política

JORDI PUJOL FERRUSOLA y JOSÉ MARÍA-RUÍZ MATEOS, TODO POR LA FAMILIA

Pujol y Ruiz-Mateos

Vidas paralelas

Ya han pasado unos días desde que asistiéramos a la comparecencia del ex presidente de la Generalitat de Catalunya Jordi Pujol en el Parlament, y desde que, de una forma u otra, muchos de nosotros pudiéramos comprobar que en política nada está escrito.

Ahora, en la distancia y fruto de una eficaz estrategia de comunicación, la gestión de la agenda de nuevos acontecimientos, hacen que los efectos de esta intervención parezcan quedar diluidos en el tiempo. Por eso, es justo ahora, desde esa perspectiva temporal en la que quiero, desde una óptica un tanto distinta y singular, aproximarme a esta cuestión. Una reflexión que no pretende otra cosa que detenernos un instante a pensar sobre lo que ha sido toda una generación de políticos/empresarios en nuestro país, e intentar concluir si esta generación ya forma parte del pasado o, por el contrario, siguen perpetuándose en el tiempo.

Y para ello, me he permitido la licencia de confrontar a dos figuras que, aparentemente nos pueden resultar bien distintas pero creo que, si las analizamos a fondo, cuentan con más elementos en común que los que les pueden separar.

Se trata de Jordi Pujol Ferrusola y José María-Ruíz Mateos, dos exponentes de toda una generación, y de un país que, pese a la insistencia de querer ser diferentes, en el fondo son la misma cosa porque, nos guste o no, somos hijos del mediterráneo, somos los herederos de culturas como la griega o la romana en donde siempre ha habido una extraña mezcla entre política y negocios. Una circunstancia que sigue reproduciéndose en los tiempos en los que vivimos.

Y es aquí donde consultores y asesores políticos, en la mayoría de los casos, tenemos que movernos porque, bien mirado, “el ser político” ha evolucionado muy poco, y como nos muestran los acontecimientos que han rodeado a estos dos personajes, buena parte de nuestros políticos siguen siendo herederos de esa cultura judeocristiana en la que es frecuente encontrarnos con esa mezcla de católico convencido, empresario y visionario.

Nuestra sociedad, por mucho que aparentemente parezca que ha cambiado, fruto del desarrollo tecnológico o de la globalización, parece seguir resistiéndose a modificar un comportamiento que nos sigue definiendo como sociedad. Me refiero al hecho de seguir estando inmersos en una cultura matriarcal, donde el patriarca, aunque sea el máximo exponente “de la tribu”, cede su protagonismo efectivo, a favor de la mujer, que es quién en un contexto familiar, sigue controlando “los hilos” de las relacione entre sus miembros.

Cierto es que nos encontramos ante nuevos modelos de familia, como la mono parental, la constituida por parejas del mismo sexo, pero lo cierto es que, las familias llamadas “tradicionales”, siguen siendo las más proclives a que sus miembros participen activamente en política, en especial, “el patriarca” y sus vástagos. Por eso, estas dos figuras son el máximo exponente de “la familia clásica” o tradicional, en donde no pueden entenderse, sin relacionarlas con sus dos esposas, con Marta Ferrusola y con Teresa Rivero, ya que, lo cierto es que parece como si existiera una especie de “contrato no escrito” para el reparto de roles en el seno familiar, empresarial y político, en el que la mujer es la que realmente manda, es la que dirige, es quien marca las pautas, el que ejecuta las intriga y la que diseña la estrategia necesaria para proteger a su clan. Y, por su parte, el marido es quien ejecuta, siendo los hijos (por lo general, familias numerosas) los que han de cumplir sus órdenes.

Por eso, si entrar en mayor detalle, vemos que estos dos personajes tienen más en común de lo que les puede separar, porque han sido educados y criados para eso, para perpetuarse como un auténtico clan; para alcanzar algo que va mucho más allá de obtener prestigio, reconocimiento, poder o fortuna,  o dinero, para perpetuar su especie, para proteger su familia a toda costa, aunque eso implique sufrimiento y renuncia.

Al fin y al cabo, su vida gira en torno a ese único objetivo y, si es necesario, se crea toda una red de favores e influencia, basadas intrigas, secretos y “lo que fuera necesario” con tal de cumplir su única misión en su vida. Es por eso que el dinero o él poder político no son un fin en sí mismo, sino el medio que les va a permitir perpetuar su “statu quo”.

Lo hacían sus padres, lo hacia sus abuelos y lo hacían sus bisabuelos. Ahora, parece que son sus hijos los que intentan repetir ese mismo esquema, pese a que ello suponga un grave perjuicio para los demás, especialmente para quienes no forman parte de “su familia”.

Viven por y para ello, su concepto del bien y del mal es otro, no es el del “común de los mortales”. Están convencidos que sólo han de dar explicaciones ante su familia y ante dios, se creen en el derecho de no responder ante nada ni nadie que no sea ese binomio. Incluso, considera que la justicia es “su justicia”, no el conjunto de leyes y preceptos que las sociedades nos hemos dotado como sistema de convivencia.

Por eso, podemos entender cuál ha sido la reacción de ambos personajes cuando se han sentido acorralados, cuando “se les ha pillado en un renuncio”, cuando se les empieza  a cuestionar. Y ambos han reaccionado de la misma manera, con la defensa a ultranza de la familia, sacrificándose por ella, e insistiendo en que no son ellos los que han de dar explicaciones, sino que hemos de ser nosotros los que debemos de pedirles perdón por cuestionar su forma de ser, su forma de actuar o su estilo de vida.

Se trata de “personajes” que siguen a rajatabla los “diez mandamientos” y los receptos de la religión cristiana más pura, pero con la flexibilidad que le da el poder ir a misa cada domingo, confesarse, expiar sus faltas y seguir adelante. Así ha sido siempre y así ha de seguir siéndolo, porque lo hicieron sus antepasados, lo hacen ellos, lo hacen sus hijos y lo seguirán haciendo los hijos de sus hijos: Y es que forma parte de su tradición, es algo que está íntimamente ligado a su ADN.

Su verdad está por encima de la de los demás, su estilo y forma de vida es incuestionable, y si hay necesidad de defenderse, lo hacen pero bajo sus principios éticos y morales, los suyos, pero no el de los demás.

Obsesión por el poder, el dinero y la religión

Por mucho dinero o poder que tengan, su fortaleza reside en la fidelidad a ultranza de los principios transmitidos de generación en generación, en la austeridad por encima dar todo y en tener siempre la despensa llena (y su cuenta corriente) por si vienen tiempos difíciles. Ellos son, o pretenden ser, el poder y eso no quieren nadie se les cuestione.

Son afables, cariñosos, buenas personas, gente de bien, pero si hay que defenderse, bien a ellos mismos o cualquier otro miembro de su familia, lo harán sin dudar y con contundencia. Reprenderán a quién haga falta y cueste lo que cueste, incluso si esto supone poner en peligro su propia vida, porque es lo que han aprendido, porque forma parte de su código de conducta interno y familiar, porque lo hicieron sus antepasados y es lo que hay que hacer.

Llegados a este punto, podemos seguir enumerando más y más características que puedan tener en común estos dos personajes, que mezclan religión, familia, negocios, territorio y política, seguro que encontraremos más similitudes que diferencias pero, a donde he querido llegar es a entender como, en definitiva, la realidad es que tanto los catalanes, como el resto de españoles, no somos tan distintos como muchos se empeñan en hacernos. Nos guste o no, somos herederos de la cultura mediterránea. Esto ha sido así, es así y lo seguirá siendo.

Mientras tanto, nos toca asistir como espectadores a su gran espectáculo, que no es más que otra actuación del circo de la vida, del “circo de su vida”, como de una película épica se tratara. Y ustedes dirán, todo esto que tiene que y ver con la consultoría política, el marketing político o la comunicación política.

Yo creo que la comparación de estos dos personajes tienen mucho que ver con estos aspectos ya que, aunque pensemos que quienes han inventado todo esto del marketing político son los norteamericanos, en verdad han sido personajes como Jordi Pujol o Ruiz-Mateos que, aunque no lo llamen de esta manera, si qué han aplicado estas técnicas como herramientas para alcanzar sus propios objetivos, que no ha sido otro que el perpetuar su especie, en proteger a su clan.

Por tanto, lo llamemos como lo llamemos, estos conceptos de marketing político, de comunicación política,  o cualquier otro concepto que se les asocie, han existido desde siempre, le han sido transmitidos por sus antepasados ya que, no en vano, su origen se encuentra a orillas del Mediterráneo, da igual que sea en Grecia, Italia, Cataluña o España. Es aquí donde surgen los cuatro elementos fundamentales del marketing (producto, precio, lugar y distribución) que, durante siglos, han sabido combinar a la perfección y que los han aplicado a la política, sin necesidad de querer darles una mayor o menor justificación.

¿Y quien es el director de marketing, quién es el director de campaña, o quién es el jefe de gabinete? En este caso, no creo que  quepa la menor duda, lo son sus esposas, en este caso,  Marta Ferrusola y Teresa Rivero. Son ellas las que, en ese afán de protección de su prole, son las que  a gestionar su “plan de marketing familiar; algo que tiene mucho que ver con lo que podemos entender como “marketing político”. Y, es que,  aunque el portavoz de la familia sea siempre el patriarca, quien en verdad marca las pautas y fija las estrategias es “la matriarca”.

Más similitudes que diferencias

Quizás les pueda parecer esta reflexión un tanto simplista o alejada de la realidad pero, coincidirán con migo que, aún en nuestros días, son muchos los personajes más o menos influyentes en nuestras sociedades que siguen iguales pautas de comportamiento y, por tanto, hemos de ser conscientes de ello cuando queramos asesorar a potenciales clientes que se mueven en este contexto, aunque, muchos de ellos se nieguen a admitirlo.

A pesar que los tiempos son otros y que aparentemente las cosas ya no son como años atrás, nos guste o no, estas “familias” han sido capaces de perpetuarse en el tiempo, han sabido adaptarse a los cambios, porque su ancestral “ley de vida”  les obliga a sobrevivir. Por eso vamos a seguir encontrándonos, bien ejerciendo el poder económico, social, político o religioso.

Por eso, debemos de denunciar y cuestionar comportamientos como los que estos personajes están acostumbrados a ejecutar. Tenemos que cuestionar  ciertas actitudes y no resignarnos a que todo ha de permanecer igual, a que las cosas no se pueden cambiar, a que todo esto no es más que parte de nuestra cultura. Por lo menso, hemos de intentarlo y no conformarnos con ser meros espectadores.

Aunque como consultores o asesores políticos nos debemos a nuestro cliente, debemos de ser files a nuestro propio código ético, e intentar no promover o incentivar comparecencias como la que hiciera Jordi Pujol en el Parlament, o las intervenciones públicas que hacía Ruíz-Mateos, en la que reprenden a los demás para intentar desviar la atención sobre sus “propias vergüenzas”.

El debate está abierto, aquí les dejo esta pequeña reflexión que no quiere sentar cátedra de ningún tipo, sino que sólo pretende llevar el debate un poco más allá de lo que es la figura de estos dos personajes y de las noticias que han generado. Mi propósito no es otro que cuestionarnos las “reglas del juego” de este tipo de personajes, identificarlos e intentar no “caer en sus redes” porque, nos guste o no, las cosas están cambiando y en política, “ya no todo vale”.

Fotos: El Pais/ABC

INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN… ¿ES LO MISMO?

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En esta ocasión me gustaría detenerme en el significado y aplicación practica que en política se le viene dando a estos dos términos.

Si acudimos al Diccionario de la Real Academia española, podemos constatar que la palabra información significa, «acción y efecto de informar»; e informar significa, «enterar, dar noticia de algo». Por otra parte, comunicación significa, «acción y efecto de comunicar o comunicarse», y comunicar significa: «Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene. Descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo. Conversar, tratar con alguien de palabra o por escrito. Transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor».

Por tanto, en principio la diferencia parece estar clara pero,a pesar de ello, mi sensación y no se hasta que punto puede ser una sensación más o menos generalizada, es que en política se suelen confundir ambos conceptos. Y más que confundir, se piensa que se esta comunicado cuando en verdad lo que se hace es sólo informar.

Durante mucho tiempo, incluso en nuestros días, parece que los políticos, tanto si se encuentran desempeñando acciones de gobierno como de oposición, se empeñan en informar más que comunicar.

Planteó esta cuestión porque quizás aquí radica el principal motivo por el que en verdad logran conectar con buena parte de la ciudadanía. Aquí puede estar el origen del dato que hay tras las encuestas de opinión que muestran una cada vez mayor desafección hacia la política y a los políticos en particular.

Sin lugar a dudas, es este un aspecto fundamental sobre el que tenemos que reflexionar, políticos y, sobre todos, los profesionales que nos dedicamos a la comunicación política, porque, realmente esta bien informar cuando ha de hacerse, pero sobre todo, la clave de poder mantener una perfecta sintonía entre los ciudadanos y quienes nos gobierna es la calidad de la comunicación que se establece entre ambos. No se trata del canal, que es importante, sino sobre todo de como se lleva a cabo la construcción de esa comunicación.

Es algo tan sencillo y evidente que, a pesar de ello, parece que a muchos se nos ha olvidado, entre los que me incluyo porque, en esta cuestión, todos tenemos algo de responsabilidad. Pero si bien es verdad u que los primeros que han de entender esto son los políticos también, quienes de alguna manera nos dedicamos a prestarles asesoramiento, hemos de tenerlo bien presente, y no seguir cayendo en la tentación de confundir ambos términos.

Al fin y al cabo, lanzo esta reflexión al aire porque, en los tiempos que corren parece evidente que lo que no se visualiza parece como si no existiera, y es por eso, que la comunicación de calidad, la comunicación bien construida, se hace más necesaria que nunca ya que hoy en día «los actos de fe» ya no son eficaces como antaño. Por eso se hace necesario que hagamos entender a «la clase política» que comunicar es algo más que una nota de prensa o publicar contenidos y mensajes de forma constante en las redes sociales. Comunicar es algo más, ha de formar parte de una estrategia bien definida, ha de ser parte consustancial a la gestión de gobierno o de hacer política, es y debe ser el principal instrumento para poder hacer llegar adecuadamente nuestras mensajes, lo que hacemos, lo que queremos y lo que no a quienes dan sentido a todo esto, a los ciudadanos.

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