Varios

Esta cateogría contiene artículos de carácter general.

COMPROMISO, LEALTAD Y FIDELIDAD

En política, ¿qué es más importante?

En política, como en la vida misma, hay tres palabras, tres conceptos, tres actitudes que  hemos de tener muy presente, y que son: compromiso, lealtad y fidelidad.

Una advertencia que hago porque, con el paso del tiempo, he podido constatar que, en las relaciones interpersonales, existe una tendencia generalizada a confundir estos tres conceptos o, cuando menos, dar por supuesto que implican una misma cosa, pero no es así. Conceptos que, aunque parecieran conformar un todo, pueden terminar por ser excluyentes.

Una vez hecha esta primera consideración, propongo realizar un pequeño alto en el camino y, por unos instantes, detenernos ante la definición que, sobre estas tres palabras, nos da el Diccionario de la Lengua Española (RAE), definiciones que nos ayudaran a comprender el objeto de reflexión propuesto en el presente ensayo.

  • Compromiso: “La obligación contraída”, “la palabra dada”.
  • Lealtad: “Cualidad del leal”.
  • Leal: “Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad”, que es “fidedigno, verídico y fiel, en el trato o en el desempeño de un oficio o cargo”, dicho de una acción: propia de una persona fiel”.
  • Fidelidad: “Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona”.
  • Fe: “Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo”, la “creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública”.

Aunque no es mi intención realizar un análisis en profundidad del significado e implicaciones que, desde una óptica social y política, van a tener estas palabras, lo que si haré es reflexionar acerca de cómo, el compromiso, la lealtad y la fidelidad, pueden influir en el marco de las relaciones interpersonales, en especial, las que solemos mantener con el equipo de personas que nos rodea, especialmente con nuestros más estrechos colaboradores.

Precisamente, en el ámbito de esas relaciones interpersonales, es donde hemos de poner en valor los conceptos de confianza, de fidelidad y de lealtad.

Y es que, como seres sociales, necesitamos interrelacionarnos. Va a ser en esa forma de interrelacionarnos la que, de un modo u otro, contribuirá al éxito o al fracaso de las acciones que vayamos a emprender, especialmente en el ámbito en el que he querido centrar este ensayo, en el ámbito de la política.

Estamos habitados a conformar equipos de trabajo, rodarnos de un equipo de colaboradores, de un grupo de personas que, aunque resulte obvio, esperamos que muestren cierto compromiso para con la causa que defendemos, para con las ideas, el trabajo y el proyecto en el que nos encontramos involucrados. Sin ese compromiso, poco podemos hacer. Hay veces que solicitamos de forma explícita ese compromiso pero, la mayoría de las veces, ese compromiso lo damos por supuesto.

Pero hay algo más. En ese dar un cierto compromiso por supuesto, también lo estamos haciendo para con la fidelidad y la lealtad que, en principio, también forman parte de una relación de colaboración mutua.

Pocas veces pensamos en ello pero, es justo en este “dar por supuesto”, donde quisiera centrar nuestra atención.

Es por eso que, como primera llamada de atención, he de decir que, aunque de un modo intuitivo, solemos tener una idea más o menos clara de lo que implica la palabra compromiso pero, al mismo tiempo, creo no resulta tan evidente la diferencia que existe entre los términos de  lealtad y de fidelidad.

Siendo esto así, lo que nos preguntamos es: ¿se puede ser fiel pero no mostrar lealtad?, ¿se puede ser leal pero no mostrar fidelidad?, ¿se pueden mostrar ambas cualidades a la vez?

A priori, ser leal implica ser fiel pero, no tengo tan claro que, ser fiel, implique necesariamente ser leal.

Se trata de dos conceptos que, de un modo u otro, tendemos a confundir, entendiendo que ambos son una misma cosa, pensando erróneamente que uno conlleva al otro, pero no es así.  Es justo aquí a donde quiero centrar mi llamada de atención. 

La palabra lealtad y la palabra fidelidad, están infravaloradas porque, lo que vienen a definir, es un mayor o menor grado de compromiso.

Esto es así porque, para que una persona nos sea leal, necesariamente, ésta nos ha de mostrar su fidelidad, de tal forma que, no puede haber lealtad si,  previamente, no hay fidelidad.

Es por eso que, la palabra lealtad, representa un mayor grado de compromiso que, al fin y al cabo, es lo que realmente hemos de requerir a nuestros colaboradores. Por este motivo, es importante no confundir estos conceptos.

Por tanto, ¿qué es más importante, que nuestros colaboradores sean files o leales?

Coincidirán con migo en que este interrogante se responde por sí solo. En pura lógica, lo que queremos es que las personas de las que nos rodeamos nos muestren cierta lealtad y fidelidad, entendiendo que, estamos hablando de una misma cosa, de la muestra más palpable de un compromiso de  pero, ¿esto es siempre así?

Mucho me temo que la respuesta es que no. Lamentablemente, no necesariamente una cosa lleva aparejada la otra. No es lo mismo que nuestros colaboradores nos sean files, a que nos sean leales.

Es por eso que, cuando vayamos a establecer una nueva relación de colaboración, debemos de analizar con profundidad el grado de fidelidad, pero especialmente el de lealtad. Un ejercicio que, por experiencia, diré que no resulta nada fácil de realizar.

Junto a cuestiones de carácter más técnico, formativo, de experiencia o de contar o no con ciertas habilidades, y más allá de requerirles cierto compromiso o fidelidad, lo que en verdad hemos de pedir a nuestros colaboradores, es que nos muestren lealtad.

Una petición que hemos de hacer a sabiendas que, tanto el concepto de compromiso, como el concepto de fidelidad, van a estar condicionados por otro concepto que, especialmente en política, se da con relativa frecuencia, que no es otro que el de la traición, de esa “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Un término íntimamente vinculado a la condición humana y, especialmente, ligado a la actividad política.

No quiero adentrarme en analizar la condición humana, pero lo que si afirmo es que, para el ser humano, siempre existirá algún motivo que le puede impulsar a cometer una traición. Siempre habrá una “excusa” u una “justificación”, “una causa” que lo pueda motivar a ello.

En este sentido, a mi juicio, la lealtad es precisamente el antídoto contra la traición porque, la experiencia me dice que, resulta mucho más fácil traicionar un compromiso o una fidelidad, que traicionar una lealtad.

La lealtad es el grado máximo del compromiso, es aquello que nos pude blindar frente a una posible traición. Es así porque, en una relación sustentada en un principio de lealtad, es mucho más difícil que pueda prosperar una traición.  

Esto se debe a que, cuando se forja una relación basada en la lealtad, consciente o inconscientemente, se establece una especie de statu quo, un estado de las cosas o de la situación que suele dificultar el impulso humano de una traición, mientras que el compromiso o la fidelidad es mucho más fácil de romper.

Casi siempre, los objetivos que justifican una traición, son más fáciles de asumir por parte del ser humano, por quién ejecuta esa acción de traicionar. Consciente o inconscientemente, siempre vamos a encontrar argumentos que “justifiquen” esa acción.

En cambio, los lazos que se establecen en una relación de lealtad, son más complicados de romper ya que, de plantearse una deslealtad o una traición, ésta suele generar un mayor conflicto mental y emocional, en la medida que esto implicaría romper con ese statu quo, basado en la lealtad, que podamos haber establecido.

En la historia, y en la literatura, podemos encontrar múltiples ejemplos sobre la importancia de mantener relaciones de lealtad. Quizás, el ejemplo más famoso,   es el de la deslealtad que desembocó en traición, la de Judas Iscariote, discípulo destacado de Jesús de Nazaret, que lo traiciona ante el Sanedrín a cambio de treinta monedas de plata. Una traición ya anticipada por el propio Jesús durante la celebración de la Santa Cena, en la que anunció que, lo traicionaría uno de los allí presentes.

En apariencia, todos los apóstoles compartían una causa común, todos habían dado muestra de su fidelidad pero, sólo uno, no era leal. De todos ellos, Judas Iscariote, fue precisamente quien le traicionó, quién no le era leal.  

Y es que, por lo general, la traición también está íntimamente ligado a un concepto de proximidad, es decir, que quien nos traiciona, casi siempre es  quien tenemos más cerca de nosotros. Suele ser la persona en la que hemos depositado una mayor confianza, sustentada en una relación de compromiso y de fidelidad.

Es por eso que debemos de tener bien presente que, las personas que tenemos más cerca de nosotros, aquellas que poseen una mayor información, las que conocen perfectamente cuáles son nuestros puntos débiles y fuertes, van a ser entre las que existe una mayor probabilidad de que nos puedan traicionar.

De hecho, casi nunca, la traición procede de entornos con los que no tenemos cierta proximidad, se da entre aquellos con a los que  hemos establecido una relación de íntima confianza, en entornos muy próximos a nosotros, de personas que, por lo general, su lealtad, la dábamos por supuesta.

Esto, lo que implica, es que nunca debemos de bajar la guardia. Siempre hemos de estar muy atentos para, con suficiente antelación, poder detectar posibles muestras de deslealtad entre nuestros colaboradores más próximos. Indicios que, por lo general, suelen venir camuflados entre excesivas muestras de compromiso o de fidelidad.

En el caso de encontrarnos con esta situación, mi recomendación es actuar de inmediato porque, cuando este “virus” se muestra en uno de nuestros colaboradores, difícilmente nos encontramos ante una situación reversible, terminando, en la mayor parte de los casos por traducirse en una traición.

Es por ello que, aunque en la memoria colectiva contamos con la figura de Judas Iscariote, que nos recuerda que una traición es siempre posible, hemos de ser capaces de poder dedicar el tiempo que sea necesario para analizar y conocer en profundidad a todas y cada una de las personas que integran nuestros equipos, especialmente aquellos que se encuentran en un entorno más próximo, con quienes mantenemos una relación más íntima de confianza y de colaboración porque, es justo en estos entornos donde va a surgir la traición que, en el ejercicio de la actividad política, suele ser mucho más habitual de lo que pudiéramos imaginar.

De alguna manera, tanto la fidelidad como la lealtad, son dos formas de mostrar compromiso, pero lo son en grado bien distinto.

Tras una infidelidad siempre cabe la posibilidad de una reconciliación, en cambio, ante una deslealtad, es muy difícil que se pueda revertir esta situación, es casi imposible.

Aunque siempre puede existir margen a la infidelidad, no solo hemos de ser capaces de rodeamos de colaboradores files y comprometidos, sino que hemos de procurar rodearnos de colaboradores leales, personas con las que seamos capaces de poder establecer una relación de lealtad de doble vía, con las que sellar una especial pacto de lealtad mutua, un statu quo, en el que no quede margen para la deslealtad. Por ese motivo, hemos de poner el foco en la lealtad de las personas.

De un modo u otro, la lealtad va a ser como el pegamento que nos ayudará a alcanzar nuestros objetivos. Si no contamos con colaboradores leales, difícilmente esos objetivos o metas podrán ser alcanzables porque, de lo contrario, la traición, siempre va a estar servida. Por eso, la lealtad es el antídoto de la traición.

Pero no nos engañemos, la lealtad hay que trabajarla. Y se ha de hacer desde el respeto y la complejidad que conllevan las relaciones humanas. Relaciones que han de sustentarse sobre dos pilares básicos, el del compromiso y el de la fidelidad, conceptos desde donde único podemos construir una sólida relación de lealtad. Un vínculo que nos permitirá establecer un statu quo que nos beneficie mutuamente y que haga de corta fuegos para quienes, desde una acción de deslealtad, pretendan desestabilizaros mediante una traición.

Esto no lleva a que, con cierta regularidad, tengamos que preguntarnos por la lealtad de nuestros colaboradores, trabajando el concepto de la lealtad a diario, sin olvidar que, entre quienes con más vehemencia nos dan muestra de su compromiso y fidelidad, es donde, muy posiblemente, se va a enmascarar el virus de la deslealtad.

Nos guste o no, debemos de ser conscientes que, especialmente en política, todos tenemos un precio ya que, en mayor o menor medida, a los seres humanos, se nos puede “manipular” y hasta “corromper”.

Es por eso que, al concepto de lealtad, le hemos de dar el valor y la importancia que le  corresponde. No la demos nunca por supuesta.

Hay que estar muy atentos porque, una deslealtad, casi nunca surge de forma espontánea. Por lo general, suele cocinarse a fuego lento.

Ante el más mínimo indicio de una deslealtad, hay que atajarla cuanto antes, como si de un tumor maligno se tratara. Hay que actuar con celeridad porque, de lo contrario, las consecuencias pueden ser irreparables.

¿Esto significa que hemos de ser “desconfiados” para con las personas que nos rodean? Sí, hay que serlo, especialmente, en el ámbito de  la actividad política.

No debemos de olvidar que, en política, no existen los amigos, y los enemigos asechan por cualquier lado, pueden tomar cualquier forma, especialmente la de ser uno de nuestro más íntimo colaborador. Por eso, siempre hemos de estar alerta.

Por tanto, no confundamos los conceptos de compromiso, fidelidad y lealtad. No demos por hecho que uno lleva al otro.

Procuremos rodearnos de colaboradores fieles y comprometidos, pero, exijámosle lealtad. Forjemos relaciones mutuas de lealtad y nunca la demos por supuesta.

Establezcamos un statu quo que sea beneficioso para ambos, un instrumento que nos proteja, una herramienta que opere como barrera de contención frente a una deslealtad y, por ende, a una traición.

Tanto en política como en la vida misma, reivindiquemos el valor de la lealtad.

11S, VEINTE AÑOS YA

Foto: Noticieros Televisa com

Se cumplen 20 años de los atentados del 11 de septiembre en los Estados Unidos de Norteamérica, el día en el que, para bien o mal, el mundo cambió. La magnitud y el impacto que generó aquel acontecimiento, nos hace tener presente  lo que hacíamos  y dónde nos encontrábamos, justo en aquel preciso instante.

Dando la vista atrás, me viene a la memoria aquella reunión en pleno corazón del Paseo de la Castellana, en Madrid, a las 15:00 horas de España. Junto a otros compañeros de trabajo, me encontraba en una sala de juntas e íbamos a iniciar una videoconferencia a través de aquellos primeros sistemas de videoconferencia.

Justo en aquel momento, encendí el televisor que estaba en aquella sala de juntas, y al buscar el canal por el que íbamos a tener la reunión con otros compañeros que estaban  en las oficinas de Bilbao, en Euskadi, aparece en pantalla una imagen de las torres gemelas y, de una de ellas, salía una columna de humo.

Foto: Antena 3 Noticias

Al principio no prestamos mayor atención, aparentemente parecía la escena de una película pero, vemos que se trata del informativo de Antena 3 Televisión que, a esa hora iniciaba su emisión. Al tomar el mando y activar el sonido, recuerdo cómo, los cuatro compañeros que estábamos en aquella sala nos quedamos atónitos viendo la televisión. Sin mediar palabra ente nosotros, ni miradas, de repente, en la pantalla vemos como un avión impactaba en la segunda torre. Fue en aquel momento cuando uno de los  compañeros dice: “es un atentado”, cosa que luego se confirmaría. Fue justo aquella palabra la que nos hizo reaccionar.

En aquel momento reparo que, que en Nueva York eran las nueve de la mañana y, de repente, viene a mi mente la imagen de mis amigos, y la de antiguos compañeros de trabajo que conocí años antes en mi estadía en aquella ciudad. Sabía que algunos de ellos, por motivo de trabajo, frecuentaban aquellos edificios. Entonces corrí a mi puesto de trabajo, intenté llamar por teléfono pero fue imposible, las líneas estaban colapsadas. Acudí a ver en Internet las páginas de informativos, CNN, New York Time, ABC News, Fox News.

Foto: CNN News

Las que funcionaban, en esos primeros momentos,   apenas ofrecían alguna imagen e información de primer impacto. Todo era confuso hasta que, de repente, aquellas páginas de Internet se transformaron, desaparecieron las fotos y los elementos gráficos, mostrando un texto plano. Luego supe que, por cuestiones técnicas y el uso del ancho de banda de entonces en al red,  lo hicieron para aligerar el contenido que tenían y así poder seguir facilitando información, como si de un teletipo se tratara. Cuando vi aquello es cuando tome conciencia de la gravedad de lo que estaba pasando y de lo que podía pasar.

Seguía sin saber  nada de mis amigos y conocidos. Lo único que se me ocurrió fue mandarle un e-mail a cada uno de ellos para saber si estaban bien.  Ahora que lo pienso, fue como poner un mensaje en el interior de una botella y lanzarla al mar, a un océano con olas del tamaño de aquellas dos torres que, atónitos, vimos colapsarse delate de nuestros ojos, como si hubiéramos estado en cualquiera de las calles del Lower Manhattan.

Nunca llegamos a hacer aquella conferencia pero, allí nos quedamos toda la tarde en aquella sala de juntas, sin apenas hablar entre nosotros y con la mirada puesta en la pantalla del televisor, y en mi caso, esperado la respuesta de unos correo electrónicos que hacían más angustioso el momento que estaba viviendo. Una sensación que se repetiría años más tarde, el 11 de septiembre de 2004, justo en aquellas mismas oficinas, cuando conocimos, a primera hora de la mañana, la noticia de los atentados en la Estación de Atocha, en Madrid.

Curiosamente, tras conocer lo ocurrido en ambos atentados, cuando regresaba a mi casa en el centro de Madrid, lo solía hacer en un autobús que recorría todo el Paseo de la Castellana. Aún recuerdo, la expresión en la cara de las personas que iban en aquel autobús y el silencio que lo inundaba todo.  Una sensación extraña que sigue presente cuando llegan estas dos fechas que, como a muchos de nosotros, han marcador nuestras vidas, el 11S y el 11M.

Por suerte, poco  apoco, casi muchas horas más tarde, empezaron a llegar respuestas a aquellos  correos electrónicos del 11S. En la mayoría de ellos, sólo aparecía escrito, “todo bien”, “estoy bien”, “ahora no puedo, ya te cuento”. Con pocas palabras, lograron calmar mi ansiedad. Afortunadamente ninguno de ellos fue a aquellos edificios aquel día pero, sí que conocidos de estos, perdieron la vida dentro de aquellas  torres.

Foto: CNN News

Es la primera vez que recuerdo con detalle lo ocurrido día. Quizás sea porque, veinte años más tarde me encuentro involucrado en un proyecto profesional y en unas circunstancias personales muy parecidas a las que tenía aquel día del mes de septiembre del año 2021 cuando, en pleno corazón financiero de la ciudad de Madrid, preparaba el inicio de aquella videoconferencia y nos sorprendió ver lo que estaba ocurriendo al otro lado del Atlántico, en una ciudad a la amo y que siempre la llevaré en mi corazón.

Entonces vivíamos el estallido de Internet, de las llamadas “Punto Com”. El mundo estaba a nuestros pies, teníamos el futuro al alcance de la mano y, en cuestión de minutos, aquellos atentados lo cambiaron todo.   

Por aquel entonces, participaba en el lanzamiento de uno de aquellos portales de Internet de la época, que se llamaba Canal21.com, de grupo Euskaltel, que posteriormente, como tantos otros, debido precisamente a la crisis económica y de seguridad que tuvo lugar tras aquellos atentados, y las consecuencias de la famosa “burbuja de las punto com”, terminó por desaparecer y, como otros proyectos digitales de la época,  han pasado a formar  parte de la historia de aquellos primeros y apasionantes inicios de Internet.

Ahora ando en las mismas, lejos de mi país y trabajando en un ámbito digital muy diferente al de veinte años atrás. Es como si regresáramos a aquel momento, pero con veinte años más en nuestras espaldas, un poco de más experiencia y haber vivido otro acontecimiento que lo ha vuelto a cambiar todo, una pandemia que ha supuesto otro punto de inflexión para la humanidad, tal y como ocurrió con aquellos atentados.

Y es que, a pesar del tiempo transcurrido, cuando he vuelo a ver las imágenes de lo que ocurrió aquel 11S, me sigo sobrecogiendo y, por unos instantes, me invade un sentimiento extraño de pena y de tristeza.

Foto: Paseo de la Castellana, 93. Madrid. España

Han pasado veinte años de aquella reunión con cuatro compañeros en una oficina del número 93  del Paseo de la Castellana, de Madrid, donde vimos cómo el mundo dejaba de ser lo que conocíamos hasta ese momento. Por circunstanciáis de la vida, por la distancia quizás, no tengo noticias de ellos pero seguro que, donde quiera que se encuentren, quizás en estos días se han acordado de aquel momento, del mismo modo que lo estoy haciendo yo.

A todos ellos, si logran ver este artículo, les mando un abrazo muy grande y decirles que siempre estarán en mi corazón. Y a quienes perdieron a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo en aquel desafortunado y cobarde atentado, una vez más, a pesar de los años que han pasado, les transmito mis más sinceras condolencias.

ESPAÑA: TRES MUJERES Y TRES PORTADAS DE PERIODICO

Portada

¿Estamos ante tres posibles candidatas a presidir en Gobierno  de España en unas próximas Elecciones Generales?

Isabel Díaz Ayuso, Inés Arrimadas y Carmen Calvo, tres mujeres, tres experiencias distintas frente al COVID-19. Tres posiciones ideológicas y protagonistas de la portadas de tres de los periódicos más influyentes y con tendencias editoriales muy marcadas, El Mundo, el ABC y El País. Y una pregunta, ¿estamos ante tres posibles candidatas a presidir en Gobierno  de España en unas próximas Elecciones Generales?

El domingo, 10 de Mayo de 2020, inmersos ya en una tercera prórroga del Estado de Alarma derivada de las medidas adoptadas para hacer frete a los efectos del COVID-19 y cuando buena parte del país ya gozaba  de la Fase 1 del desconfinamiento progresivo de la población, nos vimos sorprendidos por la presencia de estas tres destacadas políticas en la portada de estos tres medios de comunicación.

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No sólo es llamativo por su presencia ocupando las portadas en estos medios de comunicación en sí, lo es también porque, históricamente, estos tres medios  de comunicación han “ayudado” a poner y a quitar presientes del gobierno aunque, esta vez hay una novedad realmente significativa, que las protagonistas de estas tres portadas son tres mujeres de peso, con carisma, carácter y demostrada capacidad de liderazgo.

Se trata de tres mujeres que representan tres ópticas diferentes de entender y hacer política que, al igual que el conjunto de los ciudadanos del país, viven circunstancias excepcionales derivadas de una pandemia que nadie podía imaginar su alcance  y que, a su vez, sus trayectorias vitales en la vida pública, las ha llevado a encontrarse en la primera línea de la toma de decisiones para hacer frente a esta crisis sanitaria, ya sea desde la acción de gobierno, el caso de Carmen Calvo en el ejecutivo nacional y el de Isabel Díaz Ayuso, al frente de la Comunidad de Madrid, o bien desde la oposición, el caso de Inés Arrimadas.

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Tres portadas y tres imágenes que bien podrían representar la diversidad social de todo un país. Tres maneras distintas de hacer y entender la política, tres visiones diferentes de país y tres formas distintas de querer enfrentarse ante una pandemia. Pero además, tres formas distintas  de comunicar.

Inés Arrimadas

Por su parte,  Inés Arrimadas, la actual líder de Ciudadanos, aunque de puertas para adentro, se encuentra inmersa en una intensa batalla interna dentro en su propia formación política. Ella sabe que en unas próximas Elecciones  Generales se lo juega todo a una carta, no sólo su futuro político, sino el de su propia organización. En este sentido, tras el decepcionante resultado obtenido en las últimas Elecciones Generales, la dimisión de Albert Rivera, carismático líder de esta formación política, a la que ella misma sustituyó, así como las renuncias posteriores de otras personalidades relevantes de su organización política. Y en esta etapa de su vida política, debe de hacer frente a la necesidad de consolidar su liderazgo y de ganarse la confianza de los suyos para, al mismo tiempo, diseñar un proyecto “de centro” que le permita remontar la posición actual de Ciudadanos en el nuevo contexto político del posCovid19 y en un entorno en el que las encuestas no le son favorables

Carmen Calvo

En cuanto a Carmen Calvo, Vicepresidenta primera, ministra de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, y a su vez, Secretaria de Igualdad del PSOE, creo que no me equivoco al afirmar que puede ser el relevo natural del actual presidente Pedro Sánchez, y una más que probable apuesta del Partido Socialista Obrero Español para intentar recuperar el desgaste que, a buen seguro,  traerá consigo la gestión del  antes, durante y el después de la crisis de Covid-19. Puede ser quien, llegado este momento, dé ese paso como una líder capaz de aunar las distintas corrientes dentro de su propio partido para, de contar con el apoyo de los suyos, garantizar un “cierre de filas” entorno a su figura que le puede llevar a La Moncloa pero, esta vez, como presidenta.

Isabel Díaz Ayuso

Y qué decir de Isabel Díaz Ayuso, actual Presidenta de la Comunidad de Madrid. Cuenta con el apoyo de la Fundación Faes, algo que, en los tiempos que corren, es muy importante. Alumna aventajada de Esperanza Aguirre, no sólo conoce las interioridades y la forma de hacer del Partido Popular en la Comunidad de Madrid, sino que, llegado el momento, puede contar con un sector importante dentro de su formación política en el ámbito nacional,  aquellos que, en su momento, apoyaron a Pablo Casado en el último congreso de los populares. Además, sabe perfectamente cómo aprovechar las oportunidades, cómo sacar partido a su imagen, en cómo comunicar lo que ella quiere cuando lo quiere y no le da miedo la crítica, al contrario, se crece con ella. En esta crisis del coronavirus ha visto una excelente oportunidad para impulsar su carrea política para, no solo consolidar y posicionar su imagen en el ámbito de su Comunidad Autónoma sino que, al mismo tiempo, proyectarla a todo el territorio nacional. Si bien esto así, creo que, para no frustrar sus ambiciones políticas, el principal escollo que puede tener, no está en cómo puedan tensarse en un futuro las relaciones con sus actuales socios políticos en su gobierno o, en las consecuencias futuras relacionadas con determinadas decisiones llevadas a cabo durante la gestión de la pandemia del coronavirus al frente del ejecutivo regional, sino que, el principal obstáculo lo puede tener dentro de su propia casa. A riesgo de equivocarme, me refiero a la figura del actual presidente de su propia formación política, a  Pablo Casado que, es quién único puede llegar a frenar sus ambiciones a medio y largo plazo, aunque no creo que éste sea realmente un problema para ella.

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Puede que esta reflexión no sea más que un capítulo más de la política ficción que surge después de tantos días de confinamiento pero creo que sí que estamos ante tres posibles candidatas a ocupar la presidencia del Gobierno de España. Aunque sea prematuro realizar esta afirmación, pero sinceramente, no lo veo como algo descabellado. Al fin y al cabo, si hago esta reflexión, no es más que para, cuando llegue el momento,  volver a revisar la portadas de estas tres publicaciones, leer sus titulares y constatar si acerté o no en mi predicción.

Txt4Dicho esto, no quiero terminar esta reflexión sin dejar en el aire una pregunta, ¿qué puede ocurrir en otras formaciones políticas?

Sinceramente, creo que sería muy sano para nuestra democracia posCovid-19, que también fuera una mujer la futura candidata de la formación política Unidas Podemos y, de ser así, no quiero aventurarme a dar un nombre. Tampoco sé hasta qué punto, su actual líder, Pablo Iglesias, y entro de esta formación política, están abiertos a contemplar esta posibilidad.

Donde lo veo menos probable es en Vox, donde la figura de Santiago Abascal, a fecha de hoy, es del todo indiscutible e insustituible para poder afrontar con garantías una próxima contienda electoral. Situación muy similar es la que puede darse en Más País, y con el liderazgo de  Iñigo Errejon.

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De cualquier forma, más allá de programas y propuestas políticas, si al frente de las listas electorales de las principales formaciones políticas, fueran ellas las aspirantes de sus respectivas organizaciones políticas a ocupar La Moncloa, creo que vamos a asistir a una campaña electoral que no va a dejar indiferente a nadie.  Con esta explosiva combinación de liderazgos, con tanta personalidad concentrada en estas tres mujeres, auguro unas próximas Elecciones Generales en España muy, pero que muy interesante.

Y es que, si esto ocurre, podemos estar ante un hecho realmente  trascendente en la historia democrática de este país. Solo el tiempo nos dirá si se cumple o no esta predicción. Habrá que estar muy pendiente de la evolución política de estas tres mujeres en los próximos meses.

 

Fotos: Cuentas Twitter @InesArrimadas  @carmencalvo_  @IdiazAyuso

ESTRATEGIA DIGITAL: PONGAN UN HOUSTON EN SUS ESTRATEGIAS

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Ponencia XV Cumbre Mundial de Comunicación Política

Durante los días 19, 20 y 21 de febrero de 2020 se celebra la XV Cumbre Mundial de Comunicación Política y, en esta ocasión, presento una ponencia que lleva por título: “Estrategia digital: pongan un Houston en sus estrategias”.

A continuación paso a esbozar el contenido de dicha ponencia, con la idea de plantear un asunto que me preocupa de forma especial y donde, durante la exposición de mi ponencia quisiera apuntar una posible solución para que, con ello y de alguna manera, podamos garantizar que en nuestras campañas electorales o nuestras acciones de comunicación de gobierno, podamos mantener, en todo momento, una única estrategia de comunicación.

Por unos instantes, invito al lector a detenerse durante por unos minutos a reflexionar sobre un aspecto de nuestro trabajo como especialistas en comunicación política del cual, nos guste o no, va a depender buena parte del éxito y de la efectividad de nuestras acciones de comunicación en cualquiera de las campañas electorales o de gestión de gobierno en la que podamos estar trabajando.

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Dicha preocupación y mi ponencia trata sobre esa especie de divorcio que suele existir entre el mundo online y el mundo offline de la comunicación. De esa disfunción que suele existir entre lo que podemos llamar el ámbito de la “comunicación analógica”, aquella cuyo cauce natural son al vías convencionales de comunicación, y el ámbito de la “comunicación digital”, aquella que, por lo contrario, se centra principalmente casi exclusivamente en el ámbito de las redes sociales.

Es aquí donde quiero centrar la atención del lector, no tanto en analizar las causas de dicho “divorcio” sino en el hecho de ver cómo podemos solventar esta situación que, de alguna manera, puede llegar a lastrar cualquier iniciativa comunicacional que queramos emprender en el ámbito de nuestro trabajo diario como profesionales de la comunicación política.

De algún modo, si logramos centrar parte de nuestros esfuerzos en evitar esta circunstancia, es donde, a mi juicio, puede radicar la auténtica unidad en las acción por todos los agentes que participan en una campaña electoral o en cualquier acción comunicacional de gobierno que requerimos cuando desempeñamos nuestro trabajo.

Y es que, siendo realmente autocríticos con nuestro trabajo, hemos de reconocer que esta situación se repite con relativa frecuencia, más de lo que quisiéramos.

Esa falta de unidad en torno a una única estrategia de comunicación lo que  condiciona, y mucho, nuestro trabajo como profesionales de la comunicación política.

Por eso mi preocupación entorno a este tema y es lo que me ha llevado a presentar esta ponencia, con la idea de poder analizar si, en verdad, contamos con una única estrategia de comunicación clara y definida, en donde el la comunicación “online” y “offline” han de ir de la mano, marcando un único objetivo y, en el caso de reconocer que esta circunstancia no se da, debemos de centrar nuestros esfuerzos en ver cómo podemos hacer para solventarla.

Es aquí donde, de alguna manera, la propuesta que quiero plantear con esta ponencia, pasa por reivindicar la existencia de una figura en nuestro organigrama de comunicación de campaña o de gobierno que yo vengo a llamar “un Houston”.

Una propuesta de solución que pasa por la presentación de mi ponencia con la idea de poder debatir entre colegas de profesión sobre si este concepto o esta figura que propongo, en verdad, puede ser una solución, más o menos viable,  que nos va a permitir poder mantener viva una única estrategia de comunicación y no dos o tres estrategias de comunicación a la vez ya que, al fin y al cabo, nuestra finalidad es mantener una auténtica unidad de acción en nuestras estrategias de comunicación, en donde, hemos de logar mantener una única estrategia de comunicación pensada, diseñada y ejecutada para alcanzar un único objetivo de comunicación.

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Y es que, no importa el número de campañas electorales o las acciones de comunicación de gobierno que hayamos hecho. La realidad es que, todavía, en los tiempos que corren, seguimos haciéndonos las mismas preguntas: ¿por qué es tan complicado mantener una única estrategia de comunicación?, ¿cuál es el motivo por el que, en un mismo momento, conviven más de una estrategia de comunicación? Y sobre todo, ¿a qué se debe que siga siendo común el hecho de coexistir una estrategia de comunicación offline y una estrategia de comunicación “online” que son gestionadas como si de compartimentos estancos se tratara?

Preguntas estas que, como profesionales de la comunicación y del marketing político nos seguimos haciendo, con más frecuencia de lo que fuera deseable, al término de cada uno de nuestros trabajos. Y, lo más importante, ¿por qué resulta tan difícil hacer entender a nuestros clientes que esta especie de “divorcio” es perjudicial para sus propios intereses y debemos de hacer todo lo que esté en nuestra mano para intentar evitarlo?

Son precisamente estas cuestiones las que he creído conveniente poner sobre la mesa en la XV Cumbre Mundial de Comunicación Política.

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Pero antes de entrar a tratar cuál puede ser una de las soluciones que quiero aportar en esta ponencia y que, a mi juicio, puede dar respuesta a estas cuestiones, voy a permitirme la libertad de compartir parte de mi experiencia personal. Una experiencia que me ha llevado a plantear esta cuestión y sobre todo, a  apuntar una posible solución.

En los últimos cinco años he participado en varias campañas electorales y si me preguntan, ¿cuántas he ganado?, les respondo como me decía un antiguo profesor, “he perdido tres campañas”. Y en dos de estas campañas electorales, he llegado a la conclusión que las he perdido porque precisamente nos olvidamos de un concepto básico y casi de manual de comunicación.

Un concepto básico que pasaba porque, aunque en estas dos campañas, existía una estrategia de comunicación bien definida, contábamos con un manual de campaña casi perfecto, un plan de acción digital en donde se recogían todos los consejos, tendencias y herramientas de lo último en marketing digital, todo se nos vino abajo por un único motivo, un mismo escenario que hizo que todo fallara.

Ese motivo, ese fallo de manual de comunicación básica, pasaba porque la estrategia de comunicación de estas dos campañas, no fue entendida y compartida por todos los agentes integrantes de la organización, ni tan siquiera, del propio candidato/a. Y, sobre todo porque, en ambos caso, y de forma muy particular, la estrategia de comunicación digital iba por un lado, casi definiéndose y perfilándose al abur del día a día, alejándose cada vez, más alejada de la propia estrategia de comunicación offline de la campaña y para cundo se quisieron implementar medidas correctoras ya era demasiado tarde.

Es decir, en ambos caso, se dio un claro “divorcio” entre la comunicación digital y la comunicación de campo (o analógica). Un divorcio que al final terminó por diluir el verdadero mensaje de campaña.

Por eso, aunque la teoría y el sentido común nos dice que tenemos que tener bien claro y, en todo momento, que sólo ha de existir una única estrategia de comunicación donde jamás, el entorno digital de la comunicación, no puede operar de forma independiente o  separada, ha de estar integrada en una estrategia global de comunicación. Se nos olvidó que, ambas vías de comunicación, han de fluir con total normalidad.

Este es solo un ejemplo y con ello he querido hacer una auténtica autocrítica profesional, como lo hice en su momento ante mis clientes de entonces pero, he querido aprovechar la oportunidad de compartirla en mi ponencia para tenerlo siempre presente.

Es por eso que no podemos bajar la guardia o dado todo por entendido, la realidad es que, en más ocasiones de lo que quisiéramos, esto que les he contado, pasa y, más de lo que quisiéramos, es relativamente frecuente encontrarnos con una comunicación digital que no depende directamente de las directrices marcadas por una estrategia de comunicación general, sino que se va diseñando y poniendo en la práctica de manera autónoma, en función de cómo van derivándose los acontecimientos.

Por eso, he querido compartir mi experiencia personal en esta XV Cumbre Mundial de Comunicación Política.

Este fue mi fallo y, por unos instantes, quisiera que pensemos en ello. Pensar si nos ha ocurrid alguna vez o voy más allá, pensar en cuántas veces hemos vivido esta situación y, sobre todo, qué factores o elementos la han detonado pero, si somos capaces de estructurar nuestro trabajo y hacer entender a nuestros clientes que estas situaciones pueden sucederse y que hay que tomar las medidas que sean necesarias para evitarlo o, cuando menos, minimizarlo.

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Es justo aquí, a partir de esta experiencia personal, donde reside la intencionalidad del título de mi ponencia. Un título de ponencia que no pretende otra cosa que constituir una pequeña llamada de atención sobre esa especie de “divorcio” que suele darse entre el mundo analógico y el mundo digital de la comunicación política. Un “divorcio” que, a mi juicio, suele ser más evidente cuando lo analizamos desde la óptica de lo que son nuestras estrategias de comunicación digital.

Y es que, contar con una buena estrategia de comunicación es fundamental para quienes desempeñan, bien labores de gobierno, como para quienes ejercen la función de oposición política, o quienes aspiran a ser futuros candidatos a participar activamente en la vida política. Esto es así, no solo en un entorno offline, como en un entorno online.

Hoy por hoy, contar o no con una buena estrategia de comunicación determinará el éxito o fracaso de la gestión de todo político o institución política y pública que aspira a revalidar o a alcanzar la confianza del ciudadano, o simplemente a consolidar o aumentar su capital político.

Si bien esto es así, la realidad y nuestro trabajo como consultores en materia de comunicación y marketing político, nos muestra un panorama mucho más complejo, derivado de una circunstancia, que  en la mayoría de los casos, tanto en acciones ligadas a la comunicación de gobierno, a las de oposición o al las propias campañas electorales, es más frecuente de lo que, a priori, nos pudiera parecer. Es relativamente habitual encontramos con más de una estrategia de comunicación que, más allá de complicar nuestro trabajo, perjudica de forma más que evidente a los intereses de nuestros clientes y de los objetivos que se han establecido en materia de comunicación.

Es por ello que, una vez dicho esto, quiero exponer lo que entiendo puede ser una eficaz herramienta que nos puede ayudar a aportar algo de luz sobre esta anomalía, e intentar argumentar de dónde surge este término/concepto/idea que, a mi juicio, puede ayudar a que esta especie de “divorcio” entre las estrategias de comunicación digital y analógica no tenga lugar y, en el caso que ocurra, contribuya a minimizar los efectos negativos que pudieran derivarse en cualquier estrategia de comunicación a la que tengamos que hacer frente.

Me refiero a  la idea de incorporar en nuestras estrategias de comunicación digitales lo que yo he venido en llamar “un Houston”. Y digo digital porque creo que es precisamente, desde este ámbito de la comunicación donde, debiera de partir la iniciativa de proponer esta figura de mediación entre su mundo y el mundo offline de la comunicación. Es a partir de esta área donde ha de formularse esta propuesta de solución ya que, es en este canal de comunicación quien suele sufrir más problemas de “comunicación” o de “entendimiento” con quién ha diseñado y con quien es el responsable de ejecutar la estrategia global de comunicación, bien sea de una campaña electoral, como de una comunicación global de gobierno.

Txt5Esta idea/solución de incorporar “un Houston” en nuestras estrategias de comunicación, surge a partir de mi experiencia en las pasadas elecciones a la presidencia de México en el año 2018 y como, a partir de entonces, he intentado poner en práctica esta idea y esta figura, en los trabajos realizados durante las elecciones generales y en las elecciones locales y autonómicas en España en el año 2019.

En ambos casos, el equipo de campaña tuvo clara la importancia de contar con una única y sólida estrategia de comunicación y, para intentar evitar una posible desviación entre lo que venía a ser la estrategia de comunicación online y offline, implementamos la figura de “un Houston” lo que hizo que, de una forma determinante, con independencia del resultado lectoral final, nos permitió alcanzar el objetivo estratégico que, desde el punto comunicacional, nos habíamos marcado en aquella campaña.

He de decir que tano en el caso vivido en México como en España, en ambos fui yo el que personalmente asumió la figura de ese “Houston”. Por eso, desde esa posición en el organigrama de campaña, como si de un auditor externo se tratara, trabajamos para  conseguir que, en esas campañas electorales, insisto, con independencia del resultado final obtenido, sólo existiera una única estrategia de comunicación, donde el área digital se encontraba perfectamente integrada como un elemento estratégico más que lograron entender todas las personas y agentes que participaron es esas campaña, especialmente los que operaban en el entorno offline.

Como dato curioso, desde la el ámbito digital, esa coordinación entre amaos mundos de la comunicación, online y offline, hicieron que, en el caso concreto de la red social Facebook, que era entonces la red social prioritaria, posibilitó  generar un “engagement” realmente espectacular, incluso por encima de nuestros más directos competidores en aquellas contiendas electorales. Logramos una amplia red de seguidores comprometidos que, no sólo hicieron de altavoz de nuestros mensajes, sino que, al final, lograr lo que, a simple vista es un imposible, logramos romper con un paradigma de la  comunicación política digital, que en todos estos casos “un like” se tradujera realmente en un voto. Esto no ocurrió al cien por cien pero si logramos estimar que un 80% de esos “likes” se tradujeron en un voto para con nuestro candidatos/as.

Y eso sólo fue posible porque, la estrategia online siempre fue de la mano de la estrategia off line y viceversa, y por mantener en todo momento un exquisito equilibrio entre las estrategias digital ya analógica, manteniendo en todo momento una única estrategia de comunicación.

Por eso, la introducción de esta figura, “un “Houston”, paso a ser calve en el resultado final obtenido. Es cierto que en algunas de estas campañas las circunstancias de la propia competición electoral no resultaron ganadoras pero otras de ellas si lo fueron.

Al fin ya la cabo, la idea no fue tan innovador, surgió fruto de experiencias negativas pasadas y, casi casi, del sentido común, aquel que dicen que es el menos común de los sentidos. No fue más que contar con un profesional de la comunicación independiente, que conozca y sepa manejarse tanto en los entornos digitales, como en las acciones de campaña más próximas a la calle, y fuera capaz de hacer de conexión o puente de enlace entre los estos dos mundos, el online y el offline, de la comunicación política.

Es y se trata de una especie de “controlador aéreo”, capaz de gestionar los  distintos “aviones” que operaban en estas campañas, intentando que no se salieran de la ruta marcada para cada uno de ellos, posibilitando que pudieran llegar con éxito y sin incidentes a los distintos aeropuertos de cada una de aquellas campañas, aeropuertos que equivalen a aquellos “objetivos parciales” que debían de apoyar al objetivo principal de estas campañas electorales.

Con ellos, con la incorporación de esta figura, evitamos que la estrategia digital hubiera sido una y, la del resto de la campaña, otra. Y es que, aunque, una cosa era y es la estrategia, otra cosa era y es la operativa de campaña. En ambos caso nuestro “Houston” posibilitó que ambas fluyeran con total normalidad durante esas campañas electorales. En este caso, la estrategia era nuestro plan de vuelo y el avión el medio que nos permitía llegar de un punto, en donde el área digital no era más que uno de esos aviones que navegaba dentro de su propio “espacio aéreo” y que, en ningún momento, llegó a colisionar con el resto de aviones o elementos que formaban parte de estas campañas electorales, como podía ser con el  avión de relaciones públicas, el de redacción de mensajes y discursos, el de agenda del candidato/a, el de logística, el de eventos de campaña, el área de prensa o de  comunicación y alguno de ellos más.

Por eso, ha sido fruto de esta experiencia práctica y los buenos resultados que se obtuvieron con esta figura mediadora, lo que me ha llevado a tomar la libertad de proponer como solución a esa especie de “divorcio” entre lo que puede ser la estrategia de comunicación general de una campaña electoral o de comunicación de gobierno y su correspondiente estrategia de comunicación digital, motivo que me ha llevado a presentar esta ponencia en la XV Cumbre Mundial de Comunicación Política.

De una manera gráfica, este es el lugar que entiendo ha de ocupar esta figura en nuestra organización.

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Y es que, como ya hemos apuntado, “un Houston”, no es otra cosa que un profesional de la comunicación, con una visión realmente estratégica de la comunicación, que sea capaz de crear  puentes entre el mundo digital y el mundo analógico de la comunicación.

Se trata de una persona, a ser posible, independiente de la organización de campaña o de gestión de comunicación de gobierno o de oposición, que tenga clara cuál es la estrategia general de comunicación y como si de un controlador aéreo se tratara, sea capaz de gestionar los diferentes aviones y planes de vuelo que intervienen en una estrategia de comunicación. Una figura  que ha de velar para llevar, sanos y salvo, a estos aviones ya sus pasajeros a sus respectivos aeropuertos de destino, tanto aquellos que operan en rutas analógicas o de campo, como aquellos os que lo hacen en el espacio aéreo digital.

Y como apunte personal, me permito recomendar que, lo conveniente es que este profesional pudiera participar desde un primer momento de la definición de la estrategia global de comunicación y, a modo de auditor externo, sea capaz de velar, con autoridad reconocida, por la correcta ejecución de la misma, y teniendo que rendir cuentas de su gestión sólo ante el máximo responsable de la campaña electoral o de comunicación de gobierno/oposición, sólo ante esta figura y nadie más, ni tan siquiera ante el cliente final.

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Dicho esto, como conclusión de mi ponencia y como base de debate, quiero poner en valor, la necesidad o conveniencia de contar con esta figura en nuestras estructuras de comunicación de campaña o de comunicación gobierno/oposición, la oportunidad  de contar con “un Houston” en nuestras estrategias de comunicación.

Por eso, me gustaría que me ayudaran a confirmar si la afirmación que hago en el título de mi ponencia es o no conveniente, si puede ser una posible solución que nos permita ser más eficaces en nuestro trabajo y en las acciones de comunicación política en las que podamos estar involucrados.

Probablemente contar con “un Houston” no es no es la única vía de solución pero sí que me gustaría que se considerara, sometiéndola a debate en esta XV Cumbre Mundial de Comunicación Política para, a partir de ahí, y de la suma de muchas otras experiencias personales y profesionales, explorar nuevas alternativas capaces de dar respuesta a un problema que, hoy por hoy, sigue siendo un lastre importante en la consecución de nuestro trabajo, en esa meta profesional que no proponemos cada vez que asumimos un reto profesional ligado con la consecución de una campaña electoral o de comunicación de gobierno/oposición, que no es otra es materializar el objetivo y los deseos de nuestros clientes.

 

POLÍTICA: ¿MEDIOCRIDAD O EXCELENCIA?

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Nadie puede negar que vivimos tiempos complejos en donde los cambios se suceden sin casi darnos cuenta y si existe un lugar done esos cambios son realmente significativos es en el ámbito de la política.

Los acontecimientos se suceden con tal rapidez que casi no nos da tiempo de asimilarlos pero, al mismo tiempo, tenemos la sensación que tal sucesión de cambios nos llevan a un mismo lugar, allí donde todo sigue siendo igual. Y en ello mucho tiene que ver la clase política que, en muchos casos,  nos ha tocado padecer.

Hace aproximadamente un mes que pensaba publicar este artículo de reflexión pero, por un motivo u otro, incluso estando redactado, no llegue a publicarlo.  Quizás he necesitado ausentarme durante todo este tiempo de España para, a mi regreso, darme cuenta que, visto lo visto en los acontecimientos derivados en la política nacional tras las dos últimas convocatorias electorales, creo que esta reflexión tiene más sentido que nunca.

Y es que, en apariencia, tanto desde los propios partidos políticos como de sus dirigentes, pareciera que existe una intención deliberada de presentarnos propuestas de cambio que, en verdad, resultan ser una especie de espejismo. Como si en un baile de disfraces se tratara, con sus palabras, propuestas y mensajes, nos invitan  danzar a su ritmo para que, una vez finalizada la melodía, una vez se ha contabilizado el último voto de la última votación, volviéramos a sentarnos en la misma silla en la que estábamos antes de comenzar nuestro baile y viéramos que, nadie ha cambiado de silla, todos permanecemos como un inicio pero, eso sí, más cansados y desorientados. Al final, pareciera que en la política actual, todo se mueve para intentar mantener al ciudadano ocupado, sin pensar demasiado, sin tiempo para tomar una actitud crítica frente a la vida y que, al final de este juego perverso, todo permanezca igual.

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Hago esta reflexión porque, la política, al fin y al cabo, no deja de ser más que el arte del poder y para quienes lo ocupan signan sin moverse de donde están, hay que mantener a la sociedad ocupada con este baile de la silla que, a fin de cuentas se remonta a tiempos inmemorables.

Por eso decimos que esto siempre ha ocurrido y seguirá ocurriendo pero, en los últimos años y especialmente en los momentos que corren, asistimos a una más que evidente deterioro del ejercicio de la política porque, más allá de los casos de corrupción que lo han invadido todo  de la creciente desafección de los ciudadanos hacia la política y  a los políticos en particular, parece que la política ha dejado de escribirse en MAYÚSCULAS.

Asistimos a una nueva etapa en la que bien podríamos decir que, la palabra política, la tenemos que escribir en MINÚSCULAS. Y ejemplo de ello ha sido el resultado final de las dos  últimas contiendas electorales vividas en España.

Una sensación que pasa por asistir a un momento que pasa por exaltación de la mediocridad frente a la excelencia, por querer, desde la política, querer gestionar la mediocridad frente a la gestión de la excelencia. Y es que asistimos a ese baile de sillas ya mencionado porque, da igual lo que el ciudadano ha terminado por votar porque, el resultado final, pasa por mantenerse ocupar el poder a toda costa y no tomar decisiones pensando en el interés general sino el del propio político y el de su partido.

Una vez más, está ocurriendo lo de siempre y parece que poco nos importa. Da igual lo que se haya prometido, da igual los votos que se hayan obtenido, al final, sólo es necesaria la pequeña y sutil legitimación que te dan las urnas para iniciar una carrera suicida que permita alcanzar una mínima cuota de poder.

Durante años nos han hecho pensar lo contrario. Es como si nos hubieran tenido ocupados en pensar en que debíamos de buscar la excelencia por encima de todo mientas, que quienes han controlado y siguen controlando el poder, lo que en verdad pretendían era que la mediocridad de nuestras sociedades fuera una máxima, especialmente entre nuestros políticos, precisamente esos a los que hay que votar para que todo siga igual.

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Como todo en la vida hay excepciones. No todos los políticos ni toda la sociedad es así, pero después de analizar lo que ha ocurrido en los últimos meses en un país como España, con la guerra de pactos y acuerdos de gobierno, muy a pesar nuestro, creo que esta es la tónica general. La mediocridad se ha instalado entre nosotros, entre los políticos, y salvo que ocurra algo que lo impida, parece que ha venido para quedarse por un largo periodo de tiempo.

Aunque muchos de nosotros seguimos abogando por primar la excelencia frente a la mediocridad, vemos como en nuestro trabajo y entre los clientes que asesoramos, nos chocamos con el muro de la mediocridad. Un muro cada vez más infranqueable porque ya no vale construir mensajes que apelen  directamente a la razón, que fomenten el espíritu crítico del ciudadano. Por eso, si queremos ganar votos o afectos, hemos de trabajar la mediocridad como instrumento de comunicación política.

La mediocridad se sustenta en sentimientos muy básicos, en consonancia con las emociones, con un discurso fácil y con «la mentira» como pilar básico de su existencia. Esto no es nuevo, en otros momentos de nuestra historia nos ha tocado vivirlo pero, hoy por hoy, empieza a sr algo realmente preocupante.

Es por ello que, en nuestro caso, quienes trabajamos directamente con distintos dirigentes políticos, hemos visto como nuestro trabajo, casi exclusivamente, ha vendo  enfocado a impactar solo en las emociones, con lo que, el resultado final es que, hemos contribuido a alimentar la mediocridad y, por consiguiente, hacer que los políticos y las propuestas mediocres tengan un mayor impacto en la sociedad.

Es como si, al mismo tiempo que damos un paso hacia delante para intentar que las propuestas que mejor se ajustan al bien común se habrán hueco en el ruido mediático en el que estamos instalados, diéramos tres pasos hacia atrás para que al final, no pase nada, todo siga funcionando y que, al final, sea la mediocridad la que termine por imponerse.

Como ejemplo de ello me remito a una cosa. Cualquiera que conozca el funcionamiento de los partidos políticos, ya sea en España o en cualquier otro país de nuestro entorno, sabe lo difícil que resulta elaborar una lista electoral que, más allá de los concebidos compromisos o prebendas políticas, de quienes, en su día, van a estar al frente de nuestras instituciones y serán los que gestionen nuestros recursos.

Pues bien, les invito a hacer un ejercicio. Les invito a que analicemos todas y cada una de las candidaturas que se has presentado en estas elecciones en España y veamos quién es quién y si en  ellas y ellos, pesa más su vocación por exaltar y ejercer la excelencia o, más bien, se encuentran instalados en la mediocridad. Igual nos llevamos más de una sorpresa.

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Si esto es así, ¿por qué todo sigue igual?, ¿por qué los ciudadanos no son mucho más exigentes con sus políticos?, ¿por qué se dejan embaucar por líderes cada vez más populistas, más mediocres? ¿Quizás sea porque, al final, somos igual que ellos?

Mucho me temo que nos hemos instalado en el corto plazo y eso no ha hecho más que alimentar la mediocridad, terminado por traducirse en un voto cuyo resultado final y sus consecuencias, no vienen a ser otra cosa que un fiel reflejo de la sociedad del momento.

No sé cuánto va a durar esta situación pero lo cierto es que, si nos centramos en España y en los resultados de estas últimas elecciones, especialmente lo que ha ocurrido con la consecución de distintos acuerdos de gobierno, la situación empieza a ser realmente preocupante o, cuando menos, decepcionante.

Hemos visto como no existe un mínimo de decoro, un pequeño atisbo de vergüenza o dignidad entre nuestra clase política. Vemos como la ética en la vida política ha pasado a ocupar un segundo plano, si es que en algún momento  ocupó algún lugar destacado en el ejercicio dela política. La  búsqueda de la verdad ha dejado de ser un fin en sí mismo para pasar a ser un estorbo o un término incomodo que hay que saber gestionar.

Con todos mis respetos, e insisto, salvo ciertas excepciones, es como si hubiéramos elegido a unos políticos con un serio trastorno de  bipolar. Son tan evidentes sus mentiras y que, no sólo siguen sin reconocerlas, sino que una mentira sucede a la otra y cada vez es mayor que la anterior. Es como si vivieran distintas realidades paralelas que el ciudadano termina por creer.

Da igual lo que se haya dicho o prometido a la ciudadanía en periodo electoral porque, una vez que se tiene el voto, este no se utiliza para buscar el bien común, pareciera que se quisiera usar para el beneficio propio. Por eso, en los tiempos que corren, como el ciudadano se ha instalado en la mediocridad y todo parece darle igual, cualquier excusa o argumento es válido si eso permite alcanzar el poder porque, como antes recordábamos, la política no es más que el arte de ostentar el poder.

Es justo esto lo que más me inquieta, que no pase nada, que los ciudadanos, tras depositar nuestro voto, no nos cuestionemos lo que está ocurriendo, que vivamos ni un constante mercadeo político y que no seamos más exigentes con los políticos que hemos elegido.

Y es que, lo más preocupante es que se avecinan momentos muy complicados. Una supuesta crisis económica de la que ya muchos empiezan a hablar, posibles conflictos bélicos, restricciones comerciales, nuevos efectos del cambio climático o lo que supondrá la implantación de 5G, y mientras, nosotros instalados en la mediocridad.

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Para hacer frente a todas estas incertidumbres, nuestras sociedades necesitan contar con los mejores al frente de los gobiernos e instituciones y, como resultado de esa mediocridad generalizada en la clase política, por suerte o por desgracia, creo que no los tenemos.

Contamos con políticos ansiosos de poder, de poder contar un despacho, de coche oficial y todos los beneficios que lleva asociado un cargo público. Da igual que sea un político conservador, de izquierdas, de centro, liberal, de ultra derecha o de ultra izquierda. Todos parecen ser lo mismo y justo eso lo verdaderamente preocupante. Políticos que en su mayoría piensan tan solo en el corto plazo y no en intentar trascender con su gestión más allá de los pocos años que, con suerte, van a estar en el poder. Políticos que no miran por la excelencia y que prefieren seguir instalados en la mediocridad porque, hoy por hoy, es lo que más les conviene para poder preservar su estatus.

Resulta extraño que haga este tipo de reflexiones. Pareciera como si quisiera tirarme piedras sobre mi propio tejado, cuestionando a los que en teoría pueden ser mis clientes (los políticos) pero, si queremos avanzar y transformar de verdad nuestras sociedades, por lago hemos de empezar. Y eso pasa por ser más autocríticos y hacerlo von uno mismo, porque hay que reconocer que, hasta cierto punto, nos hemos dejado llevar, propiciando esta realidad. Tenemos que ser más exigentes con nuestros clientes pero especialmente, con nosotros mismos.

Reconozco que, por momentos, en las últimas campañas electorales en las que he participado, por momentos, he sucumbido a cierto grado de mediocridad y me niego a volver a repetirlo. Esta gran ola, este gran tsunami ha arrasado en todas nuestras campañas electorales pero, a pesar de todo, hemos sobrevivido, de recibir multitud de heridas fruto de la ambición y mediocridad de los contrincantes políticos e, incluso, de sectores bastantes allegados a nuestros candidatos, generando secuelas que probablemente, tardarán un tiempo en desaparecer. Quizás sea este artículo una de esas secuelas de campaña.

En cualquier caso, pese a la decepción del primer momento, tomar conciencia de esta situación, nos ha de animar a seguir adelante, a continuar luchando contra los molinos de mediocridad porque, al final y al cabo, necesitamos políticos que, cuando lleguen los momentos difíciles, sepan sacarnos del atolladero. Y esos pocos, van a ser muchos de los políticos que han «perdido» en estas elecciones o han «ganado» pero no han podido gobernar, e incluso, muchos de quienes no se encuentran en la primera línea política ni se encuentran generando titulares o sirviendo de argumentos para las tertulias políticas en los medios de comunicación y que invaden el ruido mediático al que estamos sometidos.

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La buena noticia es que nada es para siempre, que todo esto pasará pero la mala noticia es que, esto ocurrirá cuando las cosas empiecen a complicarse. Y es que, la factura de tanta mediocridad será importante y, para cuando tengamos que recomponer los trozos de nuestras sociedades, necesitamos a estas personas que, hoy por hoy han decidido ir contra corriente, anteponiendo la excelencia frente a la mediocridad. Ellas y ellos lo harán posible pero tendremos que esperar.

Es precisamente con esos políticos con los que hemos de trabajar, con quienes serán los líderes de un futuro no muy lejano, ayudándoles a superar esa mediocridad y trabajando en la búsqueda de la excelencia en la gestión política porque, cuando las cosas pinten feas, necesitaremos de esa otra clase política bien distinta a la actual, a esos que sigue queriendo aferrase al poder a toda costa.

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El hecho es que nuestra sociedad pareciera que sigue dormida, pero tarde o temprano terminará por despertar. Es por eso que nuestros políticos mediocres han de aprovechar esta especie de tregua porque, los ciudadanos terminarán por despertar y, ese despertar no será gratis, porque vivir en esta gran mentira lleva aparejado un alto precio, pero esta ha sido su decisión con la ayuda, consciente o no, de la mayoría de los ciudadanos que, al final, van a tener que padecer las consecuencias de sus decisiones.

En definitiva, creo que debemos de hacer un pequeño alto en el camino y reflexionar seriamente sobre lo que nos está pasando. Sobre lo que ha ocurrido en estas últimas elecciones en España y en tantos otros países de nuestro entorno y, con ello, sacar nuestras propias conclusiones.

Puede que esté equivocado, pero les confieso que no me gusta lo que veo y pensando en los tiempos que están por llegar, como profesionales de la consultoría o de comunicación política  pero, sobre todo, como ciudadanos, no podemos mirar hacia otro lado.

No vamos a espera que nuestro políticos cambien. Tenemos que ser nosotros, con nuestro trabajo diario, los que tenemos que ayudar a generar ese cambio y con ello, contagiar a nuestros clientes, a esos políticos que tampoco les gusta lo que ven y que no se conforman con lo que está ocurriendo. Ahora no podemos renunciar, somos más necesarios que nunca.

LECCIONES DE UNA CAMPAÑA

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Por fin hemos terminado dos campañas electorales en España que, sin lugar  a dudas, han marcado un antes y un después en la forma de hacer campañas en este país.

Han sido prácticamente tres meses de intenso trabajo y con un resultado en las urnas que no ha hecho más que demostrar que este país sigue siendo más plural que nunca. Hemos participado en unas elecciones que, muy probablemente, determinarán muy mucho el futuro político y social que vamos a vivir en España durante los próximos años.

Txt1En el ámbito profesional, he de decir que me siento privilegiado por haber tenido la oportunidad de trabajar con distintos clientes que confiaron en mí para llevar a cabo sus campañas electorales, tanto para las elecciones generales como para las locales y autonómicas. Privilegiado por participar en unas elecciones históricas que, aunque a fecha de hoy no lo parezca, van a generar cambios y consecuencias que  hoy no logramos ni imaginar.

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Como le ha podido ocurrir a muchos de mis colegas, en mi caso, los resultados han sido muy diversos. Por primera vez en mucho tiempo, ganar o perder ha pasado a cobrar un nuevo significado porque, lo que ha quedado claro tras estas elecciones es que, ganar ya no implica gobernar y perder puede suponer gobernar.Aunque en el momento de llevar a cabo esta reflexión nos encontramos en plena negociación de posibles pactos de gobierno en distintos ámbitos e instituciones y a presar del tiempo transcurrido, sigo contando con una sensación realmente “extraña” porque, aunque todos sabemos que política y poder van unidos de la mano, ahora más que nunca, tras el resultado de estas elecciones, las luchas de poder en España van a convertirse en una auténtica guerra sin cuartel. Una lucha que, muy probablemente, terminará por pasarnos factura a medio y corto pazo.

La pluralidad en el resultado, lejos de brindar la posibilidad de negociar, de alcanzar pactos y acuerdos pensados por y para el servicio de los ciudadanos, se harán pensando en intentar ocupar más y más espacios de poder; bien sea recuperar espacios perdidos, ocupar nuevas parcelas o afianzarse en el terreno ganado.

Esta es la situación “extraña” con la que me he quedado tras el resultado de estas elecciones porque, más que hacer una campaña electoral, en el que el eje principal debiera de haber sido el ciudadano, hemos hecho una campaña de poder puro y duro, donde el protagonista no era otro que la ambición política y personal de nuestros candidatos, ni siquiera la de la formación política que ellos representaban, sino la de su propia persona como tal.

Txt3Ahora bien, en el plano personal, como simple ciudadano al que, como a millones de personas, le afecta el resultado del trabajo que realizamos, reconozco que es la primera vez que siento una especie de frustración. Una frustración que tiene que ver con lo que decía antes, que hemos puesto más énfasis en el candidato que en el ciudadano. Y esto me lleva a constatar que, en la política actual, y en las  campañas electorales en particular, pesa mucho más la apariencia que la sustancia. Prima más lo que aparentamos ser que el propio contenido, ideas, propuestas o mensajes que queremos trasmitir. En otras palabras, hemos dado mucha más importancia al continente, al envoltorio que da forma a nuestros candidatos, que al contenido o  a su propia esencia.

Todos sabemos que es el elemento emocional y no el racional lo que más pesa en el momento de decidir un voto. Es una realidad con la que hemos de trabajar en nuestras campañas pero, siendo esto así y, a modo de autocrítica, deberíamos dotar a ese elemento emocional de cierta “sustancia”, no quedarnos sólo en lo aparente, sino ir un poco más allá y recuperar lo que, en estas elecciones hemos perdido, que es poner en valor la visión, el proyecto  de país, de comunidad o de ciudad que hay tras un candidato. Algo que, conscientes o no, hemos relegado a un segundo término.Txt4

Es más, si consúltanos el significado de la palabra ‘sustancia’, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, no dice que se refiere a “la parte esencial o más importante de algo”, al “conjunto de características permanentes e invariables que constituyen la naturaleza de algo”, “el valor, importancia o utilidad de algo”, o “la realidad que existe por sí misma y es soporte de sus cualidades o accidentes”.

Pues bien, coincidirán conmigo que, en estas elecciones si de algo hemos prescindido es de todo esto.  Nos hemos quedado en lo superficial y, con nuestras estrategias electorales, no hemos sido capaces de poner el énfasis necesario para exponer ante el electorado la `sustancia´ de nuestros candidatos, dejándola relegada a un segundo plano.

Ya no importa gestionar la ilusión de un proyecto sustentado en unos principios, en unos valores, en creencias e ideas que nos permitan mejorar y avanzar como sociedad. Salvo notorias excepciones, nos hemos centrado en promover fuegos de artificio y en el espejismo de querer confiar en líderes con  pies de barro frente a propuestas realmente transformadoras para nuestra sociedad porque, precisamente, es la carencia de `sustancia´ en la política es lo que nos ha llevado a no mirar más allá del  corto plazo, a centrarnos en el instante más inmediato y con ello, prescindir de proponer proyectos a largo plazo y con ello, dejar de lado la `sustancia´ en nuestras campañas.Txt5

Pero voy más allá porque, en ese querer centrarnos en lo aparente frente a lo real, hemos contribuido a  normalizar la mentira como un elemento más en el discurso en nuestras campañas electorales, hasta tal punto que vemos con total normalidad que, hace tan solo quince días podamos decir una cosa y ahora, que llega el momento del reparto de poder, se diga todo lo contrario. Tal es así que, el propio electorado ya no penalice con su voto al político “mentiroso”, sino que ve la mentira como algo consustancial a su propia actividad.

Podríamos decir que la gestión de la mentira se nos ha ido de las manos, especialmente tras estas dos elecciones y que empezamos a admitirla como algo “normal”. De forma tal que, ya no parece existir diferencia entre un político íntegro, que dice “la verdad” de quien no lo haces. Las urnas ya no premian o penalizan al “político mentiroso” porque, al carecer estos  de `sustancia´, da igual lo que digan o lo que hagan porque, para bien o para mal,  todo va a ser relativo.

Es más, esta nueva situación, lo que nos ha llevado es a un nuevo escenario para la gestión de las campañas electorales. Ese nuevo escenario  no es otro que la necesidad de gestionar “la mentira” con cierta eficacia, integrándola con total normalidad en el día a día de nuestros candidatos y utilizándola como base de para construir cualquier elemento discursivo en nuestras campañas.Txt6

Soy consciente que esta nueva realidad no es exclusiva de España, ocurre en muchos otros países pero, con independencia de trabajar siempre por alcanzar el mejor resultado posible para nuestros clientes, creo que debemos de hacer un pequeño alto en el camino y, por unos instantes, pensar en todas estas cuestiones, en analizar cómo hemos llegado hasta aquí y determinar cuáles pueden ser las consecuencias de nuestro trabajo si seguimos por esta senda.

Y es que, tras lo vivido en estas últimas elecciones, quisiera  poner en valor la `sustancia´ como pieza clave de cualquier campaña electoral porque, al fin y al cabo, promoviendo políticos sin `sustancia´, una sociedad poco puede avanzar y, en esto, quienes trabajamos en el mundo de la consultoría política, debemos de asumir nuestra parte de responsabilidad.

Es por eso que aunque, haya “ganado” o “perdido” en estas elecciones, la sensación con la que me quedo es con que, aunque hayamos hecho un buen trabajo, en el fondo, muy en el fondo, me sigo preguntando si ha valido la pena haber contribuido a desterrar el concepto de `sustancia´ de nuestras campañas electorales y sí, en cierta manera, esto no está contribuyendo más a crear un nuevo fenómeno, que no es otro que la “gestión de la mediocridad” frente a la “gestión de la excelencia”. Pero, esto ya es otro tema. Un asunto que dejo en el aire y que quizás puede ser otro de esos elementos sobre los debiéramos reflexionar.

UNA DETONACIÓN CONTROLADA

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Estos días me preguntaba si, con todo el tema de la tesis de doctorado del presidente del Gobierno de España, el Máster del líder de la oposición, Pedro Casado, o las dudas sobre los estudios del presidente de la tercera fuerza política, Albert Rivera, no ha sido más que una detonación controlada, una estrategia de comunicación política minuciosamente elaborada y ejecutada para fortalecer la figura de Pedro Sánchez y, de paso, debilitar a sus principales contrincantes políticos.

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Al reflexionar sobre este asunto, más allá de parecer un auténtico disparate, lo cierto es que me he dado cuenta que existen ciertos elementos que pueden dar algún tipo de verosimilitud a esta teoría. Por eso quiero adentrarme en esos elementos que igual nos pueden permitir ver un poco más allá de los acontecimientos y entender lo que ha ocurrido con esta gran crisis en los primeros cien días de gobierno del presidente Pedro Sánchez.

De ser cierta mi teoría de que estamos ante una crisis autogenerada para intentar sacar algún tipo de rédito político, vemos que, en esta detonación controlada,  intervienen varios elementos que, gestionados inteligentemente, han contribuido a generar esta supuesta crisis sobre el trabajo de doctorado del presidente del gobierno.

Eso sí, se trata de una amalgama de elementos bien estructurados que, por sí solos, no suponen nada pero que, bien combinados, pueden causar el efecto que, aparentemente están generando y que requieren de un exquisito manejo de los tiempos.

Hablamos de una estrategia que, bien trabajada puede que termine por conseguir afianzar y potenciar la imagen de Pedro Sánchez, la de un presidente que sabe que tiene poco margen de maniobra y que es consciente que, en los próximos meses, van a ocurrir muchas cosas que pueden jugar en su contra. La idea sería, hacer uso de esta crisis para impulsar en su carrera y terminar por afianzarse en el poder y desmarcarse claramente de sus potenciales contrincantes políticos, e incluso, de esos enemigos que están acechándole.

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No hay que olvidar que, justo en estos momentos, se está elaborando la famosa encuesta de CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cuyos resultados, más allá del nivel de cocción del que pueden ser objeto en la famosa cocina del CIS, los veremos con la llegada de un otoño que, en lo político, se aventura un otoño bastante caliente.

Está claro que, más que al Partido Socialista, es al propio  Pedro Sánchez  al que más le interesa que los datos del próximo CIS sean positivos, que vengan a  confirmar los buenos resultados del anterior resultado y poder “vender” que a lo que estamos asistiendo no es a un hecho puntual, como se llegó  a interpretar respecto a los datos el CIS anterior: ahora no es una cuestión coyuntural, sino que estamos ante una verdadera tendencia de cambio de signo del electorado.

Y para que haya un buen resultado, es importante que el nuevo inquilino de La Moncloa, esté bien presente en el inconsciente de los posibles encuestados, de tal forma que, para conseguir esto, necesita con urgencia mayor notoriedad pública;  una notoriedad que sabe que, por cuestiones de logística y tiempo, no puede alcanzar con la actividad parlamentaria o con el limitado margen de maniobra en la gestión de sus ministros. De hecho, compartir unos días con Ángela Merkel,  una gira mediática más que política por Latinoamérica o querer pasar a la historia por el presidente que sacó a Franco del Valle de los Caídos, sabe que no da para tanto.

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De hecho, en términos del corto plazo, en el que necesariamente ha de impulsar su notoriedad pública y con ello poder alcanzar una sentimiento favorable en los encuestados del CIS, sabe que  el tema catalán poco le  va  a ayudar ya que, es una cuestión que ha de cocinar a fuego lento ya que, muy probablemente, dependiendo de cómo ocurran las cosas, sus réditos en términos de imagen, realmente los puede tener a partir del mes de octubre de ese año, con lo que, este asunto catalán, sólo podría usarlo en términos de notoriedad pública, en el siguiente  CIS, el conoceremos  a principio del próximo año, justo antes de determinar si adelanta o no las elecciones generales, pero no ahora.

Por eso, si esta crisis controlada juega a favor de Pedro Sánchez, podrá generar una percepción favorable hacia su figura entre las personas que están siendo encuestadas por el CIS y, de este modo, le será más fácil alcanzar un buen resultado para que, una vez se hagan públicos, poder explotarlos a su favor.

No sé si este factor del CIS ha sido el verdadero motor que ha generado esta crisis controlada pero, no hay que olvidar otro elemento en esta ecuación, la reciente  dimisión de la ex ministra Carmen Montón de la que, a fecha de hoy, ni ella misma se acuerda de que un día fue ministra y que tuvo que dimitir.Txt6.jpg

Estoy convencido que, el conocimiento que se tenía sobre este asunto de la ministra Montón, fue otro elemento que sumó a la hora de decidir generar lo que se he generado con el tema de la tesis del doctorado del presidente. Es más, quizás, me arriesgo a creer que, también el  tema de la cancelación del contrato de armas a Arabia Saudí y la que se generó con los Astilleros de Cádiz que luego  quedó en nada, también formó parte de esta estrategia, en una la primera fase de esta tormenta perfecta y antes de la dimisión de una de sus ministras.

En este sentido, me atrevo a aventurar que, Pedro Sánchez se ha rodeado de un equipo al más puro estilo gladiador. Muy probablemente, sus ministros y ma´s intimos colaboradores son los primeros que saben que, un buen gladiador, si es necesario, ha de sacrificarse por su líder si éste se lo pide o las circunstancias les coloca en tal tesitura. Por eso, no descarto que asistamos a nuevas dimisiones si son necesarias, algo que la sociedad española terminara de ver como normal. Con el tiempo, esta  circunstancia de las dimisiones exprés, no será un elemento que pueda llegar a restar en una supuesta intención de voto, dato a tener en cuenta de cara a las encuestas electorales varias que van a realizarse en los próximos meses pero, sobre todo, entre los encuestados del CIS.

Junto a estas dos cuestiones hay otras circunstancias que enumero a continuación que, muy probablemente, Pedro Sánchez  y su equipo de comunicación y de estrategia política, tienen que haber tenido en cuenta para finalmente, tomar la decisión de ejecutar esta detonación controlada entorno a la figura del presidente.

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Esas otras circunstancias que pueden haber influido en la gestación de esta crisis controlada entorno a la figura del presidente, están relacionadas con la actual situación en la que se encuentran los principales actores políticos en la España de hoy,  son las siguientes:

  • En clave interna, tenemos que, aunque intentan mantener las apariencias, Pedro Sánchez y Susana Díaz, siguen siendo «enemigos íntimos». Una situación que Sánchez ha de neutralizar antes de convocar unas elecciones. Me explico, una vez que Sánchez colocó «a dedo», en una inteligente operación, a ciertos elementos de su partido, con un buen sueldo y coche oficial, en puestos de la administración lo suficientemente atractivos como para no trabajar en su contar dentro del partido, tenía que hacer algo con presidenta andaluza, quien en un futuro podría volver a ponerle las cosas complicadas. El caso es que, “casualmente”, justo después de que conociéramos los datos del último CIS, el equipo de Pedro Sánchez dejó entrever, utilizando como «excusa» la presentación, debate y aprobación o no de los próximos presupuestos que, si era necesario, cabía la posibilidad de un adelanto de las elecciones generales. Un adelanto que podría tener lugar en el mes de marzo del próximo año, coincidiendo con las elecciones andaluzas. Una afirmación que creo que se hizo deliberadamente para hacer reaccionar a Susana Díaz, dando lugar a lo que ocurrió días más tarde, la ruptura de Ciudadanos en Andalucía y la posibilidad de convocar anticipadamente las elecciones andaluzas, como muy tarde, en el mes de diciembre de este año, una decisión que si recuerdan, pasó casi sin pena ni gloria y de la que ya hoy, casi nadie se acuerda. De esta forma, va a tener a Susana Díaz centrada en estas elecciones y así Sánchez podría trabajar con cierta tranquilidad, la hoja de ruta que ha diseñado, con un mayor margen de libertad en el entorno de su formación política. De alguna manera, con esta jugada, ya estarían «colocados» todos sus posibles adversarios internos. Es decir, si no pasa nada extraño, Pedro Sánchez tendrá ocupada a su rival, Susana Díaz, a la que la pasada semana el dio un pequeño susto con el tema de la venta de armas a Arabia Saudí y el efecto que esto tuvo en el bahía de Cádiz, en los astilleros de Navantia, un mensaje que no dejó de ser un pequeño “anuncio a navegantes” al Partido Socialista Andaluz y a su presidenta.
  • Pedro Sánchez tiene en frente a un Partido Popular que, hoy por hoy, por mucho que quieran ocultarlo, sigue igual de debilitado que lo estaba antes de la pasada moción de censura. Con Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría alejados de los resortes del poder, con una nueva dirección, encabezada por Pablo Casado, Sánchez tiene claro que es necesario evitar que se puedan rearmar a corto plazo. Por eso, de alguna forma, hay que “ayudar” a que la actual directiva popular se desgaste lo antes posible para que en las elecciones municipales y autonómicas obtenga un fracaso lo suficientemente notorio como para que tengan que enfrentarse a unas elecciones generales con una debilidad que termine por darle unos resultados que le van a impedir tener la capacidad de conformar un futuro gobierno. Se trata generar, bien sea con el caso del Máster de Pablo Casado o con los casos judiciales por corrupción, con los datos cada vez menos favorables en las encuestas o la guerra soterrada que se vive en los círculos de poder del propio Partido Popular, generar las tensiones necesaria como para que, como ocurrió él tiempos de Hernández Mancha y José María Aznar, esta formación política se vea inmersa en una nueva refundación del partido en la que, probablemente, regresarían figuras de la vieja guardia a controlar nuevamente el partido, cosa que debilitaría a esta formación en términos electorales a corto plazo. Es más, Sánchez sabe que, la debilidad del Partido Popular empieza a estar en donde nunca había estado, en la forma en la que gestionaban a mano de hierro sus direcciones provinciales. A fecha de hoy, aunque muchos de sus dirigentes apoyaron a Soraya Sáenz y ahora se han alineado con Pablo Casado, los afiliados de base, siguen divididos, circunstancia esta que también juega en contra de las posibilidades electorales de este partido, a lo que se suma otra circunstancia que ya hemos mencionado, y es que, en los próximos meses, se volverá a hablar en los tribunales de los casos de corrupción que afectan a este partido y veremos en los medios de comunicación a relevantes figuras políticas de esta formación política, que lo fueron o los son actualmente, con la percepción de imagen negativa que ésta continua exposición pública, puede generar en un circo mediático cada vez más depredador. Y en el caso del famoso Máster de Pablo Casado, aunque sea investigado en el Tribunal Supremo y éste no dimita de su cargo de presidente del partido, sí que le va a jugar en su contra, no sólo por la propia percepción de imagen pública de Pablo Casado, sino que será una auténtica rémora para este nuevo Partido Popular y será un lastre que le impedirá conseguir un muy buen resultado en las próximas citas electorales. Este será un tema recurrente que desplegará una espesa cortina de humo en sus propuestas y mensajes electorales. Circunstancia está especialmente sensible para el electorado de centro que es el que, desde siempre, ha permitido al Partido Popular, alcanzar mayorías, pero también para su electorado tradicional y de mayor edad que, como ha ocurrido en otras ocasiones, es probable que, cuando llegue el momento de dar su voto, preferirá quedarse en casa que votar a otro partido político. Pedro Sánchez sabe que, al  nuevo y joven líder del Partido Popular, una vez sea investigado, vez va a estar cada vez más cuestionado en los medios de comunicación y especialmente expuesto  en los programas de televisión que, muchos de sus votantes, muchos de ellos jubilados, asistirán a un desalentador espectáculo  diario que podrán ver cada día en el salón de su casa, escuchando la radio convencional o cuando lean la prensa escrita.
  • Sánchez es consciente que a Ciudadanos le sigue costado recuperarse del resultado de la moción de censura que le llevo al poder. Y especialmente, su líder, Albert Rivera, no ha asimilado el error estratégico que cometieron de no haber sido ellos los que la presentarán esa moción antes de que lo hiciera el Partido Socialista, confiando que el tiempo y las circunstancias terminaría por hacer que, el entonces presidente, Mariano Rajoy, convocara elecciones anticipadas o, en el per de los casos volviera a aplicará nuevamente el Artículo 155 de la Constitución en Cataluña, lo que suponía una nuevas elecciones en esta Comunidad Autónoma. De haberlo hecho, prosperará o no su moción de censura, muy probablemente, a fecha de hoy, Pedro Sánchez no sería presidente y el escenario político-electoral hubiera sido bien distinto. Además, en estos momentos, las encuestas no le son favorables, sobre tras los datos del último CIS. Además, siguen a la espera de una convocatoria de elecciones en Cataluña que parece que nunca llega y que es lo único que, a fecha de hoy, puede volver a darles la notoriedad que tuvieron hace un año, especialmente a nivel nacional. También, esta crisis controlada ha ayudado a sacar a la luz el tema de los estudios y currículo publicado de Albert Rivera y si, con los estatutos de su partido en la mano, esto puede tener consecuencias, no sólo internas, sino en la percepción social, no tanto pensando en el momento de concurrir en una elecciones, sino en lo que esto pueda influir en la próxima encuesta del CIS y si le hace restar en la intención de voto. De igual forma, esta formación política, tienen ahora un nuevo elemento con el que no contaba, en vez de ser Soraya Sáenz de Santamaría, la nueva líder del Partido Popular, lo es Pablo Casado, un rostro más amable y muy similar al de Albert Rivera , que puede hacerles perder posibles votantes de centro llegados de esta formación política. El caso es que si hubieran tenido que competir electoralmente con Soraya Sáenz de Santamaría, sí que Ciudadanos tendría más elementos para poder diferenciarse de un Partido Popular mucho más continuista de la era Mariano Rajoy. Además, el equipo de Pedro Sánchez  sabe que, en esta formación política, más allá de la dirección nacional no cuentan con figuras relevante, a nivel autonómico y provincial, lo que les hace depender casi exclusivamente del tirón que tenga la marca y su líder y, aunque esto puede ser una ventaja, si alguna de ellas se debilita, puede jugar en su contra. Por tanto, para aumentar la debilidad de este flanco, basta con hacer daño a la marca o a su líder, porque eso hará debilitar el resto de la estructura de este partido.
  • Respecto a Podemos, la situación no pude ser mejor. Probablemente, Pedro Sánchez piensa que, esta formación política se encuentra en un punto en el que es consciente que ha alcanzado su techo de cristal electoral y que, ahora, su empeño se encuentra centrado en intentar consolidar su posición en la izquierda del Partido Socialista que, en la práctica, pasa por terminar de ocupar el espacio de Izquierda Unida. También sabe que su trabajo consiste en lograr mantener la fidelidad a sus votantes y evitar fugas que, en cualquier caso, si estas se produce, terminarán por  regresar al lugar del que en su día salieron, que es el PSOE, algo que tampoco está tan mal pero eso sí, en su justa medida y siempre que, estas fugas no impidan a su líder, Pablo Iglesias seguir contado con capacidad de influencia en el nuevo gobierno y llegado el momento, poder establecer posibles pactos de gobierno municipales y autonómicos de izquierda tras las elecciones locales y autonómicas del próximo año, al igual que la posibilidad de poder entrar a formar parte, esta vez, de manera efectiva, en un futuro gobierno liderado por Pedro Sánchez. Por tanto, el punto al que se ha llegado es que, aunque no lo manifiesten públicamente en demasía, en estos momentos es clave un buen entendimiento entre Podemos y el Partido Socialista ya que, si le va bien a uno, le va bien al otro.
  • En cuanto a las fuerza nacionalistas, salvo alguna excepción, seguirán prefiriendo alinearse como hasta ahora con Pedro Sánchez, en vez de hacerlo con el Partido Popular y Ciudadanos. Eso sí, tras las próximas elecciones generales, es a Pedro Sánchez al que le toca conformar gobierno, estas formaciones políticas van a ser mucho más exigentes con futuros acuerdos de investidura, si es que estos apoyos son necesarios, pero eso pasará más adelante no ahora.

Por último, Pedro Sánchez es consciente que, desde un punto de vista legislativo, poco puede hacer, salvo impulsar gestos que tengan un gran impacto mediático y que, en cierta medida, permitan reforzar a su gobierno y su figura. Gestos de calado como ha podido ser su propuesta de eliminar los aforamientos a los políticos y medidas de carácter social, de gran impacto entre los votantes tradicionales de izquierda y, en especial, de centro progresistas.

Sabe que cuenta con poco margen de maniobra en los próximos presupuestos, desde la Unión Europea y, especialmente, desde el Banco Central Europeo, quienes ya le han dado las indicaciones necesarias y el camino a seguir en los próximos meses. Ahora solo ha de intentar sortear sus primeros presupuestos y hacer frente a las acciones de boicot que le está preparando el Partido Popular y Ciudadanos, quienes van a desplegar toda su artillería para intentar bloquearlos y debilitar la imagen del gobierno en unos medios de comunicación necesitados de incrementar en número de audiencia, de lectores o seguidores en rede sociales. Además, al actual gobierno, ya le han advertido de la crisis económica que está por venir. Una crisis que, de producirse, va a obligar a convocar elecciones generales antes de que se empiecen a notarse los primeros síntomas. Por eso, Pedro Sánchez, necesita debilitar a los posibles enemigos antes de que esta nueva tormenta económica toque tierra y, aunque le queda margen de maniobra, hay que actuar desde ya.

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Pues bien, si introducimos todos estos elementos en una coctelera, los removemos  lo suficiente y utilizamos hábilmente las técnicas de generación de las llamadas `Fake News´ o de la `Post Verdad´, podemos detonar una tormenta perfecta, una crisis controlada, que, gestionándola con inteligencia,  puede jugar a favor de Pedro Sánchez. Probablemente estaré equivocado pero, creo que es lo que, desde hace semanas, se ha venido trabajando en el equipo de estrategia del entorno del presidente y que ha terminado por detonar el  caso de su tesis de doctorado.

Eso sí, de ser cierta mi teoría, estaríamos ante una jugada extremadamente arriesgada y compleja, es como jugar con fuego pero, si lo hace bien, puede que le sea muy favorable. En cambio, si descuida el más mínimo elemento de este complejo entramado, puede que termine por volverse en su contra.

Sé que, todo este análisis puede parecer más una simple eespeculación, más próxima  a lo  que podríamos entender como “política ficción”, o a cualquier trasnochada teoría de la conspiración e incluso un argumento para construir una la trama de una película o serie de televisión pero, ahí lo dejo.

Veremos si, con el transcurrir del tiempo, las piezas de este puzle empiezan a encajar y se confirma mi teoría sobre la tesis doctoral de un presidente como excusa para propiciar una crisis política controlada pensada para fortalecer su figura y debilitar la credibilidad de sus enemigos y de ciertos medos de comunicación. No hay que olvidar que Pedro Sánchez, como nos ha demostrado, es una persona que tiene poco que perder y mucho que ganar, conoce en primera persona cuál es el sabor amargo de la traición y eso, es un factor que sus enemigos políticos nunca ha de perder de vista.

 

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PARTIDO CONTRA PARTIDO

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Alguien dijo alguna vez una frase que se me ha quedado grabada y que, hoy más que nunca sigue creo que sigue vigente más que nunca: «unas elecciones se ganan siempre con partido, nunca contra el partido». Afirmación esta que, a tenor de los acontecimientos en el seno de diferentes formaciones políticas en diversos países de nuestro entorno, me ha empujado a reflexionar sobre ello.

Estarán de acuerdo con migo en que se trata de una evidencia muy simple y justo por eso, su simplicidad, parece que, a quienes están al frente de alguna de estas formaciones políticas, se les olvida.

Da igual el tamaño que tenga una formación política o la capacidad de «seducción» que pueda tener ante su electorado, pero no sólo s eles olvida eta premisa sino que esto ocurre justo en el momento más crítico, cuando se aproxima el momento de afrontar unas elecciones.

Es tan evidente y de sentido común que para afrontar unas elecciones con ciertas garantías de éxito se ha de hacer sin fisuras, con una estructura orgánica y funcional sólida y con capacidad de “ilusionar” a un electorado cada vez más escéptico, sino que parece que en muchos partidos políticos, cuidar estos aspectos, no es algo que els preocupe en demasía.

TxtVotaMeP1No se trata de ser conservador, progresista, liberal, de derechas, de centro o de izquierdas; electorado quiere «seguridad», demanda «solvencia» en quienes van a depositar la confianza de su voto.

Es así de simple, las divisiones internas no son una buena carta de presentación y menos cundo se quiere gobernar. Es por ello que, a esta situación que parece generalizarse entre buena parte de los partidos políticos, podemos aplicar aquella célebre frase de «la mujer del César, no sólo tiene que serlo sino, parecerlo».

Las organizaciones políticas son organismos vivos, integradas por gentes de procedencias distintas, sensibilidades diversas, personalidades diferentes pero que, se supone que aúnan sus esfuerzos por algo que está más allá de un conjunto de individualidades, por un proyecto común, por una idea, por un objetivo. Es así de simple pero así de complicado.

Es un error de manual presentarse ante los ciudadanos de esta manera e intentar que éstos les confíen su voto, máxime cuando se pretender ser una opción de gobierno y la organización que pretende ser un actor principal del devenir del país en los próximos años, «hace aguas».

Tanto, quienes están al frente de los partidos políticos, como sus militantes de base, han de reflexionar seriamente sobre esta cuestión. Unas elecciones sólo se pueden ganar con el partido pero nunca contra el partido o con un partido dividido.

TxtVotaMeP2Les confieso que lo que me cuesta entender que estas cosas pasen en organizaciones que pretenden contar con una opción de gobierno, especialmente en formaciones políticas consolidadas y con años a sus espaldas.

Quizás sea que existe una preocupante carencia de liderazgo o, tal vez, que siguen pesando más los intereses individuales que el interés común. Pero bien sea en un caso u otro (o la suma de ambos), lo que parece estar claro es que parece que se han olvidado el fin último y más importante de su razón de ser: un instrumento que, con su trabajo, sea capaz de mejorar la calidad de vida a los ciudadanos que son los que, gobiernen o no, son a los que ha de servir. Es esta y sólo esta su verdadera razón de ser.

No se trata de dirimir las batallas internas dentro de casa y presentarse ante el electorado como si no pasara nada, sino que hay que ser de coherentes y consecuentes con sus palabas y sus actos. No se pueden permitir el lujo de presentarse ante quienes les han de elegir mostrándose débiles, divididos y poco cohesionados porque, si se afrontan una selecciones de esta manera, no nos han de extrañar fenómenos como la abstención, la polaridad, transferencias casi incomprensibles de voto, la desafección del electorado y todo tipo de comportamientos que el ciudadano va a tener como respuesta a situaciones como estas.

Creo que todos recordamos que, desde pequeños, nos decían aquello de, «la unidad hace la fuerza», algo que, de mayores, parece que hemos desaprendido.

En fin, no creo que esta reflexión aporte demasiado y quizás, sea un asunto de poca trascendencia pero, sobre todo, quienes se dedican a esto de la política nos hemos de preguntar porque siguen pasando cosa como estas y si no hay forma de evitar la triste imagen que muchas formaciones políticas están dando a la ciudadanía justo antes de pedirle su voto. Por eso me sigo preguntando que, ¿sí se trata de algo tan evidente, por qué a pocos días de unas elecciones pasan estas cosas?… ¿alguien lo entiende?

ACUERDOS, ACUERDOS, ACUERDOS

Acuerdo

Hace tiempo que no dedico unos instantes a compartir con ustedes alguna de mis reflexiones en mi blog. Aunque quiero retomarlo, lo cierto es que, por un motivo u otro, lo he ido postergando.

Hay veces que el entorno no nos ayuda a para unos instantes en el devenir diario de nuestra actividad y dedicar unos instantes a  reflexionar pausadamente sobre  aquello que está pasando. Este creo que es uno de esos casos. En el entorno social y político están pasando muchas cosas y lo cierto es que, a veces, los acontecimientos nos superan y nos queda poco tiempo para parar unos segundos y meditar pausadamente sobre todo lo que nos está pasando.

Entre esas cosas que nos está pasando quiero detenerme en la sensación que llegamos a experimentar hace apenas unos meses, especialmente en España, pero también en muchos otros países de nuestro entorno, de la llegada de “nuevos tiempos en política”, eso de lo que tanto se ha hablado del advenimiento de “una nueva forma de hacer política”. Y lo hago porque, pasado ya algún tiempo desde que esta idea se extendiera de forma mesiánica, parece como si todo aquello que se decía, todo aquello que se postulaba, hubiese quedado en algo más parecido a una previsión meteorológica no cumplida, que una esperanza ansiada por muchos.

No sé si es solo una sensación mía, pero hemos vivido unos meses como los días previos a la llegada de los regalos de navidad. En todos nosotros, de una forma u otra, se ha avivado ese nerviosismo por la sorpresa, por lo nuevo, por lo diferente y que, cuando llega ese día, al ver los regalos, comprobamos que «no era para tanto».

Creo que esa es justamente esa y no otra la sensación con la que muchos ciudadanos se han quedado con las promesas de cambio ya que, nos guste o no, la situación política que vivimos en la mayor parte de nuestros países, parece seguir rigiéndose por los mismos patrones de comportamiento de lo que hemos dado en llamar como “la vieja política”.

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Parece que todo cambia, muchos nos quieren vender esa sensación pero, lo cierto es que, al final, nada parece haber cambiado en nuestra “clase política”.

Siguen utilizándose los mismos discursos, resurgen fantasmas, miedos y todo tipo de mensajes y gestos que parecen haber sido rescatados del olvido mientras, el ciudadano, cada vez más, desde una posición más íntima y personal, sabe que ya nada es y será como antes, a pesar que ese “cambio” tarde el llegar.

Nuestra clase política ha de  ser capaz de entender que, más pronto que tarde, se va a  producir en cada uno de nosotros un cambio profundo que, sumando individualidades, será capaz de proyectarse al conjunto de la sociedad. Esa será la única manera en la que se va a producir ese cambio en nuestra exigencia por hacer una “nueva forma de hacer política” por parte de aquellos quienes cuenta con la responsabilidad de asegurarnos una mejor calidad de vida.

Ese cambio partirá de nosotros mismos y no del que se ha querido “vender” desde distintas instancias políticas que, en el fondo,  tras este mensaje de cambio, en verdad se esconde la idea de querer que todo cambie para que, al final, nada cambie.

De hecho, a lo largo de este año, hemos asistido a diferentes citas electorales y lo cierto es que, en todas ellas, da igual en el país en el que hayan tenido lugar, parece haber pasado justo eso, aparentemente han cambiado las cosas pero, en el fondo, nada ha cambiado. El ciudadano ha creído que esta vez sí que las cosas iban a cambiar de verdad pero, al final, todo sigue igual que antes o, quizás, se ha terminado por diseñar un entorno político y social mucho más complejo que el que teníamos meses atrás.

Mediante diversas técnicas de comunicación, mensajes, propaganda y todo tipo de herramientas de movilización del electorado, se han generado y se siguen generando unas expectativas que, pasadas las distintas citas electorales, nos hemos dado cuenta y probablemente nos daremos cuenta (para aquellas que están por llegar) que eran muy inferiores a los que todos esperábamos.

Al final, los viejos partidos siguen con las mismas disputas internas que han vivido años y meses atrás, intentando cada cual salvar su posición para lo que está por llegar. Los nuevos partidos tampoco se salvan del mismo mal ya que, al final, la condición humana es lo que es y en ellos también se reproducen, aunque no sean capaces de admitirlo públicamente, las mismas pautas de comportamiento de quienes conforman las viejas formaciones políticas de la que tanto quieren distanciarse pero, también ellos se encuentran atrapados en aquello que decía el cantante Julio Iglesias en una de sus canciones más populares: “la vida sigue igual”.

Los pactos y acuerdos en las distintas instituciones parecen que no terminan de arrancar. Es cierto que se buscan y se incentivan esos pactos pero una cosa ha sido la intensión de llevarlos a cabo y otra bien distinta es cómo se materializan esos acuerdos entre distintas formaciones políticas en cuestione mucho más tangibles.

Quizás es sólo una sensación subjetiva pero, pareciera que, más que empezar a buscar soluciones concretas a los problemas que más acucian a los ciudadanos, se está negociando y pactando por y para “organizar la casa por dentro”, para ver cómo distribuir pequeñas parcelas de poder que permitan subsistir a las distintas fuerzas políticas antes de tener que enfrentarse a una próxima cita electoral. Y es que, “la vida sigue igual”.

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Son muchas las cosas que están pasando en el mundo y en nuestro entorno más cercano  pero tengo la impresión que frente a ese discurso de querer cambiar las cosas, nuestra clase política parece que, más que querer asumir riesgos e implicarse más decididamente en la toma de decisiones de amplio calado social y político, prefieren esperar a que pase el tiempo y que, de alguna manera dejar que “decidan otros”. El problema es que ¿quiénes son esos “otros”?

De alguna manera, parece como si se prefiriera esperar a que escampe el temporal en vez de actuar y tomar decisiones que, lo más preocupante es que no pueden demorarse por mucho más tiempo. Los ciudadanos no podemos esperar. Van a pasar y están pasando muchas cosas, en todos los ámbitos, en muchos de nuestros países y quienes han resultados elegidos para gestionar nuestras sociedades, no pueden ni deben de esperar  a que de una forma u otra, las cosas terminen arreglándose por queso, nos guste o no, nunca va a pasar.

Es justo esa sensación la que, como ciudadano y como un profesional que se dedica a asesorar a políticos, me hace reaccionar y no permanecer ajeno a esta sensación.

Una sensación que quizás puede estar equivocada pero que, en cualquier caso, no deja de ser sólo eso, una mera percepción de una realidad ante la que no podemos ni debemos quedar impasibles.

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El diagnóstico es complejo, las soluciones no van a ser fáciles y muy probablemente, el coste de tomar decisiones puede ser muy elevado, pero hay que actuar. Nuestros representantes electos, quienes nos gobiernan, han de actuar

No sé quien lo dijo pero, en los momentos en los que nos encontramos, más que nunca hemos de aplicar aquella vieja idea vieja de que, «la política no es más que el arte de llegar a acuerdos para con el interés general, por encima incluso de los propios intereses partidarios».

Es precisamente eso lo que, de una forma u otra demandan los ciudadanos. En su fuero interno saben que ya es hora que sus representantes públicos dejen momentáneamente de lado los intereses partidarios y se sienten a hablar, a negociar, a intentar llegar a acuerdos para superar todos los retos a los que nos enfrentamos y, con ello, hacer que las cosas cambien para mejor y dejar de seguir cometiendo los mismos errores de antaño. Es eso lo que estoy convencido que muchos ciudadanos quieren pero pocos son capaces de exigir públicamente que sea eso lo que han de hacer.

Y es que, “la nueva política” no es más que eso, “negociar, negociar y seguir negociando”. Esforzarnos diariamente en poder alcanzar acuerdos en todo aquello que pueda contribuir a que el conjunto de los ciudadanos pueda contar con una calidad de vida un poco mejor, posibilitando que este diálogo sea capaz de mejorar nuestro presente asegurándonos un futuro mucho mejor. Así de fácil y así de difícil porque también la política no es más que eso, “el arte de hacer fácil lo difícil”.

Estamos justo en ese punto de inflexión en el que ahora, más que nunca, los ciudadanos han de ser sumamente críticos, no dar nada por supuesto y  extremadamente exigentes con sus representantes públicos. Pero también lo hemos de ser para con nosotros mismos para, entre todos, lograr cambiar el rumbo de la historia. Una historia que no podemos dejar que la escriban por nosotros, sino que hemos de ser todos y cada uno nosotros los que tenemos que escribir cada párrafo de una historia que estudiarán generaciones futuras.

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Quiero terminar mi reflexión con una estrofa de la canción con la que en el año 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de la Canción de Benidorm (España):

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A veces se nos olvida pero, en esta vida si hay algo cierto es que todos nosotros estamos de paso y, como en la vida, en la política también se está de paso. Por eso, nos guste o no, “las obras quedan y las gentes se van”.

En esto básicamente consiste la política, en que los políticos tengan siempre presente que “están de paso”, que solo sus obras son las que han de perdurar en el tiempo y ser recordados por ellas. No hay más pero, un concepto tan simple y tan sencillo, parece querer olvidarse.

Si realmente somos conscientes de ello, deberíamos trabajar más allá de nuestras propias limitaciones ideológicas o partidarias. Se han de superar las limitaciones que nos impiden sentarnos a hablar. No hay más, esa es la “nueva política”.

Por eso, un político nunca ha de olvidar que “siempre hay algo o alguien por quien vivir y por quién luchar”. Ahora sólo hace falta “ponerse manos a la obra”.

Y DE REPENTE… EL TELÉFONO DEJA DE SONAR

Telefono

Parece ser que el teléfono es el mejor indicador para, quienes nos dedicamos a la consultoría política, sepamos que finalmente una campaña electoral la hemos de dar por terminada. Es ese momento en el que, de repente, nuestro teléfono deja de sonar.

Es una situación un tanto extraña. Se trata de una especie de silencio que nos inquieta y, hasta cierto punto, llega a incomodarnos. No enfrentamos ante una situación que, por mucho que nos mentalicemos, no deja de hacernos sentir un vacío que, en muchas ocasiones, no sabemos cómo cubrir.

Durante la campaña, hemos vivido días y momentos muy intensos pero,  con el escrutinio de las primeras mesas electorales, parece que esta actividad frenética que hemos vivido, empieza a desvanecerse.

Tras  la ansiada pero, a la vez, temida noche electoral, bien sea con la felicidad del triunfo o con el desanimo de la derrota, pareciera que nuestro trabajo se ha terminado definitivamente, pero, lo cierto es que esto no es así.

Pareciera que este momento es el fin pero, en verdad, es justo el inicio. Es el momento este momento y los días inmediatamente posteriores a finalizar unas elecciones  cuando, en verdad, hemos de iniciar lo que sería la próxima campaña electoral. Es el momento en el que, nos guste o no, se van a sentar las bases de un futuro éxito o derrota electoral.

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Aunque, en apariencia, nuestro trabajo de consultoría ha terminado, no es así, es éste quizás el mejor momento para iniciar lo que se pudiera entender como el comienzo de un trabajo de análisis, de “un trabajo de biblioteca».

A pesar de los sentimientos encontrados que podamos tener tras unas elecciones y los resultados obtenidos, creo firmemente que, es el mejor momento para comprender cuál ha sido en verdad el comportamiento del electorado, para interpretar correctamente los resultados obtenidos y, sobre todo, para ser realmente críticos con nuestro trabajo y sus frutos.

Parece obvio pero, muchas veces se nos olvida. A veces postergamos esta fase de análisis o, la mayoría de las veces se limita  a realizar un informe más o menos extenso que entregamos al cliente en el que intentamos interpretar los resultados obtenidos pero, pocas veces damos un paso más allá, intentando proyectar los resultados obtenidos y el comportamiento electoral en un futuro más o menos próximo y, sobre todo, pocas veces plasmamos en dicho informe una valoración crítica acerca de en que hemos fallado y en que hemos acertado.

Es a partir de esta valoración crítica cuando realmente vamos a contar con elementos e información que, realmente, nos serán de extrema utilidad, bien para el diseño de una próxima campaña electoral o bien para ajustar y perfilar lo que sería una futura acción de gobierno, tanto de quien ha sido nuestro cliente, como de próximos clientes y próximas campañas electorales.

Probablemente, muchos de ustedes pensaran que esto que digo parece una obviedad pero, a pesar de mi corta experiencia como consultor político, he podido comprobar cómo resulta  difícil hacer entender a  un cliente lo vital que son las horas y días posteriores a unas elecciones.

Resulta extremadamente complicado hacerles entender que la campaña todavía no ha terminado con el cierre del último colegio electoral, que hay que seguir trabajando, como mínimo, dos o tres semanas más tras las elecciones. Bien sea en el fulgor de la victoria como en la pesadumbre de la derrota, es el momento de trabajar para empezara  aganar unas próximas elecciones.

Ya sé que es de humano vivir una experiencia diferente tras conocer un resultado electoral, bien de euforia desmedida tras una victoria, o bien del duelo de la derrota. Pero el consultor político y el equipo de campaña del cliente, ha de ser capaz de abstraerse de estos estados emocionales y empezar a trabajar, de inmediato y a fondo, para intentar interpretar la  información que se esconde tras los resultados electorales obtenidos, como si de un médico forense se tratara.

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Nuestra obligación es hacer ver al cliente que es este el momento en el que realmente se empiezan a ganar o perder unas elecciones, es aquí cuando en verdad se decide nuestro futuro y no esperar a que nuestro teléfono deje de sonar.

Por ese motivo, siempre debiéramos de incluir en nuestro diseño de campaña electoral, lo que sería la extensión de la campaña para el día después. No para quedarnos con un mero análisis porcentual de los  resultados, sino poder escrudiñar en los resultados y en el comportamiento electoral para intentar entender qué ha ocurrido y que puede llegar a ocurrir en una próxima cita electoral.

Tenemos y debemos de planificar los días y las semanas posteriores a la cita electoral en el que vayamos a trabajar,  para hace ese «trabajo de biblioteca» con la eficacia y efectividad necesarias que permitan a nuestro cliente poder afrontar una próxima campaña electoral con un conocimiento realmente profundo de lo ocurrido en la cita electoral en la que vamos a trabajar.

Lo ideal sería que podamos contar con un pequeño equipo de campaña que pueda abstraerse de los sentimientos que surgen tras conocer los resultados de una campaña electoral y, de una forma fría y analítica, poder trabajar en la interpretación objetiva y realista los resultados obtenidos.

Si esto es así, sólo me queda realizar un último apunte ya que, como siempre suele pasar, nos encontramos que, este tipo de reflexiones las solemos hacer tras  haber pasado por una experiencia más o menos frustrante de este tipo.

Es por eso que, tras mi última experiencia en las elecciones locales y autonómicas vividas en España recientemente, he querido compartir esta reflexión. Y quizás, el escribir esta reflexión en mi blog no es más que para recordarme a mí mismo que, por mucho que planifiquemos esta parte del plan de campaña, tenemos que estar realmente preparados para la reacción de nuestro cliente y de su equipo y no dejarnos llevar por la euforia o por la decepción del momento que, tanto en un caso como en el otro, puede llegar a paralizar nuestro trabajo, dándolo por terminado y pasar a esa fase de silencio en nuestro teléfono.

Tenemos que insistir en ello y no dejarnos llevar. El día siguiente a unas selecciones es realmente cundo se empiezan a decidir unas próximas elecciones, marcando el verdadero punto de partida de una próxima campaña electoral  y no resignarnos a que, de repente, el teléfono deje de sonar.