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ACUERDOS, ACUERDOS, ACUERDOS

Acuerdo

Hace tiempo que no dedico unos instantes a compartir con ustedes alguna de mis reflexiones en mi blog. Aunque quiero retomarlo, lo cierto es que, por un motivo u otro, lo he ido postergando.

Hay veces que el entorno no nos ayuda a para unos instantes en el devenir diario de nuestra actividad y dedicar unos instantes a  reflexionar pausadamente sobre  aquello que está pasando. Este creo que es uno de esos casos. En el entorno social y político están pasando muchas cosas y lo cierto es que, a veces, los acontecimientos nos superan y nos queda poco tiempo para parar unos segundos y meditar pausadamente sobre todo lo que nos está pasando.

Entre esas cosas que nos está pasando quiero detenerme en la sensación que llegamos a experimentar hace apenas unos meses, especialmente en España, pero también en muchos otros países de nuestro entorno, de la llegada de “nuevos tiempos en política”, eso de lo que tanto se ha hablado del advenimiento de “una nueva forma de hacer política”. Y lo hago porque, pasado ya algún tiempo desde que esta idea se extendiera de forma mesiánica, parece como si todo aquello que se decía, todo aquello que se postulaba, hubiese quedado en algo más parecido a una previsión meteorológica no cumplida, que una esperanza ansiada por muchos.

No sé si es solo una sensación mía, pero hemos vivido unos meses como los días previos a la llegada de los regalos de navidad. En todos nosotros, de una forma u otra, se ha avivado ese nerviosismo por la sorpresa, por lo nuevo, por lo diferente y que, cuando llega ese día, al ver los regalos, comprobamos que «no era para tanto».

Creo que esa es justamente esa y no otra la sensación con la que muchos ciudadanos se han quedado con las promesas de cambio ya que, nos guste o no, la situación política que vivimos en la mayor parte de nuestros países, parece seguir rigiéndose por los mismos patrones de comportamiento de lo que hemos dado en llamar como “la vieja política”.

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Parece que todo cambia, muchos nos quieren vender esa sensación pero, lo cierto es que, al final, nada parece haber cambiado en nuestra “clase política”.

Siguen utilizándose los mismos discursos, resurgen fantasmas, miedos y todo tipo de mensajes y gestos que parecen haber sido rescatados del olvido mientras, el ciudadano, cada vez más, desde una posición más íntima y personal, sabe que ya nada es y será como antes, a pesar que ese “cambio” tarde el llegar.

Nuestra clase política ha de  ser capaz de entender que, más pronto que tarde, se va a  producir en cada uno de nosotros un cambio profundo que, sumando individualidades, será capaz de proyectarse al conjunto de la sociedad. Esa será la única manera en la que se va a producir ese cambio en nuestra exigencia por hacer una “nueva forma de hacer política” por parte de aquellos quienes cuenta con la responsabilidad de asegurarnos una mejor calidad de vida.

Ese cambio partirá de nosotros mismos y no del que se ha querido “vender” desde distintas instancias políticas que, en el fondo,  tras este mensaje de cambio, en verdad se esconde la idea de querer que todo cambie para que, al final, nada cambie.

De hecho, a lo largo de este año, hemos asistido a diferentes citas electorales y lo cierto es que, en todas ellas, da igual en el país en el que hayan tenido lugar, parece haber pasado justo eso, aparentemente han cambiado las cosas pero, en el fondo, nada ha cambiado. El ciudadano ha creído que esta vez sí que las cosas iban a cambiar de verdad pero, al final, todo sigue igual que antes o, quizás, se ha terminado por diseñar un entorno político y social mucho más complejo que el que teníamos meses atrás.

Mediante diversas técnicas de comunicación, mensajes, propaganda y todo tipo de herramientas de movilización del electorado, se han generado y se siguen generando unas expectativas que, pasadas las distintas citas electorales, nos hemos dado cuenta y probablemente nos daremos cuenta (para aquellas que están por llegar) que eran muy inferiores a los que todos esperábamos.

Al final, los viejos partidos siguen con las mismas disputas internas que han vivido años y meses atrás, intentando cada cual salvar su posición para lo que está por llegar. Los nuevos partidos tampoco se salvan del mismo mal ya que, al final, la condición humana es lo que es y en ellos también se reproducen, aunque no sean capaces de admitirlo públicamente, las mismas pautas de comportamiento de quienes conforman las viejas formaciones políticas de la que tanto quieren distanciarse pero, también ellos se encuentran atrapados en aquello que decía el cantante Julio Iglesias en una de sus canciones más populares: “la vida sigue igual”.

Los pactos y acuerdos en las distintas instituciones parecen que no terminan de arrancar. Es cierto que se buscan y se incentivan esos pactos pero una cosa ha sido la intensión de llevarlos a cabo y otra bien distinta es cómo se materializan esos acuerdos entre distintas formaciones políticas en cuestione mucho más tangibles.

Quizás es sólo una sensación subjetiva pero, pareciera que, más que empezar a buscar soluciones concretas a los problemas que más acucian a los ciudadanos, se está negociando y pactando por y para “organizar la casa por dentro”, para ver cómo distribuir pequeñas parcelas de poder que permitan subsistir a las distintas fuerzas políticas antes de tener que enfrentarse a una próxima cita electoral. Y es que, “la vida sigue igual”.

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Son muchas las cosas que están pasando en el mundo y en nuestro entorno más cercano  pero tengo la impresión que frente a ese discurso de querer cambiar las cosas, nuestra clase política parece que, más que querer asumir riesgos e implicarse más decididamente en la toma de decisiones de amplio calado social y político, prefieren esperar a que pase el tiempo y que, de alguna manera dejar que “decidan otros”. El problema es que ¿quiénes son esos “otros”?

De alguna manera, parece como si se prefiriera esperar a que escampe el temporal en vez de actuar y tomar decisiones que, lo más preocupante es que no pueden demorarse por mucho más tiempo. Los ciudadanos no podemos esperar. Van a pasar y están pasando muchas cosas, en todos los ámbitos, en muchos de nuestros países y quienes han resultados elegidos para gestionar nuestras sociedades, no pueden ni deben de esperar  a que de una forma u otra, las cosas terminen arreglándose por queso, nos guste o no, nunca va a pasar.

Es justo esa sensación la que, como ciudadano y como un profesional que se dedica a asesorar a políticos, me hace reaccionar y no permanecer ajeno a esta sensación.

Una sensación que quizás puede estar equivocada pero que, en cualquier caso, no deja de ser sólo eso, una mera percepción de una realidad ante la que no podemos ni debemos quedar impasibles.

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El diagnóstico es complejo, las soluciones no van a ser fáciles y muy probablemente, el coste de tomar decisiones puede ser muy elevado, pero hay que actuar. Nuestros representantes electos, quienes nos gobiernan, han de actuar

No sé quien lo dijo pero, en los momentos en los que nos encontramos, más que nunca hemos de aplicar aquella vieja idea vieja de que, «la política no es más que el arte de llegar a acuerdos para con el interés general, por encima incluso de los propios intereses partidarios».

Es precisamente eso lo que, de una forma u otra demandan los ciudadanos. En su fuero interno saben que ya es hora que sus representantes públicos dejen momentáneamente de lado los intereses partidarios y se sienten a hablar, a negociar, a intentar llegar a acuerdos para superar todos los retos a los que nos enfrentamos y, con ello, hacer que las cosas cambien para mejor y dejar de seguir cometiendo los mismos errores de antaño. Es eso lo que estoy convencido que muchos ciudadanos quieren pero pocos son capaces de exigir públicamente que sea eso lo que han de hacer.

Y es que, “la nueva política” no es más que eso, “negociar, negociar y seguir negociando”. Esforzarnos diariamente en poder alcanzar acuerdos en todo aquello que pueda contribuir a que el conjunto de los ciudadanos pueda contar con una calidad de vida un poco mejor, posibilitando que este diálogo sea capaz de mejorar nuestro presente asegurándonos un futuro mucho mejor. Así de fácil y así de difícil porque también la política no es más que eso, “el arte de hacer fácil lo difícil”.

Estamos justo en ese punto de inflexión en el que ahora, más que nunca, los ciudadanos han de ser sumamente críticos, no dar nada por supuesto y  extremadamente exigentes con sus representantes públicos. Pero también lo hemos de ser para con nosotros mismos para, entre todos, lograr cambiar el rumbo de la historia. Una historia que no podemos dejar que la escriban por nosotros, sino que hemos de ser todos y cada uno nosotros los que tenemos que escribir cada párrafo de una historia que estudiarán generaciones futuras.

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Quiero terminar mi reflexión con una estrofa de la canción con la que en el año 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de la Canción de Benidorm (España):

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A veces se nos olvida pero, en esta vida si hay algo cierto es que todos nosotros estamos de paso y, como en la vida, en la política también se está de paso. Por eso, nos guste o no, “las obras quedan y las gentes se van”.

En esto básicamente consiste la política, en que los políticos tengan siempre presente que “están de paso”, que solo sus obras son las que han de perdurar en el tiempo y ser recordados por ellas. No hay más pero, un concepto tan simple y tan sencillo, parece querer olvidarse.

Si realmente somos conscientes de ello, deberíamos trabajar más allá de nuestras propias limitaciones ideológicas o partidarias. Se han de superar las limitaciones que nos impiden sentarnos a hablar. No hay más, esa es la “nueva política”.

Por eso, un político nunca ha de olvidar que “siempre hay algo o alguien por quien vivir y por quién luchar”. Ahora sólo hace falta “ponerse manos a la obra”.

CLASE POLÍTICA EN ESPAÑA SIN RUMBO… ¿O NO?

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Hace tiempo que no escribo ningún artículo de reflexión en mi blog. Probablemente sea porque me encuentro inmerso en el que es mi primer trabajo como consultor político, en pleno desarrollo de la primera campaña electoral a la que me enfrento como profesional independiente, asesorando a una formación política que con curre a las elecciones locales y autonómicas que se celebran en España el próximo 24 de mayo de 2015.

En la medida que no es lo mismo ver el toro desde la barrera que bajar al ruedo y experimentar lo que, en el campo de la batalla electoral, es lo que hace que todas mis energías estén concentradas en conseguir el mejor resultado posible para mi cliente o, cuando menos, que cometa la menor cantidad de errores posible.

Y como ahora toca centrarse en aquél lugar donde la teoría ha de pasar a ser práctica, y donde el mínimo fallo puede llegar a dar un traspié que dé al traste con todo el trabajo que hemos realizado, quizás sea por eso que, al estar todos mis esfuerzos concentrados en esta batalla, no haya tenido tiempo para hacer un alto en el camino y reflexionar sobe aquellas cosas que afectan al entorno de nuestra profesión o a todo lo relacionado con el mundo de la política en general.

TxtSR1Con todo ello, lo que sí puedo decirles es que, no sé porque extraño motivo, hoy sí que he decidido compartir con ustedes una percepción que llevo observando desde hace algún tiempo el ámbito de la política en mi país, España. Percepción que no sé si trasciende de un ámbito meramente local u otro más amplio.

Vivimos un momento un tanto convulso, un tiempo en el que parece que aspiramos a un cambio radical en las cosas, en nuestra vida y en la política pero, de alguna manera, nos encontramos como paralizados. Es como si deseáramos cambiar pero no sabemos bien como dar ese paso. Un paso al que hemos de dar solos porque, de una forma u otra, sabemos que nadie nos va a llevar de la mano en ese tránsito que sí o sí sabemos que hemos de dar.

No sabemos si es lo mejor que podemos hacer, desconocemos lo que podemos encontrar pero internamente, en como si un ciclo vitar estuviera terminando y quisiéramos dar ese paso que nos va a permitir abrir el telón a nuevas oportunidades, a nuevas sensaciones a una nueva forma de enfrentarnos a la vida y al entorno que nos rodea.

Desde la posición que ocupo, desde el campo de la dura confrontación política y electoral, he notado que ese proceso de aspiración al cambio que vimos en un ámbito más personal e íntimo, se estuviera dando en las organizaciones políticas que configuran el panorama político en España.
No sé si también ocurre en otros países pero, en mi país, se evidencia hay una especie de falta de rumbo, no se sabe hacia dónde ir, no se sabe qué hacer, tan siquiera, se atreven a improvisar. Es como si estas organizaciones se encontraran paralizadas, a la espera de recibir instrucciones de no se sabe quién y no se sabe cuándo.

Mientras tanto, sus miembros empiezan a tomar decisiones a título individual o conformando pequeños grupos mientras pasas ese tránsito de cambio que supone encontrarse en el andén de espera al que han llegado tras muchos años de hacer lo que mejor sabían hacer, que no pasara nada. Pero ahora, las circunstancia y buen parte del resultado de sus acciones pasadas, las han colocado en una especie de limbo, esperando no se sabe qué y a no se sabe a quién.

En España nos encontramos con una clase política y unas organizaciones políticas más o menos tradicionales que ha comparado un billete de avión pero, una vez pasado el control de seguridad, se encuentra esperando en el aeropuerto a que salga un avión que sufre un retraso tras otro. Y los que no se encuentran en esta situación están pensando comprar o ya han comprado sendos pasajes para dos vuelos que tienen fecha, pero no saben si llegaran a tomar o no.

TxtSR2Es más, aunque han comprado sus billetes (uno es para las próximas elecciones locales y autonómicas y el otro es para las elecciones generales), lo cierto es que, muchos de ellos, lo han hecho demasiada anticipación y de forma precipitada, como si quisieran aprovechar una interesante oferta en el coste del billete. Han abonado ambos billetes, pero se han dado cuenta que la compra la han hecho en una compañía de bajo coste y cualquier cambio o modificación en el billete supone un sobre coste.

El caso es que, a pocos meses de las elecciones (de tomar el vuelo) saben que han de seleccionar asiento y pagar por ello, facturar más de una maleta y pagar por ello, modificar el billete y pagar por ello.

Pero, lo más inquietante es que, todavía no saben si han de comparar más billetes, o deben de anular alguno de los trayectos de esos billetes que ya han comprado y pagado.

TxtSR3Da la sensación que las los políticos en mi país (España) y las formaciones políticas que aspiran a jugar un papel de actor principal, y no de reparto, en las próximas elecciones (bien sean locales o generales), empeñándose en hacernos ver que tienen todo controlado, que saben dónde van pero, en el fondo, la realidad es otra.

De nada que nos adentremos en el corazón de esas organizaciones políticas, especialmente las tradicionales, nos damos cuenta que existe una clara falta de rumbo, no tienen realmente claro que han de hacer y hacia dónde ir porque, ya no basta con querer ganar las elecciones con mayoría absoluta, sino saber qué plan existe para el día después.

Sus bases e incluso, hasta algunos de sus dirigentes pareciera que esperan recibir instrucciones, de nos e sabe quién y no se sabe cuándo. El caso es que bien no llegan o no se sabe a ciencia cierta quién ha de darlas, y lo que es peor aún, pareciera que no está claro que instrucción o instrucciones dar.

TxtSR4Pero como si de un virus se tratara, incluso las formaciones emergentes que aspiran a ser una alternativa y representan ese cambio que parece venir demandando la sociedad desde hace tiempo ya, han de defenderse para no contagiarse de este virus que parece afectar a las organizaciones políticas tradicionales. Y es que, hasta la fecha no se ha descubierto vacuna alguna que mitigue los efectos de esta situación de falta de rumbo que condicionan al mayor parte de las decisiones y acciones que quieren y desean tomar.

Nos encontramos con organizaciones que sabemos que, como un barco, sus integrantes saben que existe un puente de mando, un capitán y unos oficiales pero, en verdad no saben si están ahí, si están haciendo su trabajo, si están pilotando la nave a un destino bien definido y compartido por toda la organización.

TxtSR5Eso sí, hay mucho ruido mediático, ha mucha declaración, hay reacciones cada vez que surge un nuevo sondeo electoral pero, en el fondo, es como si cada uno fuera por su lado, como si nada pasara, mientras la sociedad “va por libre”, esperando a tomar una decisión pero, tampoco supieran a ciencia cierta cuál tomar.

Igual es una percepción muy subjetiva, pero denoto como si o hubiera, en la mayor parte de las organizaciones políticas en España una estrategia bien definida. Es como si hubiera una conjunción de muchas estrategias, como si de astros se tratara, muchos mensajes, mucho ruido y pocas alternativas que permitan al electorado tomar una posición clara acerca de lo que está pasando y, sobre todo, que les ayuden a decidir cuál es el cambio que quieren y desean hacer.

De una forma u otra, pareciera que quienes pretenden ser los actores principales de estas elecciones, están más centrados en librar sus propias batallas internas, que en ofrecer una alternativa de cambio real.

Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos

Mientras tanto, el ciudadano sigue también esperando, quiera votar, quiere participar pero, a fecha de hoy, muchos ciudadanos, una gran mayoría, sigue sin tener clara cuál es la propuesta de las formaciones política a la que están dispuestos a dar su confianza.

Aunque cueste reconocerlo, falta ilusión y liderazgo. Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos que hoy más que nunca se echa en falta.

Falta que los políticos y sus organizaciones políticas nos vuelvan a enamorar. Sí, esa es la palabra, enamorar.

TxtSR7Es justo aquí donde debieran de centrarse todos los esfuerzos. Trabajar para conseguir que los políticos vuelvan a enamorase del electorado y, a su vez, éste, del político.

Es así de simple, basta con una sonrisa, con una mirada honesta y transparente capaz de provocar ese necesario enamoramiento. Un romance que ha de ir más allá de un mero programa político, de una mera declaración de buenas intenciones o de una historia más o menos elaborada.

Somos humanos y las organizaciones políticas también los son. Éstas han de cambiar su mensaje, mirar de frente a los ciudadanos y hablarles de verdad y sin tapujos.

Por eso, las formaciones políticas han de cambiar su mensaje, es necesario que hablen al corazón, pero con honestidad y confianza.

No sé si ustedes perciben esta sensación o son meras apreciaciones mías. Si se fijan no hago mención a ningunaformación política en particular, y es que, ya sean más recientes o lleven más años entre nosotros, creo que tanto una como otras se encuentran en la misma situación. A la espera que el capitán del barco marque el rumbo a segur y dé la orden de zarpar.

Quizás esté equivocado y solo sean desvaríos de un mero espectador y actor de la política en España, pero llevo tiempo dándole vueltas a este asunto y, como si de una catarsis se tratara, he querido compartirlo con ustedes por si piensan igual que yo, o por el contrario, creen que la situación es otra bien distinta.
Esta es la pregunta, ¿en verdad hay un rumbo bien definido en la política de este país, España, en sus políticos y en las organizaciones políticas que aspiran a poder gobernarnos?

La respuesta, nos guste o no, la tendremos que dar cada uno de nosotros en las urnas. En ese momento de intimidad más absoluta que supone el introducir una papeleta en una urna y cambiar o no una situación que compartimos o que deseamos modificar. El resto, no son más que palabras y conjeturas. Ese es el momento donde todo es posible.