comunicación política

PARTIDO CONTRA PARTIDO

VotaMe

Alguien dijo alguna vez una frase que se me ha quedado grabada y que, hoy más que nunca sigue creo que sigue vigente más que nunca: «unas elecciones se ganan siempre con partido, nunca contra el partido». Afirmación esta que, a tenor de los acontecimientos en el seno de diferentes formaciones políticas en diversos países de nuestro entorno, me ha empujado a reflexionar sobre ello.

Estarán de acuerdo con migo en que se trata de una evidencia muy simple y justo por eso, su simplicidad, parece que, a quienes están al frente de alguna de estas formaciones políticas, se les olvida.

Da igual el tamaño que tenga una formación política o la capacidad de «seducción» que pueda tener ante su electorado, pero no sólo s eles olvida eta premisa sino que esto ocurre justo en el momento más crítico, cuando se aproxima el momento de afrontar unas elecciones.

Es tan evidente y de sentido común que para afrontar unas elecciones con ciertas garantías de éxito se ha de hacer sin fisuras, con una estructura orgánica y funcional sólida y con capacidad de “ilusionar” a un electorado cada vez más escéptico, sino que parece que en muchos partidos políticos, cuidar estos aspectos, no es algo que els preocupe en demasía.

TxtVotaMeP1No se trata de ser conservador, progresista, liberal, de derechas, de centro o de izquierdas; electorado quiere «seguridad», demanda «solvencia» en quienes van a depositar la confianza de su voto.

Es así de simple, las divisiones internas no son una buena carta de presentación y menos cundo se quiere gobernar. Es por ello que, a esta situación que parece generalizarse entre buena parte de los partidos políticos, podemos aplicar aquella célebre frase de «la mujer del César, no sólo tiene que serlo sino, parecerlo».

Las organizaciones políticas son organismos vivos, integradas por gentes de procedencias distintas, sensibilidades diversas, personalidades diferentes pero que, se supone que aúnan sus esfuerzos por algo que está más allá de un conjunto de individualidades, por un proyecto común, por una idea, por un objetivo. Es así de simple pero así de complicado.

Es un error de manual presentarse ante los ciudadanos de esta manera e intentar que éstos les confíen su voto, máxime cuando se pretender ser una opción de gobierno y la organización que pretende ser un actor principal del devenir del país en los próximos años, «hace aguas».

Tanto, quienes están al frente de los partidos políticos, como sus militantes de base, han de reflexionar seriamente sobre esta cuestión. Unas elecciones sólo se pueden ganar con el partido pero nunca contra el partido o con un partido dividido.

TxtVotaMeP2Les confieso que lo que me cuesta entender que estas cosas pasen en organizaciones que pretenden contar con una opción de gobierno, especialmente en formaciones políticas consolidadas y con años a sus espaldas.

Quizás sea que existe una preocupante carencia de liderazgo o, tal vez, que siguen pesando más los intereses individuales que el interés común. Pero bien sea en un caso u otro (o la suma de ambos), lo que parece estar claro es que parece que se han olvidado el fin último y más importante de su razón de ser: un instrumento que, con su trabajo, sea capaz de mejorar la calidad de vida a los ciudadanos que son los que, gobiernen o no, son a los que ha de servir. Es esta y sólo esta su verdadera razón de ser.

No se trata de dirimir las batallas internas dentro de casa y presentarse ante el electorado como si no pasara nada, sino que hay que ser de coherentes y consecuentes con sus palabas y sus actos. No se pueden permitir el lujo de presentarse ante quienes les han de elegir mostrándose débiles, divididos y poco cohesionados porque, si se afrontan una selecciones de esta manera, no nos han de extrañar fenómenos como la abstención, la polaridad, transferencias casi incomprensibles de voto, la desafección del electorado y todo tipo de comportamientos que el ciudadano va a tener como respuesta a situaciones como estas.

Creo que todos recordamos que, desde pequeños, nos decían aquello de, «la unidad hace la fuerza», algo que, de mayores, parece que hemos desaprendido.

En fin, no creo que esta reflexión aporte demasiado y quizás, sea un asunto de poca trascendencia pero, sobre todo, quienes se dedican a esto de la política nos hemos de preguntar porque siguen pasando cosa como estas y si no hay forma de evitar la triste imagen que muchas formaciones políticas están dando a la ciudadanía justo antes de pedirle su voto. Por eso me sigo preguntando que, ¿sí se trata de algo tan evidente, por qué a pocos días de unas elecciones pasan estas cosas?… ¿alguien lo entiende?

ACUERDOS, ACUERDOS, ACUERDOS

Acuerdo

Hace tiempo que no dedico unos instantes a compartir con ustedes alguna de mis reflexiones en mi blog. Aunque quiero retomarlo, lo cierto es que, por un motivo u otro, lo he ido postergando.

Hay veces que el entorno no nos ayuda a para unos instantes en el devenir diario de nuestra actividad y dedicar unos instantes a  reflexionar pausadamente sobre  aquello que está pasando. Este creo que es uno de esos casos. En el entorno social y político están pasando muchas cosas y lo cierto es que, a veces, los acontecimientos nos superan y nos queda poco tiempo para parar unos segundos y meditar pausadamente sobre todo lo que nos está pasando.

Entre esas cosas que nos está pasando quiero detenerme en la sensación que llegamos a experimentar hace apenas unos meses, especialmente en España, pero también en muchos otros países de nuestro entorno, de la llegada de “nuevos tiempos en política”, eso de lo que tanto se ha hablado del advenimiento de “una nueva forma de hacer política”. Y lo hago porque, pasado ya algún tiempo desde que esta idea se extendiera de forma mesiánica, parece como si todo aquello que se decía, todo aquello que se postulaba, hubiese quedado en algo más parecido a una previsión meteorológica no cumplida, que una esperanza ansiada por muchos.

No sé si es solo una sensación mía, pero hemos vivido unos meses como los días previos a la llegada de los regalos de navidad. En todos nosotros, de una forma u otra, se ha avivado ese nerviosismo por la sorpresa, por lo nuevo, por lo diferente y que, cuando llega ese día, al ver los regalos, comprobamos que «no era para tanto».

Creo que esa es justamente esa y no otra la sensación con la que muchos ciudadanos se han quedado con las promesas de cambio ya que, nos guste o no, la situación política que vivimos en la mayor parte de nuestros países, parece seguir rigiéndose por los mismos patrones de comportamiento de lo que hemos dado en llamar como “la vieja política”.

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Parece que todo cambia, muchos nos quieren vender esa sensación pero, lo cierto es que, al final, nada parece haber cambiado en nuestra “clase política”.

Siguen utilizándose los mismos discursos, resurgen fantasmas, miedos y todo tipo de mensajes y gestos que parecen haber sido rescatados del olvido mientras, el ciudadano, cada vez más, desde una posición más íntima y personal, sabe que ya nada es y será como antes, a pesar que ese “cambio” tarde el llegar.

Nuestra clase política ha de  ser capaz de entender que, más pronto que tarde, se va a  producir en cada uno de nosotros un cambio profundo que, sumando individualidades, será capaz de proyectarse al conjunto de la sociedad. Esa será la única manera en la que se va a producir ese cambio en nuestra exigencia por hacer una “nueva forma de hacer política” por parte de aquellos quienes cuenta con la responsabilidad de asegurarnos una mejor calidad de vida.

Ese cambio partirá de nosotros mismos y no del que se ha querido “vender” desde distintas instancias políticas que, en el fondo,  tras este mensaje de cambio, en verdad se esconde la idea de querer que todo cambie para que, al final, nada cambie.

De hecho, a lo largo de este año, hemos asistido a diferentes citas electorales y lo cierto es que, en todas ellas, da igual en el país en el que hayan tenido lugar, parece haber pasado justo eso, aparentemente han cambiado las cosas pero, en el fondo, nada ha cambiado. El ciudadano ha creído que esta vez sí que las cosas iban a cambiar de verdad pero, al final, todo sigue igual que antes o, quizás, se ha terminado por diseñar un entorno político y social mucho más complejo que el que teníamos meses atrás.

Mediante diversas técnicas de comunicación, mensajes, propaganda y todo tipo de herramientas de movilización del electorado, se han generado y se siguen generando unas expectativas que, pasadas las distintas citas electorales, nos hemos dado cuenta y probablemente nos daremos cuenta (para aquellas que están por llegar) que eran muy inferiores a los que todos esperábamos.

Al final, los viejos partidos siguen con las mismas disputas internas que han vivido años y meses atrás, intentando cada cual salvar su posición para lo que está por llegar. Los nuevos partidos tampoco se salvan del mismo mal ya que, al final, la condición humana es lo que es y en ellos también se reproducen, aunque no sean capaces de admitirlo públicamente, las mismas pautas de comportamiento de quienes conforman las viejas formaciones políticas de la que tanto quieren distanciarse pero, también ellos se encuentran atrapados en aquello que decía el cantante Julio Iglesias en una de sus canciones más populares: “la vida sigue igual”.

Los pactos y acuerdos en las distintas instituciones parecen que no terminan de arrancar. Es cierto que se buscan y se incentivan esos pactos pero una cosa ha sido la intensión de llevarlos a cabo y otra bien distinta es cómo se materializan esos acuerdos entre distintas formaciones políticas en cuestione mucho más tangibles.

Quizás es sólo una sensación subjetiva pero, pareciera que, más que empezar a buscar soluciones concretas a los problemas que más acucian a los ciudadanos, se está negociando y pactando por y para “organizar la casa por dentro”, para ver cómo distribuir pequeñas parcelas de poder que permitan subsistir a las distintas fuerzas políticas antes de tener que enfrentarse a una próxima cita electoral. Y es que, “la vida sigue igual”.

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Son muchas las cosas que están pasando en el mundo y en nuestro entorno más cercano  pero tengo la impresión que frente a ese discurso de querer cambiar las cosas, nuestra clase política parece que, más que querer asumir riesgos e implicarse más decididamente en la toma de decisiones de amplio calado social y político, prefieren esperar a que pase el tiempo y que, de alguna manera dejar que “decidan otros”. El problema es que ¿quiénes son esos “otros”?

De alguna manera, parece como si se prefiriera esperar a que escampe el temporal en vez de actuar y tomar decisiones que, lo más preocupante es que no pueden demorarse por mucho más tiempo. Los ciudadanos no podemos esperar. Van a pasar y están pasando muchas cosas, en todos los ámbitos, en muchos de nuestros países y quienes han resultados elegidos para gestionar nuestras sociedades, no pueden ni deben de esperar  a que de una forma u otra, las cosas terminen arreglándose por queso, nos guste o no, nunca va a pasar.

Es justo esa sensación la que, como ciudadano y como un profesional que se dedica a asesorar a políticos, me hace reaccionar y no permanecer ajeno a esta sensación.

Una sensación que quizás puede estar equivocada pero que, en cualquier caso, no deja de ser sólo eso, una mera percepción de una realidad ante la que no podemos ni debemos quedar impasibles.

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El diagnóstico es complejo, las soluciones no van a ser fáciles y muy probablemente, el coste de tomar decisiones puede ser muy elevado, pero hay que actuar. Nuestros representantes electos, quienes nos gobiernan, han de actuar

No sé quien lo dijo pero, en los momentos en los que nos encontramos, más que nunca hemos de aplicar aquella vieja idea vieja de que, «la política no es más que el arte de llegar a acuerdos para con el interés general, por encima incluso de los propios intereses partidarios».

Es precisamente eso lo que, de una forma u otra demandan los ciudadanos. En su fuero interno saben que ya es hora que sus representantes públicos dejen momentáneamente de lado los intereses partidarios y se sienten a hablar, a negociar, a intentar llegar a acuerdos para superar todos los retos a los que nos enfrentamos y, con ello, hacer que las cosas cambien para mejor y dejar de seguir cometiendo los mismos errores de antaño. Es eso lo que estoy convencido que muchos ciudadanos quieren pero pocos son capaces de exigir públicamente que sea eso lo que han de hacer.

Y es que, “la nueva política” no es más que eso, “negociar, negociar y seguir negociando”. Esforzarnos diariamente en poder alcanzar acuerdos en todo aquello que pueda contribuir a que el conjunto de los ciudadanos pueda contar con una calidad de vida un poco mejor, posibilitando que este diálogo sea capaz de mejorar nuestro presente asegurándonos un futuro mucho mejor. Así de fácil y así de difícil porque también la política no es más que eso, “el arte de hacer fácil lo difícil”.

Estamos justo en ese punto de inflexión en el que ahora, más que nunca, los ciudadanos han de ser sumamente críticos, no dar nada por supuesto y  extremadamente exigentes con sus representantes públicos. Pero también lo hemos de ser para con nosotros mismos para, entre todos, lograr cambiar el rumbo de la historia. Una historia que no podemos dejar que la escriban por nosotros, sino que hemos de ser todos y cada uno nosotros los que tenemos que escribir cada párrafo de una historia que estudiarán generaciones futuras.

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Quiero terminar mi reflexión con una estrofa de la canción con la que en el año 1968 Julio Iglesias ganó el Festival de la Canción de Benidorm (España):

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A veces se nos olvida pero, en esta vida si hay algo cierto es que todos nosotros estamos de paso y, como en la vida, en la política también se está de paso. Por eso, nos guste o no, “las obras quedan y las gentes se van”.

En esto básicamente consiste la política, en que los políticos tengan siempre presente que “están de paso”, que solo sus obras son las que han de perdurar en el tiempo y ser recordados por ellas. No hay más pero, un concepto tan simple y tan sencillo, parece querer olvidarse.

Si realmente somos conscientes de ello, deberíamos trabajar más allá de nuestras propias limitaciones ideológicas o partidarias. Se han de superar las limitaciones que nos impiden sentarnos a hablar. No hay más, esa es la “nueva política”.

Por eso, un político nunca ha de olvidar que “siempre hay algo o alguien por quien vivir y por quién luchar”. Ahora sólo hace falta “ponerse manos a la obra”.

Y DE REPENTE… EL TELÉFONO DEJA DE SONAR

Telefono

Parece ser que el teléfono es el mejor indicador para, quienes nos dedicamos a la consultoría política, sepamos que finalmente una campaña electoral la hemos de dar por terminada. Es ese momento en el que, de repente, nuestro teléfono deja de sonar.

Es una situación un tanto extraña. Se trata de una especie de silencio que nos inquieta y, hasta cierto punto, llega a incomodarnos. No enfrentamos ante una situación que, por mucho que nos mentalicemos, no deja de hacernos sentir un vacío que, en muchas ocasiones, no sabemos cómo cubrir.

Durante la campaña, hemos vivido días y momentos muy intensos pero,  con el escrutinio de las primeras mesas electorales, parece que esta actividad frenética que hemos vivido, empieza a desvanecerse.

Tras  la ansiada pero, a la vez, temida noche electoral, bien sea con la felicidad del triunfo o con el desanimo de la derrota, pareciera que nuestro trabajo se ha terminado definitivamente, pero, lo cierto es que esto no es así.

Pareciera que este momento es el fin pero, en verdad, es justo el inicio. Es el momento este momento y los días inmediatamente posteriores a finalizar unas elecciones  cuando, en verdad, hemos de iniciar lo que sería la próxima campaña electoral. Es el momento en el que, nos guste o no, se van a sentar las bases de un futuro éxito o derrota electoral.

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Aunque, en apariencia, nuestro trabajo de consultoría ha terminado, no es así, es éste quizás el mejor momento para iniciar lo que se pudiera entender como el comienzo de un trabajo de análisis, de “un trabajo de biblioteca».

A pesar de los sentimientos encontrados que podamos tener tras unas elecciones y los resultados obtenidos, creo firmemente que, es el mejor momento para comprender cuál ha sido en verdad el comportamiento del electorado, para interpretar correctamente los resultados obtenidos y, sobre todo, para ser realmente críticos con nuestro trabajo y sus frutos.

Parece obvio pero, muchas veces se nos olvida. A veces postergamos esta fase de análisis o, la mayoría de las veces se limita  a realizar un informe más o menos extenso que entregamos al cliente en el que intentamos interpretar los resultados obtenidos pero, pocas veces damos un paso más allá, intentando proyectar los resultados obtenidos y el comportamiento electoral en un futuro más o menos próximo y, sobre todo, pocas veces plasmamos en dicho informe una valoración crítica acerca de en que hemos fallado y en que hemos acertado.

Es a partir de esta valoración crítica cuando realmente vamos a contar con elementos e información que, realmente, nos serán de extrema utilidad, bien para el diseño de una próxima campaña electoral o bien para ajustar y perfilar lo que sería una futura acción de gobierno, tanto de quien ha sido nuestro cliente, como de próximos clientes y próximas campañas electorales.

Probablemente, muchos de ustedes pensaran que esto que digo parece una obviedad pero, a pesar de mi corta experiencia como consultor político, he podido comprobar cómo resulta  difícil hacer entender a  un cliente lo vital que son las horas y días posteriores a unas elecciones.

Resulta extremadamente complicado hacerles entender que la campaña todavía no ha terminado con el cierre del último colegio electoral, que hay que seguir trabajando, como mínimo, dos o tres semanas más tras las elecciones. Bien sea en el fulgor de la victoria como en la pesadumbre de la derrota, es el momento de trabajar para empezara  aganar unas próximas elecciones.

Ya sé que es de humano vivir una experiencia diferente tras conocer un resultado electoral, bien de euforia desmedida tras una victoria, o bien del duelo de la derrota. Pero el consultor político y el equipo de campaña del cliente, ha de ser capaz de abstraerse de estos estados emocionales y empezar a trabajar, de inmediato y a fondo, para intentar interpretar la  información que se esconde tras los resultados electorales obtenidos, como si de un médico forense se tratara.

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Nuestra obligación es hacer ver al cliente que es este el momento en el que realmente se empiezan a ganar o perder unas elecciones, es aquí cuando en verdad se decide nuestro futuro y no esperar a que nuestro teléfono deje de sonar.

Por ese motivo, siempre debiéramos de incluir en nuestro diseño de campaña electoral, lo que sería la extensión de la campaña para el día después. No para quedarnos con un mero análisis porcentual de los  resultados, sino poder escrudiñar en los resultados y en el comportamiento electoral para intentar entender qué ha ocurrido y que puede llegar a ocurrir en una próxima cita electoral.

Tenemos y debemos de planificar los días y las semanas posteriores a la cita electoral en el que vayamos a trabajar,  para hace ese «trabajo de biblioteca» con la eficacia y efectividad necesarias que permitan a nuestro cliente poder afrontar una próxima campaña electoral con un conocimiento realmente profundo de lo ocurrido en la cita electoral en la que vamos a trabajar.

Lo ideal sería que podamos contar con un pequeño equipo de campaña que pueda abstraerse de los sentimientos que surgen tras conocer los resultados de una campaña electoral y, de una forma fría y analítica, poder trabajar en la interpretación objetiva y realista los resultados obtenidos.

Si esto es así, sólo me queda realizar un último apunte ya que, como siempre suele pasar, nos encontramos que, este tipo de reflexiones las solemos hacer tras  haber pasado por una experiencia más o menos frustrante de este tipo.

Es por eso que, tras mi última experiencia en las elecciones locales y autonómicas vividas en España recientemente, he querido compartir esta reflexión. Y quizás, el escribir esta reflexión en mi blog no es más que para recordarme a mí mismo que, por mucho que planifiquemos esta parte del plan de campaña, tenemos que estar realmente preparados para la reacción de nuestro cliente y de su equipo y no dejarnos llevar por la euforia o por la decepción del momento que, tanto en un caso como en el otro, puede llegar a paralizar nuestro trabajo, dándolo por terminado y pasar a esa fase de silencio en nuestro teléfono.

Tenemos que insistir en ello y no dejarnos llevar. El día siguiente a unas selecciones es realmente cundo se empiezan a decidir unas próximas elecciones, marcando el verdadero punto de partida de una próxima campaña electoral  y no resignarnos a que, de repente, el teléfono deje de sonar.

CONSULTOR POLÍTICO: DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

TeoriaPractica

 

 

 

 

 

 

Si me lo permiten, esta vez quisiera reflexionar en voz alta sobre la figura de un consultor político y, en especial, sobre el trabajo de un consultor político feelance en sus inicios.

De alguna manera, lo que voy a intentar es reflexionar en voz alta sobre un aspecto de nuestro trabajo como consultores políticos que, aunque la teoría lo contemple,  muchas veces surge un aspecto muy concreto en el que, la práctica, supera con creces los planteamientos teóricos que hemos aprendido en nuestros procesos formativos.

En este sentido, hace algunos meses, escribí un artículo sobre lo que entendía que debía de ser la figura y el rol que ha de desempeñar un consultor político. Pasado este tiempo, aunque suscribo todo lo dicho entonces, reconozco que son, “ciertos matices”, los que de alguna manera están terminando por dar forma a aquel concepto que compartía con muchos de quienes, por aquel  entonces, tuvieron la atención y paciencia de leer aquellas notas.

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A primera vista, pareciera que la figura del consultor político se circunscribe, casi exclusivamente,  al ámbito teórico y estratégico de lo que sería  el diseño de campañas electorales  o de lo que sería el asesoramiento relativo a la gestión de gobierno.  Si bien esto es así, lo cierto es que a veces surgen situaciones en la que estos dos escenarios no s encuentran tan definidos.

En definitiva, nuestro trabajo consiste en elaborar propuestas y recomendaciones a nuestros clientes para la consecución de sus objetivos en una u otra materia, planificación de campañas y/o gestión de gobierno. Pero lo cierto es que, aunque “en este negocio”, los roles estén perfectamente claros (cliente, candidato, jefe de campaña, jefe de gabinete, director de comunicación, etc., etc.), al final la sensación que uno tiene es que, empezamos a  “hacer un poco de todo”, desvirtuando ese “rol teórico” que debiera de tener un consultor político. Y mi pregunta es, ¿son sensaciones mías?, o ¿a todos nos ha pasado algo de esto?

Da la sensación que, una vez que con nuestro cliente, vamos a producir ese proceso que da lugar al tránsito entre el diseño de un marco teórico/estratégico de aquel encargo que nos ha hecho, a lo que sería la puesta en funcionamiento, a ese momento de la implementación de las estrategias y acciones previamente diseñadas, entramos en una fase que yo calificaría “de bombero”, en donde, no sé bien porque razón, el cliente asume que esa es nuestra responsabilidad, con lo que pasamos de ocupar una hipotética posición de “imparcialidad” a implicarnos directamente en la ejecución de las acciones y estrategias que previamente hemos diseñado para el propio cliente. .

No digo que no sea una opción válida, que no se deba de asumir ese rol si llegara el momento. Lo que curre es que, si esto es así,  quizás cometemos el riesgo de  llegar a desvirtuar nuestro verdadero  cometido como consultores políticos.  Con lo que, si esto ocurre, podemos llegar a perder la perspectiva que es tan importante en el desarrollo de nuestro trabajo ya que, terminaríamos siendo “juez y parte”.

TxtTP2Siendo conscientes de ello, si se da esta circunstancia, corremos el riesgo de llegar a perder la perspectiva que se nos supone como verdaderos profesionales independientes. No en vano, esta es una de las características fundamentales que diferencian  a un consultor de un asesor político ya que, aunque parecía que son términos parecidos, en el fondo no lo son. Es justo ese matiz de la “independencia” el que marca la diferencia entre ser una cosa u otra.

Por tanto, si llegamos a asumir ciertos roles de nuestro cliente,  podemos entrar en un campo sumamente peligroso ya que, nuestra supuesta “independencia” se verá influenciada y con ello, corremos el riesgo de perder perspectiva, cierta capacidad en el rigor de nuestros análisis, así como en la valoraciones que podamos hacer respecto al trabajo que pudiéramos estar desarrollando para nuestro cliente.

Como habrán deducido, si hago esta reflexión es porque creo que esta situación empieza  a pasarme ya que, en esa obsesión por intentar que mi cliente cometa la menor cantidad de errores posibles y queriendo evitar que, bien por desconocimiento, formación o capacidad del cliente o de su equipo de colaboradores, empiezo a tomar parte activa en la ejecución de alguna de las tácticas y acciones que previamente le he diseñado. Situación esta que empieza a inquietarme. No tanto porque no sea capaz de implementar las propias acciones que he diseñado, sino por correr el riesgo de perder ese punto de neutralidad o de “independencia” que se supone debiera de tener como profesional de la consultoría política.

Al fin y al cabo, parte de nuestro trabajo es asumir parte de los errores que podamos cometer como estrategas o como analistas, dentro de nuestro propio ámbito profesional, pero nunca, asumiendo el papel que le corresponde al cliente. No sólo de los posibles fallos o errores, sino también de los posibles aciertos derivados de esa acción “de bomberos” que, de forma ocasional o permanente hayamos tenido que realizar.

Supongo que estas cosas pasan por “ser novato”, por ser primerizo en estas lides. Sólo espero que, viendo el lado positivo de haberme visto en esta situación, sea capaz de reaccionar a tiempo porque, no creo que sea bueno ni sano, mantener por mucho tiempo esta alteración de roles entre consultor y cliente. Espero que si, en algún momento, se ven en esta situación parecida,  tengan la capacidad de darse cuenta y poder rectificar a tiempo. No sé si como yo lo estoy haciendo en este momento, pero reconducir una situación que, al final, no creo que termine de ser beneficios apara ninguna de la partes.

TxtTP3Por eso, aunque todos conocemos la teoría y sabemos quién es quién en este partido, no está de más, de vez en cuando, detenernos un instante a reflexionar y analizar en qué punto nos encontramos y, si nos damos cuenta que estamos traspasando esa barrera que debe de existir entre el consultor político y su cliente, reaccionemos a tiempo. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de romper esa posición de perspectiva que nos va a permitir analizar aquellos elementos que harán que nuestro servicios de consultoría para con el cliente, sean realmente de calidad, quedando exentos de cualquier tipo de influencia o contaminación del quehacer diario de nuestro cliente, de su equipos de trabajo, o de su propia organización.

Al fin y al cabo, o debemos de olvidar nunca que, como consultores políticos, es fundamental tener bien presente que, en ese tránsito de la teoría a la práctica, nuestro rol ha de estar más del lado de la teoría que de la práctica propiamente dicha porque, si es al revés, dejaremos de llamarnos consultores políticos, para pasar a ser “otra cosa”(jefe o coordinador de campaña, jefe de gabinete, responsable de comunicación, portavoz, community manager, etc.). Dejaríamos entonces de ser consultores políticos. Seríamos “otra cosa”.

CLASE POLÍTICA EN ESPAÑA SIN RUMBO… ¿O NO?

SinRumbo

Hace tiempo que no escribo ningún artículo de reflexión en mi blog. Probablemente sea porque me encuentro inmerso en el que es mi primer trabajo como consultor político, en pleno desarrollo de la primera campaña electoral a la que me enfrento como profesional independiente, asesorando a una formación política que con curre a las elecciones locales y autonómicas que se celebran en España el próximo 24 de mayo de 2015.

En la medida que no es lo mismo ver el toro desde la barrera que bajar al ruedo y experimentar lo que, en el campo de la batalla electoral, es lo que hace que todas mis energías estén concentradas en conseguir el mejor resultado posible para mi cliente o, cuando menos, que cometa la menor cantidad de errores posible.

Y como ahora toca centrarse en aquél lugar donde la teoría ha de pasar a ser práctica, y donde el mínimo fallo puede llegar a dar un traspié que dé al traste con todo el trabajo que hemos realizado, quizás sea por eso que, al estar todos mis esfuerzos concentrados en esta batalla, no haya tenido tiempo para hacer un alto en el camino y reflexionar sobe aquellas cosas que afectan al entorno de nuestra profesión o a todo lo relacionado con el mundo de la política en general.

TxtSR1Con todo ello, lo que sí puedo decirles es que, no sé porque extraño motivo, hoy sí que he decidido compartir con ustedes una percepción que llevo observando desde hace algún tiempo el ámbito de la política en mi país, España. Percepción que no sé si trasciende de un ámbito meramente local u otro más amplio.

Vivimos un momento un tanto convulso, un tiempo en el que parece que aspiramos a un cambio radical en las cosas, en nuestra vida y en la política pero, de alguna manera, nos encontramos como paralizados. Es como si deseáramos cambiar pero no sabemos bien como dar ese paso. Un paso al que hemos de dar solos porque, de una forma u otra, sabemos que nadie nos va a llevar de la mano en ese tránsito que sí o sí sabemos que hemos de dar.

No sabemos si es lo mejor que podemos hacer, desconocemos lo que podemos encontrar pero internamente, en como si un ciclo vitar estuviera terminando y quisiéramos dar ese paso que nos va a permitir abrir el telón a nuevas oportunidades, a nuevas sensaciones a una nueva forma de enfrentarnos a la vida y al entorno que nos rodea.

Desde la posición que ocupo, desde el campo de la dura confrontación política y electoral, he notado que ese proceso de aspiración al cambio que vimos en un ámbito más personal e íntimo, se estuviera dando en las organizaciones políticas que configuran el panorama político en España.
No sé si también ocurre en otros países pero, en mi país, se evidencia hay una especie de falta de rumbo, no se sabe hacia dónde ir, no se sabe qué hacer, tan siquiera, se atreven a improvisar. Es como si estas organizaciones se encontraran paralizadas, a la espera de recibir instrucciones de no se sabe quién y no se sabe cuándo.

Mientras tanto, sus miembros empiezan a tomar decisiones a título individual o conformando pequeños grupos mientras pasas ese tránsito de cambio que supone encontrarse en el andén de espera al que han llegado tras muchos años de hacer lo que mejor sabían hacer, que no pasara nada. Pero ahora, las circunstancia y buen parte del resultado de sus acciones pasadas, las han colocado en una especie de limbo, esperando no se sabe qué y a no se sabe a quién.

En España nos encontramos con una clase política y unas organizaciones políticas más o menos tradicionales que ha comparado un billete de avión pero, una vez pasado el control de seguridad, se encuentra esperando en el aeropuerto a que salga un avión que sufre un retraso tras otro. Y los que no se encuentran en esta situación están pensando comprar o ya han comprado sendos pasajes para dos vuelos que tienen fecha, pero no saben si llegaran a tomar o no.

TxtSR2Es más, aunque han comprado sus billetes (uno es para las próximas elecciones locales y autonómicas y el otro es para las elecciones generales), lo cierto es que, muchos de ellos, lo han hecho demasiada anticipación y de forma precipitada, como si quisieran aprovechar una interesante oferta en el coste del billete. Han abonado ambos billetes, pero se han dado cuenta que la compra la han hecho en una compañía de bajo coste y cualquier cambio o modificación en el billete supone un sobre coste.

El caso es que, a pocos meses de las elecciones (de tomar el vuelo) saben que han de seleccionar asiento y pagar por ello, facturar más de una maleta y pagar por ello, modificar el billete y pagar por ello.

Pero, lo más inquietante es que, todavía no saben si han de comparar más billetes, o deben de anular alguno de los trayectos de esos billetes que ya han comprado y pagado.

TxtSR3Da la sensación que las los políticos en mi país (España) y las formaciones políticas que aspiran a jugar un papel de actor principal, y no de reparto, en las próximas elecciones (bien sean locales o generales), empeñándose en hacernos ver que tienen todo controlado, que saben dónde van pero, en el fondo, la realidad es otra.

De nada que nos adentremos en el corazón de esas organizaciones políticas, especialmente las tradicionales, nos damos cuenta que existe una clara falta de rumbo, no tienen realmente claro que han de hacer y hacia dónde ir porque, ya no basta con querer ganar las elecciones con mayoría absoluta, sino saber qué plan existe para el día después.

Sus bases e incluso, hasta algunos de sus dirigentes pareciera que esperan recibir instrucciones, de nos e sabe quién y no se sabe cuándo. El caso es que bien no llegan o no se sabe a ciencia cierta quién ha de darlas, y lo que es peor aún, pareciera que no está claro que instrucción o instrucciones dar.

TxtSR4Pero como si de un virus se tratara, incluso las formaciones emergentes que aspiran a ser una alternativa y representan ese cambio que parece venir demandando la sociedad desde hace tiempo ya, han de defenderse para no contagiarse de este virus que parece afectar a las organizaciones políticas tradicionales. Y es que, hasta la fecha no se ha descubierto vacuna alguna que mitigue los efectos de esta situación de falta de rumbo que condicionan al mayor parte de las decisiones y acciones que quieren y desean tomar.

Nos encontramos con organizaciones que sabemos que, como un barco, sus integrantes saben que existe un puente de mando, un capitán y unos oficiales pero, en verdad no saben si están ahí, si están haciendo su trabajo, si están pilotando la nave a un destino bien definido y compartido por toda la organización.

TxtSR5Eso sí, hay mucho ruido mediático, ha mucha declaración, hay reacciones cada vez que surge un nuevo sondeo electoral pero, en el fondo, es como si cada uno fuera por su lado, como si nada pasara, mientras la sociedad “va por libre”, esperando a tomar una decisión pero, tampoco supieran a ciencia cierta cuál tomar.

Igual es una percepción muy subjetiva, pero denoto como si o hubiera, en la mayor parte de las organizaciones políticas en España una estrategia bien definida. Es como si hubiera una conjunción de muchas estrategias, como si de astros se tratara, muchos mensajes, mucho ruido y pocas alternativas que permitan al electorado tomar una posición clara acerca de lo que está pasando y, sobre todo, que les ayuden a decidir cuál es el cambio que quieren y desean hacer.

De una forma u otra, pareciera que quienes pretenden ser los actores principales de estas elecciones, están más centrados en librar sus propias batallas internas, que en ofrecer una alternativa de cambio real.

Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos

Mientras tanto, el ciudadano sigue también esperando, quiera votar, quiere participar pero, a fecha de hoy, muchos ciudadanos, una gran mayoría, sigue sin tener clara cuál es la propuesta de las formaciones política a la que están dispuestos a dar su confianza.

Aunque cueste reconocerlo, falta ilusión y liderazgo. Falta esa necesaria dulce reconciliación de los políticos con los ciudadanos que hoy más que nunca se echa en falta.

Falta que los políticos y sus organizaciones políticas nos vuelvan a enamorar. Sí, esa es la palabra, enamorar.

TxtSR7Es justo aquí donde debieran de centrarse todos los esfuerzos. Trabajar para conseguir que los políticos vuelvan a enamorase del electorado y, a su vez, éste, del político.

Es así de simple, basta con una sonrisa, con una mirada honesta y transparente capaz de provocar ese necesario enamoramiento. Un romance que ha de ir más allá de un mero programa político, de una mera declaración de buenas intenciones o de una historia más o menos elaborada.

Somos humanos y las organizaciones políticas también los son. Éstas han de cambiar su mensaje, mirar de frente a los ciudadanos y hablarles de verdad y sin tapujos.

Por eso, las formaciones políticas han de cambiar su mensaje, es necesario que hablen al corazón, pero con honestidad y confianza.

No sé si ustedes perciben esta sensación o son meras apreciaciones mías. Si se fijan no hago mención a ningunaformación política en particular, y es que, ya sean más recientes o lleven más años entre nosotros, creo que tanto una como otras se encuentran en la misma situación. A la espera que el capitán del barco marque el rumbo a segur y dé la orden de zarpar.

Quizás esté equivocado y solo sean desvaríos de un mero espectador y actor de la política en España, pero llevo tiempo dándole vueltas a este asunto y, como si de una catarsis se tratara, he querido compartirlo con ustedes por si piensan igual que yo, o por el contrario, creen que la situación es otra bien distinta.
Esta es la pregunta, ¿en verdad hay un rumbo bien definido en la política de este país, España, en sus políticos y en las organizaciones políticas que aspiran a poder gobernarnos?

La respuesta, nos guste o no, la tendremos que dar cada uno de nosotros en las urnas. En ese momento de intimidad más absoluta que supone el introducir una papeleta en una urna y cambiar o no una situación que compartimos o que deseamos modificar. El resto, no son más que palabras y conjeturas. Ese es el momento donde todo es posible.

UNA DECISIÓN Y UN EJEMPLO A SEGUIR

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He querido detenerme a reflexionar sobre un artículo que vi publicado en periódico El País (España) hace algunos meses, el 8 de septiembre de 2014, bajo el título «¿El último Dalái Lama?», un artículo de Macarena Vidal Liy, publicado el (http://bit.ly/1rf0WRZ).

Me viene a la memoria este artículo precisamente en estos momentos porque, tras ver lo que está ocurriendo en nuestro entorno, especialmente en el ámbito político (dimisiones, imputaciones, nuevos liderazgos o campañas electorales en donde nada parece previsible), creo que resulta interesante volver a leer este artículo. Puede ser este un buen momento y, por eso, les invito a que saquéis vuestras propias conclusiones.

Aparentemente no se trata de una noticia que tenga mucho que ver con la consultoria, el marketing o la comunicación política pero, si realizamos un ejercicio de comprensión que vaya un poco más allá de la noticia en sí, seguramente coincidiréis con migo en que si que tiene mucho que ver.

Ante tanta noticia de corrupción, de falta de buen gobierno, de medidas anticorrupción o del establecimiento de un mínimo de ética en la gestión de los asuntos públicos, conocer decisiones como la que nos muestra este artículo, nos hace albergar cierta esperanza. De una forma u otra, confío en que, con gestos como este, finalmente se van a poder hacer las cosas de otra manera.

Nos contaba Macarena en su artículo que el Dalái Lama, y premio Nobel de La Paz, se está planteando no tener sucesor. Una decisión que rompe con una tradición de más de 500 años de antigüedad y que, de una forma u otra, se nos presenta como un verdadero ejemplo a seguir por quienes, especialmente, se dedican a la vida pública.

Txt1Ya ocurrió con la sucesión en la más alta instancia de la iglesia católica, el Papa, algo que pasado cierto tiempo nos ha parecido un acontecimiento lógico y normal, a pesar de haber tardado muchos siglos para ver un cambio de tal trascendencia.

Ahora se trata de otro cambio y de otra decisión que tampoco no nos ha de dejar indiferentes. No hablo ya de la necesidad de que nuestros políticos solo tengan que asumir esta decisión solo cuando tienen que hacer frente a ciertas responsabilidades inherentes a una supuesta mala práctica política o de gestión, sino que debiera ser algo normal y que forma parte intrínseca de su propia actividad como gestores públicos porque, mire como se mire, tiene que ser normal dar ese paso de retirada, dejar el espacio libre y, con ello, cambiar ese concepto tan arraigado de permanencia en el cargo a toda costa, pensando que somos imprescindibles.

Por ello, la decisión del Papa o, en este caso, la del Dalái Lama, me hace pensar que se trata de una lección que, con independencia del ámbito en el que nos movamos, debiéramos de tomarla como ejemplo a seguir, integrándola como una etapa en nuestra vida que debemos de asumir con total normalidad.

Txt2Tenemos que tomar consciencia de la temporalidad de las cosas y de nuestro momento presente. Y lo hemos de hacer, no solo quienes asesoramos a políticos e instituciones, sino también, especialmente lo han de hacer nuestros clientes: Sí, nuestros clientes, personas de carne y hueso que, por circunstancias de la vida, se dedican a la actividad política de una forma activa. Seres humanos  que, tarde o temprano, deben de ver esta retirada de primera línea como un proceso natural de su actividad y de la vida misma, sin que ello no signifique dejar de seguir aportando su sabiduría y conocimientos desde otro ámbito personal y profesional.

Hemos de entender que, en una sociedad como la que nos ha tocado vivir, tenemos que replantearnos desterrar esa obsesión que ha existido desde siempre de querer perpetuarnos en el poder. Aunque nos cueste hemos de convencernos que, en el caso que nos ocupa, bien sea como asesores, consultores o como políticos, nuestro paso por la política y por la vida pública, ha de ser temporal, debiendo de tener siempre una fecha de entrada y otra de salida. Es algo que nunca se nos ha de olvidar, que debemos de tener muy presente y, por tanto, igual que planificamos nuestra entrada en política, hemos de planificar nuestra salida. Debe de ser este un proceso natural.

Aunque nos cueste asumirlo, hoy estamos aquí para hacer solo el pequeño tramo de historia que nos ha tocado vivir y sólo eso. Por ello, hemos de retirarnos a tiempo, igual que lo está valorando el Dalái Lama, no solo jubilarse y dar paso a un nuevo sucesor, sino ir un poco más allá, no reencarnarse, no dejar sucesor alguno. Un pequeño matiz interesante de analizar y que, en nuestro caso, como consultores políticos, debemos de meditar si ese paso ha de ser tan drástico, e ir más allá de querer retirarnos pero dejando un sucesor. Es por ello que, una decisión tan drástica resulta mucho más interesante de tal manera que al final, dejamos de  lado esa idea de perpetuidad, aunque nosotros ya no estemos.

Porque esa obsesión por perpetuarnos en el poder

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¿Por qué esa obsesión de permanencia?, ¿por qué aferrarnos al poder? Igual les parecerá que soy un poco ingenuo planteando estas cuestiones, pero creo que sería conveniente que reflexionáramos sobre ello. Es un hecho indiscutible que nuestras sociedades están cambiando, las democracias ya no son las que eran hace años atrás, los cauces de relación entre ciudadanos y gobernantes empiezan a seguir pautas diferentes. Todo ello hace que, lejos de aferrarnos a la vieja idea de permanencia, debiéramos replantearnos el querer perpetuarnos en el poder (político, religioso, familiar, etc.) más allá de nuestra propia existencia.

Asesores, consultores y quienes ocupan cargos públicos, debiéramos de dar una mayor ligereza al cargo y al trabajo que desarrollamos. No se trata de hacer una dejación de nuestra responsabilidad, todo lo contrario, lo que debiéramos de ser es más conscientes de nuestro papel en el aquí y ahora.

Txt3Nuestra verdadera motivación ha de ser la del servicio público hacia los demás, pero bajo un criterio de temporalidad porque, en esta vida, aunque a veces nos olvidemos de ello, estamos de paso.

Por eso, esta noticia que me ha llevado a hacer esta reflexión,  puede resultar sorprendente e incluso podemos pensar que se trata de una cuestión intrascendente, pero, en verdad, creo que nos debe de hacernos reflexionar.

Si el Dalái Lama decide finalmente tomar esta decisión, quizás sea este el mejor legado que nos puede dejar. Con el gesto de no querer reencarnarse, elemento fundamental en el budismo, nos está transmitiendo un valioso mensaje. Nos transmite el sentido de la responsabilidad, el sentido de ser, cada uno de nosotros,  los únicos y verdaderos responsables de nuestro destino, tanto en esta vida como en vidas futuras.

Txt4Al fin y al cabo, da igual que seamos budistas o no, nos identifiquemos con cualquier otra religión o filosofía de vida. Lo importante es que debemos de ser nosotros mismos los que seamos capaces de marcar nuestra propia hoja de ruta vital, siendo plenamente conscientes del momento en el que nos encontramos, dejando atrás esa obsesión de querer perpetuarnos en el poder a toda costa.

Tenemos que encontrar el camino que nos lleve a alcanzar el conocimiento, dejando atrás necesidades y deseos inútiles para, finalmente, cada uno de nosotros, en nuestro propio entorno, lograr obtener esa cosa que los budistas llaman  “estado de perfección suprema” o “estado de iluminación”. Da igual como lo llamemos, el caso es que debemos encontrar eso que da sentido a nuestra propia existencia y que he de ser el vehículo que nos guía en nuestra actividad diaria, ya sea como seres humanos, políticos, consultores o gestores públicos.

No digo que con nuestro trabajo pretendamos «alcanzar la iluminación», aunque algunos crean que es esta «su misión» en política, pero sí que hemos de ser conscientes de la temporalidad en el desempeño de nuestro cometido, bien sea como político, como asesor o como consultor político.