
Mi análisis de las Elecciones Europeas 2024. Primera parte.
Las elecciones al Parlamento Europeo de 2024 han marcado un punto de inflexión en la política europea, reflejando cambios significativos en el panorama político y, dados los previsibles y hasta casi habituales datos de participación, un menor compromiso de los ciudadanos con el proceso democrático o, por lo menos, cierta indiferencia por lo que, en verdad, nos estábamos jugando en estas últimas elecciones del nueve de junio.
Tras los resultados, han sido muchos los análisis de todo tipo que, de algún modo, han querido explicar lo que ha ocurrido y que, no por sorpresivos, más allá de las encuestas, eran bastante previsibles.
En mi caso, como suelo hacer tras finalizar una campaña, pasado unos días, suelo reflexionar sobre aquello que más me ha llamado la atención o la experiencia vivida, pero, en este caso, mi reflexión quizás sea más una preocupación.
Se trata de una preocupación que no es nueva. Ya hace cinco años, en julio del año 2019, escribía un artículo titulado «Política: Mediocridad o Excelencia», en el que reflexionaba sobre el deterioro de la política y el creciente desinterés de los ciudadanos, una situación que, en la actualidad, lo vemos como algo «normal», cuando en verdad no es nada «normal».
Entonces planteaba que la política había dejado de escribirse en MAYÚSCULAS y, visto el resultado de lo vivido en esa última campaña de las elecciones europeas, no andaba demasiado equivocado.
Pues bien, dicho esto, en este mi análisis de las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, objeto de esta publicación, quiero centrarme en tres aspectos que, coincidiendo con la opinión de otros analistas, son probablemente los más relevantes y preocupantes de los resultados de estas elecciones.
Y lo haré compartiendo una serie de artículos en los que abordaré mis propuestas para la reflexión en tres entregas independientes, cada una enfocada en un aspecto específico.
En esta primera entrega, intentaré profundizar en los factores que, a mi juicio, han contribuido al auge de los partidos populistas y de extrema derecha en Europa. Analizaré las condiciones socioeconómicas, políticas y culturales que han creado un caldo de cultivo favorable para estas ideologías.
Estos tres elementos para la reflexión los estructuraré en tres artículos que iré compartiendo en diferentes entregas.
En este artículo intentaré profundizar en los factores que han impulsado el crecimiento de los partidos populistas y de extrema derecha.
En la segunda entrega, exploraré la participación y las preferencias de los jóvenes votantes en relación con estas formaciones políticas. Examinaré las razones que motivan a los jóvenes a apoyar a estos partidos y las implicaciones de este fenómeno para el futuro de la democracia en Europa.
En la tercera entrega, me centraré en el impacto que ha tenido la inteligencia artificial (IA) en las últimas elecciones y en las nuevas dinámicas que ha generado. Evaluaré cómo la IA ha sido utilizada por los partidos populistas y de extrema derecha para difundir sus mensajes y movilizar a sus bases electorales.
Eso sí, dejo para un artículo aparte, haciendo uso de lo que podría ser un ejercicio de “política ficción”, realizaré una profunda reflexión sobre los posibles escenarios futuros que podrían derivarse de estos resultados electorales. Exploraré posibles escenarios futuros que, a mi juicio, podrían complicar la estabilidad de Europa si no se toman las medidas adecuadas para abordar el auge de los populismos.

Resultados de las Elecciones al Parlamento Europeo 2024.
Como primera aproximación decir que, como es conocido, en este tipo de elecciones suele haber una baja participación electoral, pero en esta ocasión, en España ha sido realmente preocupante, pasando del 60,72% del año 2019 al 49,21%. Es decir, una caída de ni más ni menos que 11,51 puntos.
Un dato que ilustra a la perfección lo que ha ocurrido en estos últimos cinco años y que, en parte, tiene que ver con aquellos aspectos que ya mencionaba en mi artículo de julio de 2019.
Pero, aunque esto sea así en términos generales, uno de los aspectos más destacados de estas elecciones ha sido el aumento en la participación ciudadana en el conjunto de los países de la Unión Europea. Según los datos que tenemos a la fecha, la participación se ha situado en el 51,08%, frente al 50,66% del año 2019. Sin embargo, para ser francos, un incremento de 0,42 puntos tampoco es algo para estar demasiado contentos, aunque no es el 42,61% del año 2014 o el 42,97% del año 2009.
Aunque no voy a entrar en detalle en las cifras, lo que sí me ha resultado llamativo, aunque no me ha extrañado, es que ha habido una mayor movilización de los votantes jóvenes, que ha sido generalizada en la mayor parte de los países de la Unión Europea, especialmente en aquellos países donde los partidos políticos populistas o de extrema derecha han tenido un resultado relevante. Una circunstancia de la que hablaré más adelante y donde hemos asistido a campañas electorales mucho más efectivas en el ámbito de estas formaciones políticas y ligadas a esa combinación perfecta que ha sido: polarización extrema, redes sociales e inteligencia artificial.

El auge de los partidos populistas y de extrema derecha.
Pasemos ahora a lo que considero el aspecto más destacado y que guarda una estrecha relación con el título de este artículo: el auge de los partidos de corte populista y de extrema derecha.
Entre los factores que pueden explicar su crecimiento, y en los que coincidirán conmigo, se encuentran varios elementos clave que reflejan ciertas tendencias y preocupaciones socioeconómicas en todo el continente. A mi juicio, estos son los que detallo a continuación:
(1) Descontento Económico y Social.
Muchos ciudadanos europeos se sienten abandonados por las políticas tradicionales y los partidos establecidos, percibiendo una falta de respuesta adecuada a sus problemas económicos cotidianos. Esta situación ha reavivado el clásico debate entre Macroeconomía y Microeconomía, donde las grandes cifras no siempre se traducen en mejoras tangibles para el ciudadano común. El descontento es especialmente patente en regiones afectadas por la desindustrialización, zonas agrícolas perjudicadas por el cambio climático, y áreas que aún sufren las consecuencias de la última crisis financiera. En estos lugares, el desempleo, los costes de la vivienda, de la cesta de la compra y la precariedad laboral son elevados. Los partidos populistas han sabido capitalizar este descontento, prometiendo cambios radicales y una mayor atención a las necesidades de la población local. Sin embargo, estas promesas no distan mucho de las estrategias que, en otros periodos históricos, ya han demostrado ser poco efectivas.
(2) Crisis migratoria y temas de seguridad no resueltos.
Sea o no de nuestro agrado, la crisis migratoria continúa siendo un tema candente en Europa, y los partidos populistas de derecha han capitalizado la preocupación pública sobre la inmigración y la seguridad. Una vez más, han demostrado su astucia al aplicar y actualizar las viejas estrategias presentes en el manual de campaña de estas formaciones políticas. La culpabilización del «otro» siempre ha sido una táctica efectiva. En este sentido, estos partidos no solo promueven políticas más estrictas de control fronterizo y deportación, argumentando que son necesarias para proteger la identidad y la seguridad nacional, sino que su mensaje ha resonado entre muchos ciudadanos europeos. Un mensaje que, si bien suele funcionar en otras latitudes, también ha calado hondo en el corazón de la vieja Europa. Basta con observar los resultados en países como Italia, Francia, Alemania o los Países Bajos.
(3) El escepticismo y la oposición a las políticas de la Unión Europea.
Ya sé que es un clásico, elección a elección. Aunque resulte increíble, como nuevamente ha quedado demostrado en estas elecciones europeas, nos encontramos ante una de las asignaturas pendientes y no resuelta de la Unión Europea.
El creciente escepticismo hacia la Unión Europea y sus políticas ha sido, una vez más, otro factor crucial y determinante de estos resultados.
Muchos votantes perciben que la Unión Europea es demasiado burocrática y distante, imponiendo políticas sin considerar las realidades locales. Los partidos populistas han utilizado este sentimiento para promover una agenda euroescéptica, proponiendo la recuperación de la soberanía nacional y la reducción de la influencia de la Unión Europea en los asuntos internos de los Estados miembros.
(4) Reacción en contra de las políticas ambientales.
La resistencia a las políticas ambientales de la Unión Europea, aunque nos resulte incomprensible, también ha jugado un papel significativo en el resultado de estas elecciones.
Las medidas propuestas para combatir el cambio climático, si bien cuentan con el apoyo de muchos, han encontrado oposición entre quienes las ven como una carga económica, especialmente en sectores como la agricultura y la pesca.
Los partidos populistas han prometido frenar estas políticas, ganando apoyo entre los votantes que se sienten perjudicados por ellas, pero, contra todo pronóstico, también entre el electorado más joven, un sector que, según todos los estudios, estaba más concienciado con estos temas. Sin embargo, a tenor de los resultados electorales, parece que este compromiso no es tan fuerte como se pensaba.
(5) La fragmentación y el declive de los partidos tradicionales.
Nos encontramos ante una realidad en ebullición, fruto de un proceso lento que se ha ido gestando durante años. Un patrón recurrente en la historia Europa.
Este fenómeno no es nuevo. Se trata de una realidad que se ha ido gestando poco a poco. Lo hemos presenciado en estas elecciones europeas, pero también en los diversos procesos electorales nacionales que se han desarrollado en los últimos cinco años. La fragmentación del panorama político y el declive de los partidos tradicionales han facilitado el ascenso de los populismos.
Tampoco es nuevo que esta situación se repita una vez más en suelo europeo. La incapacidad de los partidos tradicionales para formar coaliciones estables y responder a las preocupaciones de los votantes ha impulsado una mayor fragmentación y ha creado un espacio político más favorable para los partidos populistas.
Esta tendencia se ha observado en casi todos los estados miembros de la Unión Europea, pero ha sido particularmente evidente en países como Francia y Alemania, donde los partidos de centro, conservadores o moderados han perdido terreno frente a sus contrapartes más radicales.
Y, en el ámbito de los partidos de izquierda, la situación es similar. La socialdemocracia ha experimentado un serio revés en la mayoría de los países de la Unión Europea, excepto en algunos como Suecia, Rumanía o Portugal, donde parece resistir. Sin embargo, los partidos políticos más a la izquierda de la socialdemocracia parecen sumidos en un proceso de fragmentación imparable.
Lo mismo podría decirse de los partidos verdes. Si bien tuvieron su momento de auge, estas elecciones han supuesto un severo revés para ellos en muchos Estados miembros de la Unión Europea.

Un panorama incierto y lleno de desafíos.
Una vez vistos los factores que, a mi juicio, han contribuido al extraordinario resultado de los partidos políticos populistas o de extrema derecha, ¿cuál puede ser su impacto en la política europea?
Por lo pronto, han supuesto un adelanto por sorpresa de las elecciones legislativas en Francia. Un movimiento del actual presidente, Emmanuel Macron, que muchos consideran temerario o de alto riesgo. También nos hemos sorprendido con la dimisión del primer ministro belga, Alexander De Croo.
Nos queda por ver cómo se organizarán las distintas familias políticas en el nuevo Parlamento Europeo y qué poder de facto pueden llegar a alcanzar las fuerzas populistas y de extrema derecha. También nos queda por ver si finalmente se materializará una alianza entre conservadores, socialdemócratas y liberales que permita un gobierno posible para la Unión Europea y si Ursula von der Leyen continuará como presidenta de la Comisión Europea y cómo será el reparto de los distintos comisarios.
Tenemos también un elemento que merece especial consideración: la nueva composición del Parlamento Europeo va a coincidir con la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea que ejercerá Hungría, con la presencia de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría.
Pero más allá de estas cuestiones, los interrogantes surgen en torno a cómo impactará la notable presencia de los partidos populistas y de extrema derecha en la composición del Parlamento Europeo y el impacto que van a tener en la política europea. Porque de lo que sí estoy seguro es que, aunque aún es pronto para asegurarlo, terminarán por influir en la agenda legislativa y en las decisiones políticas que puedan tomarse en los próximos cinco años.
Si ya la polarización política es una realidad, la mayor presencia de estas formaciones políticas conllevará un aumento aún mayor, ya que, como veremos más adelante, constituye una pieza clave para consolidar su crecimiento. Y qué mejor escaparate que las instituciones europeas. Tienen una notable presencia y lo harán saber.
Además, esta polarización política prácticamente ya ha sido asumida por los partidos tradicionales en sus discursos. Una corriente que, si estos partidos tradicionales la adoptan, bien podría llevarlos a radicalizar sus posturas políticas, lo que generaría un mayor desapego de los ciudadanos con la política, aumentaría la abstención y contribuiría a crear las condiciones en las que, precisamente, las formaciones populistas y de extrema derecha tienen las condiciones óptimas para seguir creciendo.
Y lo más importante, con toda seguridad condicionarán cierto cambio en las prioridades de la política europea, con un enfoque dirigido hacia asuntos relacionados con la identidad nacional en detrimento del impulso de una mayor integración europea. Habrá tensiones en materia de inmigración, recorte o ralentización de ciertos avances en derechos sociales, cambios significativos en materia de seguridad, así como en política exterior y alianzas con terceros países o la incorporación de nuevos miembros de la Unión Europea.
En definitiva, el nuevo escenario político europeo presenta un panorama incierto y lleno de desafíos. La notable presencia de partidos populistas y de extrema derecha en el Parlamento Europeo obligará a un replanteamiento de las estrategias y prioridades de la Unión Europea. Queda por ver cómo se articularán las fuerzas políticas y qué tipo de alianzas se formarán para hacer frente a los retos que se avecinan.
Es importante destacar que este análisis se basa en una observación inicial de los resultados electorales y que, con el paso del tiempo y la toma de decisiones políticas concretas, la situación podría evolucionar de manera diferente. No obstante, lo que sí parece claro es que la irrupción de estas fuerzas políticas en el escenario europeo marca un antes y un después, y que su impacto en la política europea será significativo en los próximos años.

Las urnas han hablado.
Sin duda alguna, las elecciones al Parlamento Europeo de 2024 han sido un reflejo de importantes cambios en la política europea, caracterizados por una menor participación ciudadana y un notable ascenso de partidos populistas y de extrema derecha. Este fenómeno puede atribuirse a diversos factores, entre ellos el descontento económico y social, la crisis migratoria, el escepticismo hacia las políticas de la Unión Europea, la reacción en contra de las políticas ambientales y la fragmentación de los partidos tradicionales. Estos partidos han sabido capitalizar el descontento ciudadano, utilizando la polarización extrema, las redes sociales y la inteligencia artificial para movilizar a los votantes, especialmente a los jóvenes.
Bien, esta ha sido mi primera reflexión. Quiero agradecerles su interés y los invito a una próxima entrega en un próximo artículo.
Fotos: Imágenes generadas con IA.




