sensación pero, lo cierto es que, al final, nada parece haber cambiado en nuestra “clase política”.

Siguen utilizándose los mismos discursos, resurgen fantasmas, miedos y todo tipo de mensajes y gestos que parecen haber sido rescatados del olvido mientras, el ciudadano, cada vez más, desde una posición más íntima y personal, sabe que ya nada es y será como antes, a pesar que ese “cambio” tarde el llegar.

Nuestra clase política ha de  ser capaz de entender que, más pronto que tarde, se va a  producir en cada uno de nosotros un cambio profundo que, sumando individualidades, será capaz de proyectarse al conjunto de la sociedad. Esa será la única manera en la que se va a producir ese cambio en nuestra exigencia por hacer una “nueva forma de hacer política” por parte de aquellos quienes cuenta con la responsabilidad de asegurarnos una mejor calidad de vida.

Ese cambio partirá de nosotros mismos y no del que se ha querido “vender” desde distintas instancias políticas que, en el fondo,  tras este mensaje de cambio, en verdad se esconde la idea de querer que todo cambie para que, al final, nada cambie.

De hecho, a lo largo de este año, hemos asistido a diferentes citas electorales y lo cierto es que, en todas ellas, da igual en el país en el que hayan tenido lugar, parece haber pasado justo eso, aparentemente han cambiado las cosas pero, en el fondo, nada ha cambiado. El ciudadano ha creído que esta vez sí que las cosas iban a cambiar de verdad pero, al final, todo sigue igual que antes o, quizás, se ha terminado por diseñar un entorno político y social mucho más complejo que el que teníamos meses atrás.

Mediante diversas técnicas de comunicación, mensajes, propaganda y todo tipo de herramientas de movilización del electorado, se han generado y se siguen generando unas expectativas que, pasadas las distintas citas electorales, nos hemos dado cuenta y probablemente nos daremos cuenta (para aquellas que están por llegar) que eran muy inferiores a los que todos esperábamos.

Al final, los viejos partidos siguen con las mismas disputas internas que han vivido años y meses atrás, intentando cada cual salvar su posición para lo que está por llegar. Los nuevos partidos tampoco se salvan del mismo mal ya que, al final, la condición humana es lo que es y en ellos también se reproducen, aunque no sean capaces de admitirlo públicamente, las mismas pautas de comportamiento de quienes conforman las viejas formaciones políticas de la que tanto quieren distanciarse pero, también ellos se encuentran atrapados en aquello que decía el cantante Julio Iglesias en una de sus canciones más populares: “la vida sigue igual”.

Los pactos y acuerdos en las distintas instituciones parecen que no terminan de arrancar. Es cierto que se buscan y se incentivan esos pactos pero una cosa ha sido la intensión de llevarlos a cabo y otra bien distinta es cómo se materializan esos acuerdos entre distintas formaciones políticas en cuestione mucho más tangibles.

Quizás es sólo una sensación subjetiva pero, pareciera que, más que empezar a buscar soluciones concretas a los problemas que más acucian a los ciudadanos, se está negociando y pactando por y para “organizar la casa por dentro”, para ver cómo distribuir pequeñas parcelas de poder que permitan subsistir a las distintas fuerzas políticas antes de tener que enfrentarse a una próxima cita electoral. Y es que, “la vida sigue igual”.

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Son muchas las cosas que están pasando en el mundo y en nuestro entorno más cercano  pero tengo la impresión que frente a ese discurso de querer cambiar las cosas, nuestra clase política parece que, más que querer asumir riesgos e implicarse más decididamente en la toma de decisiones de amplio calado social y político, prefieren esperar a que pase el tiempo y que, de alguna manera dejar que “decidan otros”. El problema es que ¿quiénes son esos “otros”?

De alguna manera, parece como si se prefiriera esperar a que escampe el temporal en vez de actuar y tomar decisiones que, lo más preocupante es que no pueden demorarse por mucho más tiempo. Los ciudadanos no podemos esperar. Van a pasar y están pasando muchas cosas, en todos los ámbitos, en muchos de nuestros países y quienes han resultados elegidos para gestionar nuestras sociedades, no pueden ni deben de esperar  a que de una forma u otra, las cosas terminen arreglándose por queso, nos guste o no, nunca va a pasar.

Es justo esa sensación la que, como ciudadano y como un profesional que se dedica a asesorar a políticos, me hace reaccionar y no permanecer ajeno a esta sensación.

Una sensación que quizás puede estar equivocada pero que, en cualquier caso, no deja de ser sólo eso, una mera percepción de una realidad ante la que no podemos ni debemos quedar impasibles.

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El diagnóstico es complejo, las soluciones no van a ser fáciles y muy probablemente, el coste de tomar decisiones puede ser muy elevado, pero hay que actuar. Nuestros representantes electos, quienes nos gobiernan, han de actuar

No sé quien lo dijo pero, en los momentos en los que nos encontramos, más que nunca hemos de aplicar aquella vieja idea vieja de que, «la política no es más que el arte de llegar a acuerdos para con el interés general, por encima incluso de los propios intereses partidarios».

Es precisamente eso lo que, de una forma u otra demandan los ciudadanos. En su fuero interno saben que ya es hora que sus representantes públicos dejen momentáneamente de lado los intereses partidarios y se sienten a hablar, a negociar, a intentar llegar a acuerdos para superar todos los retos a los que nos enfrentamos y, con ello, hacer que las cosas cambien para mejor y dejar de seguir cometiendo los mismos errores de antaño. Es eso lo que estoy convencido que muchos ciudadanos quieren pero pocos son capaces de exigir públicamente que sea eso lo que han de hacer.

Y es que, “la nueva política” no es más que eso, “negociar, negociar y seguir negociando”. Esforzarnos diariamente en poder alcanzar acuerdos en todo aquello que pueda contribuir a que el conjunto de los ciudadanos pueda contar con una calidad de vida un poco mejor, posibilitando que este diálogo sea capaz de mejorar nuestro presente asegurándonos un futuro mucho mejor. Así de fácil y así de difícil porque también la política no es más que eso, “el arte de hacer fácil lo difícil”.

Estamos justo en ese punto de inflexión en el que ahora, más que nunca, los ciudadanos han de ser sumamente críticos, no dar nada por supuesto y  extremadamente exigentes con sus representantes públicos. Pero también lo hemos de ser para con nosotros mismos para, entre todos, lograr cambiar el rumbo de la historia. Una historia que no podemos dejar que la escriban por nosotros, sino que hemos de ser todos y cada uno nosotros los que tenemos que escribir cada párrafo de una historia que estudiarán generaciones futuras.

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Quiero terminar mi reflexión con una estrofa de la canción con la que en el año 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de la Canción de Benidorm (España):

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A veces se nos olvida pero, en esta vida si hay algo cierto es que todos nosotros estamos de paso y, como en la vida, en la política también se está de paso. Por eso, nos guste o no, “las obras quedan y las gentes se van”.

En esto básicamente consiste la política, en que los políticos tengan siempre presente que “están de paso”, que solo sus obras son las que han de perdurar en el tiempo y ser recordados por ellas. No hay más pero, un concepto tan simple y tan sencillo, parece querer olvidarse.

Si realmente somos conscientes de ello, deberíamos trabajar más allá de nuestras propias limitaciones ideológicas o partidarias. Se han de superar las limitaciones que nos impiden sentarnos a hablar. No hay más, esa es la “nueva política”.

Por eso, un político nunca ha de olvidar que “siempre hay algo o alguien por quien vivir y por quién luchar”. Ahora sólo hace falta “ponerse manos a la obra”.

Y DE REPENTE… EL TELÉFONO DEJA DE SONAR

Telefono

Parece ser que el teléfono es el mejor indicador para, quienes nos dedicamos a la consultoría política, sepamos que finalmente una campaña electoral la hemos de dar por terminada. Es ese momento en el que, de repente, nuestro teléfono deja de sonar.

Es una situación un tanto extraña. Se trata de una especie de silencio que nos inquieta y, hasta cierto punto, llega a incomodarnos. No enfrentamos ante una situación que, por mucho que nos mentalicemos, no deja de hacernos sentir un vacío que, en muchas ocasiones, no sabemos cómo cubrir.

Durante la campaña, hemos vivido días y momentos muy intensos pero,  con el escrutinio de las primeras mesas electorales, parece que esta actividad frenética que hemos vivido, empieza a desvanecerse.

Tras  la ansiada pero, a la vez, temida noche electoral, bien sea con la felicidad del triunfo o con el desanimo de la derrota, pareciera que nuestro trabajo se ha terminado definitivamente, pero, lo cierto es que esto no es así.

Pareciera que este momento es el fin pero, en verdad, es justo el inicio. Es el momento este momento y los días inmediatamente posteriores a finalizar unas elecciones  cuando, en verdad, hemos de iniciar lo que sería la próxima campaña electoral. Es el momento en el que, nos guste o no, se van a sentar las bases de un futuro éxito o derrota electoral.

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Aunque, en apariencia, nuestro trabajo de consultoría ha terminado, no es así, es éste quizás el mejor momento para iniciar lo que se pudiera entender como el comienzo de un trabajo de análisis, de “un trabajo de biblioteca».

A pesar de los sentimientos encontrados que podamos tener tras unas elecciones y los resultados obtenidos, creo firmemente que, es el mejor momento para comprender cuál ha sido en verdad el comportamiento del electorado, para interpretar correctamente los resultados obtenidos y, sobre todo, para ser realmente críticos con nuestro trabajo y sus frutos.

Parece obvio pero, muchas veces se nos olvida. A veces postergamos esta fase de análisis o, la mayoría de las veces se limita  a realizar un informe más o menos extenso que entregamos al cliente en el que intentamos interpretar los resultados obtenidos pero, pocas veces damos un paso más allá, intentando proyectar los resultados obtenidos y el comportamiento electoral en un futuro más o menos próximo y, sobre todo, pocas veces plasmamos en dicho informe una valoración crítica acerca de en que hemos fallado y en que hemos acertado.

Es a partir de esta valoración crítica cuando realmente vamos a contar con elementos e información que, realmente, nos serán de extrema utilidad, bien para el diseño de una próxima campaña electoral o bien para ajustar y perfilar lo que sería una futura acción de gobierno, tanto de quien ha sido nuestro cliente, como de próximos clientes y próximas campañas electorales.

Probablemente, muchos de ustedes pensaran que esto que digo parece una obviedad pero, a pesar de mi corta experiencia como consultor político, he podido comprobar cómo resulta  difícil hacer entender a  un cliente lo vital que son las horas y días posteriores a unas elecciones.

Resulta extremadamente complicado hacerles entender que la campaña todavía no ha terminado con el cierre del último colegio electoral, que hay que seguir trabajando, como mínimo, dos o tres semanas más tras las elecciones. Bien sea en el fulgor de la victoria como en la pesadumbre de la derrota, es el momento de trabajar para empezara  aganar unas próximas elecciones.

Ya sé que es de humano vivir una experiencia diferente tras conocer un resultado electoral, bien de euforia desmedida tras una victoria, o bien del duelo de la derrota. Pero el consultor político y el equipo de campaña del cliente, ha de ser capaz de abstraerse de estos estados emocionales y empezar a trabajar, de inmediato y a fondo, para intentar interpretar la  información que se esconde tras los resultados electorales obtenidos, como si de un médico forense se tratara.

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Nuestra obligación es hacer ver al cliente que es este el momento en el que realmente se empiezan a ganar o perder unas elecciones, es aquí cuando en verdad se decide nuestro futuro y no esperar a que nuestro teléfono deje de sonar.

Por ese motivo, siempre debiéramos de incluir en nuestro diseño de campaña electoral, lo que sería la extensión de la campaña para el día después. No para quedarnos con un mero análisis porcentual de los  resultados, sino poder escrudiñar en los resultados y en el comportamiento electoral para intentar entender qué ha ocurrido y que puede llegar a ocurrir en una próxima cita electoral.

Tenemos y debemos de planificar los días y las semanas posteriores a la cita electoral en el que vayamos a trabajar,  para hace ese «trabajo de biblioteca» con la eficacia y efectividad necesarias que permitan a nuestro cliente poder afrontar una próxima campaña electoral con un conocimiento realmente profundo de lo ocurrido en la cita electoral en la que vamos a trabajar.

Lo ideal sería que podamos contar con un pequeño equipo de campaña que pueda abstraerse de los sentimientos que surgen tras conocer los resultados de una campaña electoral y, de una forma fría y analítica, poder trabajar en la interpretación objetiva y realista los resultados obtenidos.

Si esto es así, sólo me queda realizar un último apunte ya que, como siempre suele pasar, nos encontramos que, este tipo de reflexiones las solemos hacer tras  haber pasado por una experiencia más o menos frustrante de este tipo.

Es por eso que, tras mi última experiencia en las elecciones locales y autonómicas vividas en España recientemente, he querido compartir esta reflexión. Y quizás, el escribir esta reflexión en mi blog no es más que para recordarme a mí mismo que, por mucho que planifiquemos esta parte del plan de campaña, tenemos que estar realmente preparados para la reacción de nuestro cliente y de su equipo y no dejarnos llevar por la euforia o por la decepción del momento que, tanto en un caso como en el otro, puede llegar a paralizar nuestro trabajo, dándolo por terminado y pasar a esa fase de silencio en nuestro teléfono.

Tenemos que insistir en ello y no dejarnos llevar. El día siguiente a unas selecciones es realmente cundo se empiezan a decidir unas próximas elecciones, marcando el verdadero punto de partida de una próxima campaña electoral  y no resignarnos a que, de repente, el teléfono deje de sonar.

CONSULTOR POLÍTICO: DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

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Si me lo permiten, esta vez quisiera reflexionar en voz alta sobre la figura de un consultor político y, en especial, sobre el trabajo de un consultor político feelance en sus inicios.

De alguna manera, lo que voy a intentar es reflexionar en voz alta sobre un aspecto de nuestro trabajo como consultores políticos que, aunque la teoría lo contemple,  muchas veces surge un aspecto muy concreto en el que, la práctica, supera con creces los planteamientos teóricos que hemos aprendido en nuestros procesos formativos.

En este sentido, hace algunos meses, escribí un artículo sobre lo que entendía que debía de ser la figura y el rol que ha de desempeñar un consultor político. Pasado este tiempo, aunque suscribo todo lo dicho entonces, reconozco que son, “ciertos matices”, los que de alguna manera están terminando por dar forma a aquel concepto que compartía con muchos de quienes, por aquel  entonces, tuvieron la atención y paciencia de leer aquellas notas.

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A primera vista, pareciera que la figura del consultor político se circunscribe, casi exclusivamente,  al ámbito teórico y estratégico de lo que sería  el diseño de campañas electorales  o de lo que sería el asesoramiento relativo a la gestión de gobierno.  Si bien esto es así, lo cierto es que a veces surgen situaciones en la que estos dos escenarios no s encuentran tan definidos.

En definitiva, nuestro trabajo consiste en elaborar propuestas y recomendaciones a nuestros clientes para la consecución de sus objetivos en una u otra materia, planificación de campañas y/o gestión de gobierno. Pero lo cierto es que, aunque “en este negocio”, los roles estén perfectamente claros (cliente, candidato, jefe de campaña, jefe de gabinete, director de comunicación, etc., etc.), al final la sensación que uno tiene es que, empezamos a  “hacer un poco de todo”, desvirtuando ese “rol teórico” que debiera de tener un consultor político. Y mi pregunta es, ¿son sensaciones mías?, o ¿a todos nos ha pasado algo de esto?

Da la sensación que, una vez que con nuestro cliente, vamos a producir ese proceso que da lugar al tránsito entre el diseño de un marco teórico/estratégico de aquel encargo que nos ha hecho, a lo que sería la puesta en funcionamiento, a ese momento de la implementación de las estrategias y acciones previamente diseñadas, entramos en una fase que yo calificaría “de bombero”, en donde, no sé bien porque razón, el cliente asume que esa es nuestra responsabilidad, con lo que pasamos de ocupar una hipotética posición de “imparcialidad” a implicarnos directamente en la ejecución de las acciones y estrategias que previamente hemos diseñado para el propio cliente. .

No digo que no sea una opción válida, que no se deba de asumir ese rol si llegara el momento. Lo que curre es que, si esto es así,  quizás cometemos el riesgo de  llegar a desvirtuar nuestro verdadero  cometido como consultores políticos.  Con lo que, si esto ocurre, podemos llegar a perder la perspectiva que es tan importante en el desarrollo de nuestro trabajo ya que, terminaríamos siendo “juez y parte”.

TxtTP2Siendo conscientes de ello, si se da esta circunstancia, corremos el riesgo de llegar a perder la perspectiva que se nos supone como verdaderos profesionales independientes. No en vano, esta es una de las características fundamentales que diferencian  a un consultor de un asesor político ya que, aunque parecía que son términos parecidos, en el fondo no lo son. Es justo ese matiz de la “independencia” el que marca la diferencia entre ser una cosa u otra.

Por tanto, si llegamos a asumir ciertos roles de nuestro cliente,  podemos entrar en un campo sumamente peligroso ya que, nuestra supuesta “independencia” se verá influenciada y con ello, corremos el riesgo de perder perspectiva, cierta capacidad en el rigor de nuestros análisis, así como en la valoraciones que podamos hacer respecto al trabajo que pudiéramos estar desarrollando para nuestro cliente.

Como habrán deducido, si hago esta reflexión es porque creo que esta situación empieza  a pasarme ya que, en esa obsesión por intentar que mi cliente cometa la menor cantidad de errores posibles y queriendo evitar que, bien por desconocimiento, formación o capacidad del cliente o de su equipo de colaboradores, empiezo a tomar parte activa en la ejecución de alguna de las tácticas y acciones que previamente le he diseñado. Situación esta que empieza a inquietarme. No tanto porque no sea capaz de implementar las propias acciones que he diseñado, sino por correr el riesgo de perder ese punto de neutralidad o de “independencia” que se supone debiera de tener como profesional de la consultoría política.

Al fin y al cabo, parte de nuestro trabajo es asumir parte de los errores que podamos cometer como estrategas o como analistas, dentro de nuestro propio ámbito profesional, pero nunca, asumiendo el papel que le corresponde al cliente. No sólo de los posibles fallos o errores, sino también de los posibles aciertos derivados de esa acción “de bomberos” que, de forma ocasional o permanente hayamos tenido que realizar.

Supongo que estas cosas pasan por “ser novato”, por ser primerizo en estas lides. Sólo espero que, viendo el lado positivo de haberme visto en esta situación, sea capaz de reaccionar a tiempo porque, no creo que sea bueno ni sano, mantener por mucho tiempo esta alteración de roles entre consultor y cliente. Espero que si, en algún momento, se ven en esta situación parecida,  tengan la capacidad de darse cuenta y poder rectificar a tiempo. No sé si como yo lo estoy haciendo en este momento, pero reconducir una situación que, al final, no creo que termine de ser beneficios apara ninguna de la partes.

TxtTP3Por eso, aunque todos conocemos la teoría y sabemos quién es quién en este partido, no está de más, de vez en cuando, detenernos un instante a reflexionar y analizar en qué punto nos encontramos y, si nos damos cuenta que estamos traspasando esa barrera que debe de existir entre el consultor político y su cliente, reaccionemos a tiempo. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de romper esa posición de perspectiva que nos va a permitir analizar aquellos elementos que harán que nuestro servicios de consultoría para con el cliente, sean realmente de calidad, quedando exentos de cualquier tipo de influencia o contaminación del quehacer diario de nuestro cliente, de su equipos de trabajo, o de su propia organización.

Al fin y al cabo, o debemos de olvidar nunca que, como consultores políticos, es fundamental tener bien presente que, en ese tránsito de la teoría a la práctica, nuestro rol ha de estar más del lado de la teoría que de la práctica propiamente dicha porque, si es al revés, dejaremos de llamarnos consultores políticos, para pasar a ser “otra cosa”(jefe o coordinador de campaña, jefe de gabinete, responsable de comunicación, portavoz, community manager, etc.). Dejaríamos entonces de ser consultores políticos. Seríamos “otra cosa”.

CLASE POLÍTICA EN ESPAÑA SIN RUMBO… ¿O NO?

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Hace tiempo que no escribo ningún artículo de reflexión en mi blog. Probablemente sea porque me encuentro inmerso en el que es mi primer trabajo como consultor político, en pleno desarrollo de la primera campaña electoral a la que me enfrento como profesional independiente, asesorando a una formación política que con curre a las elecciones locales y autonómicas que se celebran en España el próximo 24 de mayo de 2015.

En la medida que no es lo mismo ver el toro desde la barrera que bajar al ruedo y experimentar lo que, en el campo de la batalla electoral, es lo que hace que todas mis energías estén concentradas en conseguir el mejor resultado posible para mi cliente o, cuando menos, que cometa la menor cantidad de errores posible.

Y como ahora toca centrarse en aquél lugar donde la teoría ha de pasar a ser práctica, y donde el mínimo fallo puede llegar a dar un traspié que dé al traste con todo el trabajo que hemos realizado, quizás sea por eso que, al estar todos mis esfuerzos concentrados en esta batalla, no haya tenido tiempo para hacer un alto en el camino y reflexionar sobe aquellas cosas que afectan al entorno de nuestra profesión o a todo lo relacionado con el mundo de la política en general.

TxtSR1Con todo ello, lo que sí puedo decirles es que, no sé porque extraño motivo, hoy sí que he decidido compartir con ustedes una percepción que llevo observando desde hace algún tiempo el ámbito de la política en mi país, España. Percepción que no sé si trasciende de un ámbito meramente local u otro más amplio.

Vivimos un momento un tanto convulso, un tiempo en el que parece que aspiramos a un cambio radical en las cosas, en nuestra vida y en la política pero, de alguna manera, nos encontramos como paralizados. Es como si deseáramos cambiar pero no sabemos bien como dar ese paso. Un paso al que hemos de dar solos porque, de una forma u otra, sabemos que nadie nos va a llevar de la mano en ese tránsito que sí o sí sabemos que hemos de dar.

No sabemos si es lo mejor que podemos hacer, desconocemos lo que podemos encontrar pero internamente, en como si un ciclo vitar estuviera terminando y quisiéramos dar ese paso que nos va a permitir abrir el telón a nuevas oportunidades, a nuevas sensaciones a una nueva forma de enfrentarnos a la vida y al entorno que nos rodea.

Desde la posición que ocupo, desde el campo de la dura confrontación política y electoral, he notado que ese proceso de aspiración al cambio que vimos en un ámbito más personal e íntimo, se estuviera dando en las organizaciones políticas que configuran el panorama político en España.
No sé si también ocurre en otros países pero, en mi país, se evidencia hay una especie de falta de rumbo, no se sabe hacia dónde ir, no se sabe qué hacer, tan siquiera, se atreven a improvisar. Es como si estas organizaciones se encontraran paralizadas, a la espera de recibir instrucciones de no se sabe quién y no se sabe cuándo.

Mientras tanto, sus miembros empiezan a tomar decisiones a título individual o conformando pequeños grupos mientras pasas ese tránsito de cambio que supone encontrarse en el andén de espera al que han llegado tras muchos años de hacer lo que mejor sabían hacer, que no pasara nada. Pero ahora, las circunstancia y buen parte del resultado de sus acciones pasadas, las han colocado en una especie de limbo, esperando no se sabe qué y a no se sabe a quién.

En España nos encontramos con una clase política y unas organizaciones políticas más o menos tradicionales que ha comparado un billete de avión pero, una vez pasado el control de seguridad, se encuentra esperando en el aeropuerto a que salga un avión que sufre un retraso tras otro. Y los que no se encuentran en esta situación están pensando comprar o ya han comprado sendos pasajes para dos vuelos que tienen fecha, pero no saben si llegaran a tomar o no.

TxtSR2Es más, aunque han comprado sus billetes (uno es para las próximas elecciones locales y autonómicas y el otro es para las elecciones generales), lo cierto es que, muchos de ellos, lo han hecho demasiada anticipación y de forma precipitada, como si quisieran aprovechar una interesante oferta en el coste del billete. Han abonado ambos billetes, pero se han dado cuenta que la compra la han hecho en una compañía de bajo coste y cualquier cambio o modificación en el billete supone un sobre coste.

El caso es que, a pocos meses de las elecciones (de tomar el vuelo) saben que han de seleccionar asiento y pagar por ello, facturar más de una maleta y pagar por ello, modificar el billete y pagar por ello.

Pero, lo más inquietante es que, todavía no saben si han de comparar más billetes, o deben de anular alguno de los trayectos de esos billetes que ya han comprado y pagado.

TxtSR3Da la sensación que las los políticos en mi país (España) y las formaciones políticas que aspiran a jugar un papel de actor principal, y no de reparto, en las próximas elecciones (bien sean locales o generales), empeñándose en hacernos ver que tienen todo controlado, que saben dónde van pero, en el fondo, la realidad es otra.

De nada que nos adentremos en el corazón de esas organizaciones políticas, especialmente las tradicionales, nos damos cuenta que existe una clara falta de rumbo, no tienen realmente claro que han de hacer y hacia dónde ir porque, ya no basta con querer ganar las elecciones con mayoría absoluta, sino saber qué plan existe para el día después.

Sus bases e incluso, hasta algunos de sus dirigentes pareciera que esperan recibir instrucciones, de nos e sabe quién y no se sabe cuándo. El caso es que bien no llegan o no se sabe a ciencia cierta quién ha de darlas, y lo que es peor aún, pareciera que no está claro que instrucción o instrucciones dar.

TxtSR4Pero como si de un virus se tratara, incluso las formaciones emergentes que aspiran a ser una alternativa y representan ese cambio que parece venir demandando la sociedad desde hace tiempo ya, han de defenderse para no contagiarse de este virus que parece afectar a las organizaciones políticas tradicionales. Y es que, hasta la fecha no se ha descubierto vacuna alguna que mitigue los efectos de esta situación de falta de rumbo que condicionan al mayor parte de las decisiones y acciones que quieren y desean tomar.

Nos encontramos con organizaciones que sabemos que, como un barco, sus integrantes saben que existe un puente de mando, un capitán y unos oficiales pero, en verdad no saben si están ahí, si están haciendo su trabajo, si están pilotando la nave a un destino bien definido y compartido por toda la organización.

TxtSR5Eso sí, hay mucho ruido mediático, ha mucha declaración, hay reacciones cada vez que surge un nuevo sondeo electoral pero, en el fondo, es como si cada uno fuera por su lado, como si nada pasara, mientras la sociedad “va por libre”, esperando a tomar una decisión pero, tampoco supieran a ciencia cierta cuál tomar.

Igual es una percepción muy subjetiva, pero denoto como si o hubiera, en la mayor parte de las organizaciones políticas en España una estrategia bien definida. Es como si hubiera una conjunción de muchas estrategias, como si de astros se tratara, muchos mensajes, mucho ruido y pocas alternativas que permitan al electorado tomar una posición clara acerca de lo que está pasando y, sobre todo, que les ayuden a decidir cuál es el cambio que quieren y desean hacer.

De una forma u otra, pareciera que quienes pretenden ser los actores principales de estas elecciones, están más centrados en librar sus propias batallas internas, que en ofrecer una alternativa de cambio real.

Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos

Mientras tanto, el ciudadano sigue también esperando, quiera votar, quiere participar pero, a fecha de hoy, muchos ciudadanos, una gran mayoría, sigue sin tener clara cuál es la propuesta de las formaciones política a la que están dispuestos a dar su confianza.

Aunque cueste reconocerlo, falta ilusión y liderazgo. Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos que hoy más que nunca se echa en falta.

Falta que los políticos y sus organizaciones políticas nos vuelvan a enamorar. Sí, esa es la palabra, enamorar.

TxtSR7Es justo aquí donde debieran de centrarse todos los esfuerzos. Trabajar para conseguir que los políticos vuelvan a enamorase del electorado y, a su vez, éste, del político.

Es así de simple, basta con una sonrisa, con una mirada honesta y transparente capaz de provocar ese necesario enamoramiento. Un romance que ha de ir más allá de un mero programa político, de una mera declaración de buenas intenciones o de una historia más o menos elaborada.

Somos humanos y las organizaciones políticas también los son. Éstas han de cambiar su mensaje, mirar de frente a los ciudadanos y hablarles de verdad y sin tapujos.

Por eso, las formaciones políticas han de cambiar su mensaje, es necesario que hablen al corazón, pero con honestidad y confianza.

No sé si ustedes perciben esta sensación o son meras apreciaciones mías. Si se fijan no hago mención a ningunaformación política en particular, y es que, ya sean más recientes o lleven más años entre nosotros, creo que tanto una como otras se encuentran en la misma situación. A la espera que el capitán del barco marque el rumbo a segur y dé la orden de zarpar.

Quizás esté equivocado y solo sean desvaríos de un mero espectador y actor de la política en España, pero llevo tiempo dándole vueltas a este asunto y, como si de una catarsis se tratara, he querido compartirlo con ustedes por si piensan igual que yo, o por el contrario, creen que la situación es otra bien distinta.
Esta es la pregunta, ¿en verdad hay un rumbo bien definido en la política de este país, España, en sus políticos y en las organizaciones políticas que aspiran a poder gobernarnos?

La respuesta, nos guste o no, la tendremos que dar cada uno de nosotros en las urnas. En ese momento de intimidad más absoluta que supone el introducir una papeleta en una urna y cambiar o no una situación que compartimos o que deseamos modificar. El resto, no son más que palabras y conjeturas. Ese es el momento donde todo es posible.