
La Europa contemporánea ante los fantasmas del pasado: El auge del populismo y de la extrema derecha como reflejo de la República de Weimar.
Europa se encuentra en una encrucijada histórica. La creciente influencia de partidos populistas y de extrema derecha, combinada con una serie de tensiones económicas, sociales y políticas, en algunos ámbitos, ha generado preocupaciones sobre la posible repetición de los mismos errores del pasado.
Una encrucijada histórica que nos enfrenta a desafíos que, aunque nos resistamos a considerarlo, en cierto modo, evocan inquietantes paralelismos con los tiempos de la República de Weimar, aquella que surgió en Alemania tras la Primera Guerra Mundial y colapsó bajo el peso del nazismo.
A pesar del espacio-tiempo que nos separa de aquel momento histórico, los acontecimientos sociales y políticos a los que Europa debe enfrentarse tras los resultados de las últimas Elecciones al Parlamento Europeo y el crecimiento de corrientes populistas y de extrema derecha en buena parte de los estados miembros de la Unión Europea, resulta inevitable e inquietante tomar como referente este triste momento de la historia como referencia para el análisis del presente.
Hace tiempo que ando dando vueltas a esta idea y, ahora, en este artículo, quisiera explorar las similitudes y diferencias entre ambos contextos, así como reflexionar sobre los riesgos a los que nos enfrentamos y las posibles estrategias para evitar que Europa vuelva a caer en los abismos de la historia.
Estableciendo ciertas similitudes y diferencias entre ambos períodos históricos, no pretendo otra cosa que intentar comprender los factores que pueden influir en el destino futuro de nuestro continente.
Aunque de forma muy somera, intentaré explorar cómo el auge de los partidos populistas y de extrema derecha, así como el descontento social y económico, la desconfianza en las instituciones democráticas por amplios sectores de la sociedad, en especial los más jóvenes y aquellos que residen principalmente fuera de los núcleos urbanos y desconfían de una élite burguesa que les menosprecia, están configurando el panorama político europeo contemporáneo, y qué lecciones podemos extraer del colapso de la República de Weimar para evitar repetir los errores del pasado.

República de Weimar vs. Europa actual.
Como punto de partida, sin pretender realizar un análisis exhaustivo, quiero abordar algunos aspectos clave que nos permitirán establecer ciertas comparaciones entre la República de Weimar y la Europa actual.
Si bien no se trata de establecer paralelismos absolutos, resulta ineludible analizar las similitudes y diferencias entre ambos contextos históricos para comprender los desafíos que enfrenta Europa en la actualidad.
La República de Weimar.
Para comprender a fondo los desafíos que enfrentó la República de Weimar, es necesario contextualizarla en su época. Surgida en 1919 tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y la abdicación del emperador Guillermo II, la República de Weimar nació en un panorama marcado por la humillación nacional.
El Tratado de Versalles, firmado tras la guerra, impuso a Alemania severas condiciones que exacerbaron este sentimiento de humillación. Las exorbitantes reparaciones económicas y las drásticas restricciones militares generaron un profundo resentimiento y descontento entre la población alemana, caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de movimientos extremistas.
La humillación nacional tras la Primera Guerra Mundial no fue el único factor que contribuyó a la inestabilidad de la República de Weimar. A ella se sumaron dos elementos cruciales: una profunda crisis económica y social, y una marcada inestabilidad política.
La República de Weimar se vio azotada por crisis económicas de gran magnitud, siendo la hiperinflación de 1923 la más devastadora. Este fenómeno destruyó los ahorros de la clase media y provocó un sufrimiento generalizado en la población. Además, la Gran Depresión de 1929 agravó aún más la situación, llevando a un desempleo masivo y a un colapso económico que devastó la sociedad alemana. La pobreza generalizada se convirtió en un caldo de cultivo para el descontento social y político.
Y a todo ello se sumaría una profunda inestabilidad política derivada de la fragmentación del panorama político y de la ausencia de una mayoría estable en el Reichstag, lo que dio lugar a gobiernos débiles y de corta duración, así como a coaliciones inestables.
Además, la polarización y la violencia política fueron problemas recurrentes durante este periodo. Intentos de golpe de Estado, como el Putsch de Kapp en 1920 y el Levantamiento Espartaquista en 1919, evidenciaron la fragilidad del sistema democrático de Weimar.
La combinación de estos tres factores, humillación nacional, crisis económica y social, e inestabilidad política, crearon una tormenta perfecta que permitió el ascenso de movimientos extremistas, como el nazismo, que finalmente acabaron con la República de Weimar.
La Europa Actual.
Tras analizar el contexto histórico de la República de Weimar, surge una pregunta inevitable: ¿qué similitudes podemos encontrar con la Europa actual? Para responderla, es necesario elaborar una «foto fija» de la Europa Contemporánea, identificando los factores de inestabilidad que la caracterizan.
La Europa actual se encuentra en un momento crucial de su historia. Para comprender los desafíos que enfrenta, es necesario analizar a fondo la situación actual del continente que pasa por identificar aquellos factores clave que configuran esa «foto fija» de la Europa Contemporánea.
En principio, creo que estos factores de inestabilidad son los que enumero a continuación.
(1) Inestabilidad económica y social.
Las últimas décadas han estado marcadas por una serie de crisis económicas, desde la crisis financiera de 2008 hasta las consecuencias económicas de la pandemia de COVID-19. Estas crisis han tenido un impacto devastador en la sociedad europea, exacerbando la desigualdad y precarizando el empleo.
El descontento social generado por estas crisis se ha visto amplificado por la polarización social, creando un terreno fértil para el surgimiento de movimientos populistas y de extrema derecha.
(2) Desconfianza en las instituciones.
La desconfianza en las instituciones, tanto de la Unión Europea como de los gobiernos nacionales, ha ido creciendo en los últimos años. Un fenómeno se ha alimentado de la percepción de ineficacia y la desconexión de las élites políticas, económicas y financieras con respecto a las necesidades de los ciudadanos.
Esta desconfianza ha llevado a muchos ciudadanos a sentir que estas no son capaces de resolver sus problemas y que están desconectadas de sus necesidades básicas. Una situación ha sido hábilmente explotada por partidos populistas y de extrema derecha, que se presentan como alternativas viables a la política tradicional.
(3) Auge del populismo y la extrema derecha.
La desconfianza en las instituciones tradicionales y el auge de movimientos nacionalistas y de extrema derecha suponen una amenaza para la democracia en Europa.
El auge de partidos populistas y de extrema derecha es un fenómeno que se ha ido gestando de forma gradual en gran parte de los países europeos. Han logrado capitalizar el descontento social, la inseguridad y el nacionalismo para ganar apoyo electoral y que se presentan como defensores de los intereses nacionales frente a una élite política percibida como corrupta e ineficaz.
El éxito de estos partidos en las últimas elecciones al Parlamento Europeo, así como su cada vez mayor representación muchos de los Estados miembros de la Unión Europea, representa un desafío importante para la política europea en los próximos años.
(4) Crisis migratoria.
La llegada masiva de refugiados y migrantes ha generado tensiones sociales y políticas en algunos países europeos.
La gestión de los flujos migratorios y la integración de los recién llegados se han convertido en retos complejos que requieren soluciones conjuntas y coordinadas a nivel europeo.
Este es uno de los importantes retos a los que se enfrenta la Europa actual, que no es otro que la necesidad de abordar las causas profundas de la migración, como la pobreza, la guerra y la persecución, para lograr una gestión sostenible y humana de los flujos migratorios.
(5) Un aparente debilitamiento de la Unión Europea.
Aunque pareciera superada la crisis del euro y el Brexit que, en su momento, pusieron en jaque la unidad y el futuro de la Unión Europea, cada vez surgen nuevas corrientes políticas que, en los últimos años, generan dudas sobre el proyecto europeo, impulsando y han dado lugar a movimientos euroescépticos y nacionalistas en algunos países miembros, por lo que resulta necesario fortalecer la cohesión interna de la Unión Europea, profundizar en la integración y abordar los desafíos comunes de forma conjunta para garantizar el futuro del proyecto europeo.
(6) Amenazas geopolíticas.
La creciente influencia de Rusia y China en el escenario internacional, así como el auge de grupos terroristas, representan nuevas amenazas para la seguridad de Europa.
La guerra en Ucrania, así como los efectos a inestabilidad en algunas regiones del mundo, como Oriente Medio y el norte de África, también supone un riesgo para la seguridad europea que requiere la necesidad de reforzar la defensa común europea, promover la cooperación internacional y luchar contra el terrorismo para garantizar la seguridad de los ciudadanos europeos.

Similitudes entre la República de Weimar y la Europa Actual.
El análisis de los factores de inestabilidad en la Europa Contemporánea nos lleva a observar, de forma inevitable, algunas similitudes con la República de Weimar.
Ante este panorama, surge la necesidad de comprender cuáles son esos «fantasmas del pasado» que asechan a la nueva Europa. Para ello, propongo realizar un ejercicio de reflexión que establezca paralelismos entre la Europa actual y la República de Weimar en la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial.
En este sentido, considero que existen cinco inquietantes similitudes bien delimitadas.
Inestabilidad política y amenazas geopolíticas.
Quizás sea este el primero de los elementos en el que podemos establecer ciertas similitudes entre ambos períodos de la historia de Europa.
Si por algo se caracterizó la República de Weimar, fue por una gran inestabilidad política, con frecuentes cambios de gobierno, coaliciones inestables.
Hoy en día, especialmente tras las últimas elecciones al Parlamento Europeo en la actual Europa, tanto el auge de movimientos populistas y de extrema derecha en muchos países miembros de la Unión Europea, como si capacidad de influencia en la toma de decisiones, hace que rememoremos el periodo marcado por la República de Weimar.
En la Europa actual, esta nueva situación, probablemente se materializará en gobiernos cada vez más débiles, legislaturas más complejas y una mayor fragmentación política que va a dificultar la gobernabilidad, de tal modo que, .al igual que lo ocurrido durante la República de Weimar, podrían llevar a una inestabilidad política similar, con gobiernos ineficaces y crisis económicas derivadas de políticas aislacionistas y proteccionistas.
Y si esto no fuera suficiente, hay que añadir las amenazas geopolíticas que, en el caso de la República de Weimar, ésta estuvo seriamente amenazada por potencias extranjeras, y en la Europa actual, vienen de cómo puede evolucionar la guerra en Ucrania, la creciente influencia de Rusia y China o el impacto de la inestabilidad en algunas regiones del mundo, como Oriente Medio y el norte de África, que también suponen un riesgo para la seguridad de Europa.
En definitiva, inestabilidad política y las amenazas geopolíticas, desafíos que comparten la República de Weimar y la Europa actual.
Abordar estos desafíos de manera efectiva requiere de un esfuerzo conjunto por parte de los gobiernos, las instituciones y la sociedad civil. Un esfuerzo que en el caso de la República de Weimar no dio sus frutos y, en la Europa actual, toma forma de desafío.
Igual que lo ocurrido durante la República de Weimar, estos factores, pueden llevar a Europa actual a una inestabilidad política similar, con gobiernos ineficaces y crisis económicas derivadas de políticas aislacionistas y proteccionistas. Una inestabilidad que, en ambos contextos históricos, es capaz de crear un terreno fértil para el surgimiento y la consolidación de movimientos extremistas.
Descontento social y polarización.
Tanto en la República de Weimar como en la Europa contemporánea, los efectos nocivos de la economía en amplios sectores sociales, es el principal combustible que alimenta un creciente descontento social. Sin embargo, es justo decir que la propia integración económica de la Unión Europea, así como las redes de seguridad social existentes en la actualidad, nos ofrecen un contexto diferente.
El descontento social y una creciente polarización política y social es otro de los fantasmas del pasado que se cierne sobre Europa.
Durante la República de Weimar, el descontento social y la polarización fueron intensos, con una sociedad dividida entre extremos políticos y una creciente radicalización. Las crisis económicas y la humillación del Tratado de Versalles alimentaron este descontento. Pero, salvando la distancia histórica, en la Europa de hoy, especialmente la que ha surgido tras las últimas elecciones al Parlamento Europeo, el aumento de la polarización social y las tensiones étnicas y culturales podrían reflejar una situación similar a la vivida durante la República de Weimar, donde el descontento con las políticas tradicionales y los problemas económicos fomentan la radicalización y el apoyo a partidos extremos.
Si bien, durante la República de Weimar, la hiperinflación de 1923 y la Gran Depresión de 1929 devastaron la economía alemana, fomentando un profundo descontento social, de manera similar, la crisis financiera de 2008, la pandemia de la COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, incluyendo los efectos colaterales de la crisis en Oriente Medio, poco a poco y como si de un goteo constante se tratara, a pesar de la fortaleza económica y la capacidad de resiliencia de la Unión Europea, ha causado importantes efectos económicos negativos en amplios sectores de la sociedad europea, generando altos niveles de desigualdad, ampliando la brecha social y económica entre una élite de pocos «ricos» y amplios sectores de una sociedad cada vez más empobrecida, con cada vez menor capacidad de ahorro y menos perspectivas de futuro. Un contexto que, en la Europa de hoy, como ocurriera en el pasado, ha sido el caldo de cultivo que ha alimentado el descontento social y ha facilitado el ascenso de partidos populistas y de extrema derecha que, repitiendo el mismo manual, aunque adaptado a los nuevos tiempos y las nuevas tecnologías de la información, han logrado calar en estos sectores de la sociedad europea, con sus promesas de soluciones rápidas y radicales a problemas complejos.
Crisis de confianza en las instituciones.
Otro de los elementos que comparte la Europa actual con la República de Weimar es la creciente desconfianza de los ciudadanos hacia sus instituciones, tanto las propias de la Unión Europea como las nacionales de los estados miembros.
En ambos períodos, la desconfianza en las instituciones democráticas es un factor clave. Sin embargo, es importante matizar que la Europa contemporánea cuenta con una estructura institucional más sólida y resiliente que la existente durante la República de Weimar. La propia existencia de instituciones como la Unión Europea y la OTAN, proporcionan un marco de estabilidad y seguridad que no existía en aquel periodo de la historia de Europa.
No obstante, la desconfianza en las instituciones democráticas sigue siendo un problema preocupante en la actualidad. Un ejemplo claro es el ascenso de partidos políticos populistas y de extrema derecha que explotan este sentimiento para ganar votos.
Durante la República de Weimar, la desconfianza en las instituciones democráticas, sumada a la percepción de que no podían resolver los problemas del país, contribuyó decisivamente al ascenso del Partido Nazi. De forma similar, en la Europa actual, la desconfianza hacia las instituciones de la Unión Europea y los gobiernos nacionales, alimentada por factores como la nunca olvidada crisis del euro, el Brexit o la gestión de la pandemia de la COVID-19, podría llevar a un escenario similar.
Es importante recordar que la desconfianza hacia las instituciones no es un fenómeno inevitable. Es posible revertir esta tendencia mediante políticas públicas que respondan a las necesidades de los ciudadanos y fortalezcan la transparencia y la rendición de cuentas de las instituciones.
En definitiva, la desconfianza institucional fue un serio desafío para la República de Weimar y que, la Europa actual, ha de tener que enfrentar.
Si bien la Europa contemporánea cuenta con una estructura institucional más sólida, la desconfianza sigue siendo un problema preocupante que debe ser abordado de manera efectiva para preservar la democracia y el bienestar de los ciudadanos.
Crecimiento de partidos políticos populistas/extremistas.
Solo hemos de hacer un poco de memoria y recordar que, durante la República de Weimar, la ineficacia del sistema político y el descontento social permitieron el ascenso de partidos extremistas, como el Partido Nazi, que prometían soluciones radicales a los complejos problemas del país.
Un fantasma del pasado que parece resurgir en la Europa actual, donde los partidos populistas y de extrema derecha podrían seguir creciendo en los próximos años y que, al igual que se hicieran en el pasado, centran su «propaganda» en prometer soluciones simplistas y radicales a los problemas complejos que tiene la Europa de hoy, ganando apoyo entre una población cada vez más desilusionada y desesperada por reemplazar a la actual clase política, a los partidos políticos tradicionales que sienten les han abandonado.
Una tipología de partidos políticos que, en ambos casos, han sabido y saben gestionar eficazmente su comunicación, basada en fuertes liderazgos una retórica suficientemente emotiva como para lograr más y más adeptos a sus postulados.
En este sentido, nos viene a la memoria cómo, durante la República de Weimar, los nazis fueron los maestros en la utilización de una propaganda extremadamente eficaz, con una retórica capaz de movilizar el apoyo de las masas, aprovechando principalmente el resentimiento y el miedo.
Han pasado los años, la tecnología al servicio de la comunicación de masas ha avanzado hasta niveles impensables y, en la Europa de hoy, ha vuelto a ocurrir. Los partidos populistas y de extrema derecha han sabido adaptarse a los tiempos y a la tecnología del momento, sabiendo utilizar como nadie las redes sociales al servicio de la propaganda emocional para captar la atención del electorado, especialmente de los jóvenes y otros grupos de descontentos, empleando tácticas similares de manipulación y movilización.
Además, en la Europa actual, tenemos figuras como Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orbán en Hungría, o el tándem Marine Le Pen y Jordan Bardella en Francia que han sabido entender las claves de la sociedad europea actual, en especial, en sus países. Con la ayuda de la nueva tecnología, en especial, las redes sociales y la inteligencia artificial, han logrado adaptar su discurso, trabajado eficazmente por intentar «desdemonizar» sus posiciones radicales ligadas a momentos del pasado, dando un “aire nuevo» a sus formaciones políticas.
Su éxito ha estado en la capacidad de presentarse como una alternativa viable para esos sectores de la población descontentos con las instituciones y élites políticas que no les perciben como opciones tan radicales y, hasta cierto punto, son percibidas como «moderadas» frente a otros partidos tradicionales.
El caso más paradigmático es Jordan Bardella que, a pesar del resultado obtenido en las últimas elecciones legislativas en Francia, ha contribuido de manera decisiva a renovar la imagen de su partido, Rassemblement National, atrayendo a un electorado más joven y utilizando eficazmente las redes sociales para movilizar a sus seguidores.
Estos líderes han aprovechado el descontento social y económico, la desconfianza en las instituciones y el temor a la inmigración para construir una base de apoyo sólida, tal y como lo hiciera en su momento el Partido Nazi en la Alemania de Weimar. Mismos objetivos, misma estrategia y utilizando los canales de comunicación emergentes en cada momento.
Sin embargo, a diferencia del liderazgo del Partido Nazi, estas formaciones populistas y de extrema derecha no abogan por una agenda expansionista o genocida, lo que marca una diferencia significativa y radical en términos de ideología y objetivos políticos. Pero eso sí, en ambos casos, ambos se presentaban como una alternativa viable y enfrentada a la decadencia de los partidos tradicionales y de las instituciones del momento. Su enfoque en la soberanía y la identidad nacionales, ligada a liderazgos fuertes y carismáticos, ha resonado con amplios sectores del electorado.
Con todo ello, vemos que, el auge del nacionalismo y del populismo es otra de las características principales compartidas por la República de Weimar y por la Europa actual. Las sucesivas crisis económicas, el empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad, la precariedad en los trabajos, la desconfianza en las instituciones y la inmigración han impulsado el crecimiento de estos movimientos en Europa. Los partidos populistas y de extrema derecha han ganado terreno en las últimas elecciones europeas y nacionales, poniendo en riesgo la estabilidad democrática en algunos países.
Exacerbado nacionalismo y actitudes anti migratorias/xenófobas.
Quizás, el tercer paralelismo que podemos encontrar es el sentimiento de nacionalismo y xenofobia, elementos comunes, aunque el contexto y la intensidad varían.
En la Europa actual, en general, los partidos de corte populista y de extrema derecha promueven un discurso euro escéptico, potenciando la soberanía nacional, al tiempo que centralizan sus propuestas en impulsar políticas anti inmigración. Factores ambos comunes con los tiempos de la República de Weimar, aunque, por el momento, no abogan por la violencia extrema y la expansión territorial como ocurrió durante aquel periodo histórico.
El nacionalismo y la xenofobia es ese complejo fantasma del pasado que ofrece similitudes importantes y sumamente inquietantes que, casi siempre suelen ir muy unidos de la mano.
El nazismo promovió un nacionalismo extremo y una xenofobia intensa, culpando a minorías como los judíos de los problemas de Alemania. De manera similar, muchos partidos de extrema derecha en Europa hoy en día abogan por políticas estrictas de inmigración y se oponen vehementemente a la multiculturalidad, culpando a los inmigrantes de la inseguridad y los problemas económicos, posturas que, de forma preocupante, parece que también están asumiendo partidos políticos tradicionales de corte conservador y no tan radical.

Diferencias fundamentales entre la República de Weimar y la Europa actual.
A pesar de las similitudes, hay diferencias fundamentales entre ambos contextos que podrían actuar como barreras contra la repetición de los errores del pasado.
(1) Contexto internacional diferente.
La situación geopolítica y las alianzas internacionales actuales son muy diferentes a las de la época de la República de Weimar, con una mayor interdependencia económica y mecanismos internacionales más robustos para la resolución de conflictos.
El hecho de que la economía de la Unión Europea esté profundamente integrada en el sistema económico global y su participación en una alianza como la OTAN, es lo que proporciona un nivel adicional de disuasión contra posibles conflictos en suelo europeo y, salvando la situación en Ucrania, que aspira a ser país miembro de la Unión Europea, hace que una hipotética guerra a mayor escala sea extremadamente costosa y perjudicial para todas las partes involucradas.
(2) Instituciones europeas y globales.
Como ya hemos apuntado, la existencia de la Unión Europea y otras instituciones globales proporciona un marco para la cooperación y la resolución de conflictos que no existía en el período de entreguerras, lo que podría actuar como un amortiguador contra una crisis similar.
Las instituciones democráticas en Europa hoy son más fuertes y resilientes que las de la República de Weimar. La Unión Europea, con todos sus desafíos, proporciona un marco de cooperación política y económica que promueve la estabilidad y la resolución pacífica de disputas.
(3) Conocimiento histórico.
Aunque para las generaciones más jóvenes la experiencia histórica del ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial les resulte algo ajeno o que solo sea parte de una historia que no les incumbe. Lo cierto es que esta mirada hacia el pasado proporciona a la sociedad europea y a los líderes actuales, una lección importante sobre los peligros de los extremismos, lo que podría ayudar a prevenir una repetición exacta de eventos similares a aquellos.
De alguna forma, la memoria histórica del nazismo puede seguir constituyendo una poderosa advertencia contra los movimientos extremistas. Y ello en la medida que, la mayor parte de la sociedad europea es plenamente consciente de los peligros del autoritarismo y del fascismo, lo que puede contribuir a una mayor vigilancia y resistencia frente a estas tendencias.
Las lecciones aprendidas de la Segunda Guerra Mundial que han llevado a la creación de salvaguardias legales e institucionales para prevenir el ascenso de regímenes autoritarios en Europa, es la otra gran diferencia respecto al período de entreguerras.

Posibles escenarios futuros en la Europa actual.
El futuro de Europa en este contexto es incierto. A corto y medio plazo, creo que se presentan tres escenarios que lo condicionarán todo y que, a mi juicio, son los que indico a continuación.
La evolución del conflicto entre Rusia y Ucrania.
Un conflicto que, a su vez, presenta varios escenarios posibles. Un escenario de guerra prolongada de desgaste, que podría llevar a un estancamiento prolongado con altos costos humanos y económicos. Otro escenario podría implicar una congelación del conflicto con una resolución diplomática forzada por terceros países, lo que podría traer una paz inestable. También existe la posibilidad de que el conflicto se intensifique, involucrando a más países y desestabilizando aún más la región.
Sea como fuere, se trata de una situación y un dilema muy complejo de dirimir ya que, si la guerra entre Rusia y Ucrania se intensifica, las tensiones en Europa podrían ir en aumento, exacerbando de esta forma nuevos problemas económicos y sociales, fortaleciendo aún más a los partidos populistas y de extrema derecha que, por lo general, son más afines a Rusia.
El impacto del populismo y del auge de la extrema derecha en la política europea.
Estoy convencido que, en los próximos años, esta situación va a influir, y mucho, en cuál va a ser la nueva política internacional de la Unión Europea. En especial, sobre cuál va a ser la posición de Europa frente al conflicto de Ucrania, las futuras relaciones con Rusia, China y unos Estados Unidos de Norteamérica con un previsible Donald Trump como inquilino en la Casa Blanca.
Pero también van a alimentar un incremento en las tensiones migratorias y posiciones euro escépticas que pueden impedir el impulso tan necesario que requiere la Unión Europea para no perder influencia en un cada vez más complejo contexto de influencia internacional y de fuerte cambio tecnológico. De igual modo, podemos asistir a un retroceso de derechos sociales alcanzados en todos estos años, pero habrá que esperar a las medidas que, en el ámbito de cada país, van a tomar estas fuerzas políticas en sus gobiernos nacionales y la influencia que puedan tener en las políticas europeas.
Sea como fuere, el auge de los partidos populistas y de extrema derecha podría influir en la estabilidad política en Europa.
Si estos partidos ganan mayor influencia y capaz de influir en las políticas europeas, quizás podríamos ver una reducción al apoyo a Ucrania que puede terminar por fortalecer la posición de Rusia, desestabilizar la cohesión política y de seguridad de la Unión Europea, al tiempo que condicionarían la construcción del proyecto europeo.
Estrategias para la resiliencia democrática de las instituciones europeas.
Nos referimos a una resiliencia democrática capaz de hacer frente y resistir el embate de esta corriente populista y de extrema derecha que recorre toda Europa y que también tiene lugar más allá de sus fronteras territoriales.
Quizás nos viene a la mente lo ocurrido en la segunda vuelta de las últimas legislativas europeas que, contra todo pronóstico, el Nouveau Front Populaire, integrado por diversas fuerzas políticas progresistas, lograron, por sorpresa para todos, relegar a una tercera posición a la ultra derecha.
Pero me refiero más a las propias instituciones europeas y a las instituciones nacionales. En especial, a la capacidad de los partidos políticos tradicionales y la actual clase política tradicional para hacer una verdadera autocrítica, elaborar un acertado diagnóstico de la situación y, de forma inmediata, proponer y ejecutar estrategias concretas para fortalecer las instituciones democráticas, promover la inclusión y la justicia social, corregir los desequilibrios territoriales, gestionar los imparables flujos migratorios, mantener la cohesión y la estabilidad en Europa.
Por ese motivo, para evitar los errores del pasado, las políticas europeas han de enfocarse en promover la inclusión y la justicia social, así como aumentar la confianza en las instituciones a través de la transparencia y la rendición de cuentas.
Además, la cooperación y la integración europeas deben fortalecerse para enfrentar los desafíos comunes. Los líderes europeos deben permanecer vigilantes y actuar proactivamente para asegurar un futuro basado en la cooperación y la resiliencia democrática, promoviendo el fortalecimiento de las instituciones democráticas, recuperar la confianza perdida de buena parte de los ciudadanos europeos y lograr mantener la estabilidad que va a permitir alejar los fantasmas del pasado, el fantasma de la República de Weimar.
Sin embargo, si las estrategias para la resiliencia democrática de las instituciones no son las adecuadas y no logran tener un impacto positivo capaz de prevenir un hipotético y quizás probable colapso democrático, similar al de la República de Weimar, el proyecto de Europa habrá fracasado con consecuencias que no queremos ni imaginar.
La resiliencia de las instituciones democráticas, la integración europea y las lecciones del pasado ofrecen una esperanza para evitar la repetición de los errores históricos.
En este sentido, es crucial que los líderes europeos trabajen juntos para abordar las causas subyacentes del descontento social y económico, promoviendo la inclusión, la justicia social y la confianza en las instituciones democráticas y, con ello, hacer frente al crecimiento de posiciones populistas y extremistas que tanto daño pueden hacer a la Europa de los próximos años.

Probabilidades de repetición de la historia.
Llegados a este punto, propongo hacer un ejercicio de política-ficción. En función de los escenarios posibles que he planteado, vemos qué probabilidad puede existir para que los fantasmas del pasado se materialicen en la Europa de los próximos diez, quince o veinte años.
Para hacer este ejercicio, vamos a centrarnos en las probabilidades de que Europa experimente eventos similares a los vividos en la República de Weimar y que llevaron al ascenso del Partido Nazi, con las consecuencias que ya todos conocemos.
Aunque es un tema abierto a debate y todo es discutible, a mi juicio creo que podemos distinguir entre cuatro rangos de probabilidad, basados en los factores de riesgo y escenarios probables que he querido remarcar en este artículo.
Baja Probabilidad (0-20%).
Este rango, el más deseable por todos, sería posible solo si se toman medidas efectivas para abordar los factores de riesgo descritos, tales como fortalecer las instituciones democráticas, promover la cohesión social y manejar las tensiones geopolíticas.
Moderada Probabilidad (20-50%).
Aquí, ya estamos contemplando una situación en la que los principales actores políticos, sociales y económicos no son capaces de abordar adecuadamente algunos factores de riesgo, permitiendo que continúe el crecimiento de partidos populistas, bien de extrema derecha como de extrema izquierda. Además, que no sean capaces de frenar una mayor polarización política y social.
Alta Probabilidad (50-80%).
En este rango entramos en un panorama mucho más preocupante. Un panorama que solo puede ser el resultado de que, queriendo que todo siga igual, nuestros políticos y la sociedad en general no seamos capaces de gestionar adecuadamente la mayoría de los factores de riesgo, todos esos fantasmas que se ciernen sobre la Europa actual, lo que nos llevaría a una inestabilidad política y social significativa en el continente. Esto sí que nos llevaría a aproximarnos peligrosamente a un escenario similar al vivido en la República de Weimar, con el riesgo que ello conlleva.
Muy Alta Probabilidad (80-100%).
Esta sería nuestra peor pesadilla, un escenario extremo que indicaría un colapso casi total de la cohesión y de la gobernabilidad en el contexto de la Unión Europea, con una polarización y radicalización masiva, haciendo casi inevitable la repetición de eventos históricos trágicos, muchos de ellos ya vividos en el pasado.
¿Y qué pasará?
No tengo la respuesta, solo especulaciones, pero, honestamente creo que nos encontramos en un espacio de cierto riesgo sobre el que debemos reflexionar y sobre los que he querido llamar la atención en este artículo.
Personalmente creo que, a fecha de hoy, basándome en las tendencias observadas y los factores de riesgo identificados, la probabilidad de repetir en Europa los mismos errores del pasado se podría situar en un rango de moderado a alto, es decir, podemos encontrarnos en un rango del 20% al 50% de probabilidades de que esto ocurra.
Evidentemente, no hay una base científica para establecer estos porcentajes, pero, sinceramente, creo que dependiendo de la respuesta que los gobiernos, políticos e instituciones europeas den a los desafíos descritos, esta realidad podría ser muy probable y, de ser así, tenemos motivos para preocuparnos.

Medidas preventivas para hacer frente a los fantasmas del pasado.
Llegados a este punto, confieso que no lo he podido evitar. Quiero compartir una serie de medidas que, a mi juicio, pueden ser determinantes para que no se repitan los mismos errores del pasado. Son las medidas que detallo a continuación.
Fortalecer y blindar las instituciones democráticas para recuperar la confianza de la ciudadanía.
Para ello, hemos de reforzar la transparencia, la rendición de cuentas y la eficiencia de las instituciones de la Unión Europea, pero también, es un proceso que ha de darse en los gobiernos nacionales y locales.
Esta es la gran asignatura pendiente de la Unión Europea, que solo se resuelve con una comunicación más eficaz y próxima al ciudadano. Aplicar pedagogía de hoy con las herramientas y la tecnología de hoy, así como con la que está por venir, me refiero a la inteligencia artificial. Es la única forma de protegernos de quienes quieren desestabilizar el modelo democrático y de gobierno que nos hemos dado.
Promoción de la cohesión social en una Europa más justa e inclusiva.
Sin lugar a duda, es una cuestión realmente compleja porque, en este tema, nuestros dirigentes políticos, económicos y sociales han de estar por encima de planteamientos ideológicos os dogmáticos.
Es difícil, pero creo que no imposible. Europa ha de dar un paso más allá de lo que ha hecho hasta ahora para implementar políticas realmente efectivas que reduzcan las desigualdades económicas y sociales, que den respuesta a una inmigración ordenada que compense el creciente envejecimiento poblacional y dé sostenibilidad a nuestro modelo de sociedad del bienestar.
Hablamos de políticas que fomenten la inclusión y sean capaces de combatir la discriminación.
Promover una educación en valores europeos y conciencia cívica.
Para el futuro de Europa es urgente aumentar la educación cívica y la conciencia histórica para evitar la manipulación y la propaganda extremista, más allá de nacionalismos que no van a ninguna parte. Tomar medidas eficaces encaminadas a fomentar la defensa de un modelo justo de sociedad.
Se trata de una apuesta a largo plazo en la que debe de existir un auténtico consenso institucional en el seno de la Unión Europea y en la que han de estar implicados todos sus países miembros.
Más diálogo y diplomacia internacional.
En esto no hay ciencia, no nos queda otra que hablar, hablar y seguir hablando.
Desde el respeto, los diferentes hemos de ser capaces de entendernos, de llegar a consensos por el bien de todos.
Europa ha de redefinir cuál quiere ser su papel en el mundo. Ha de fortalecer las alianzas internacionales y reforzar los esfuerzos diplomáticos para manejar las tensiones geopolíticas y prevenir conflictos.
En este sentido, la guerra en Ucrania va a ser un factor clave porque, la forma en que la diplomacia europea contribuya a resolver este conflicto así será el futuro que le espera a la nueva Europa.
Regulación de las redes sociales y de la inteligencia artificial.
Sé que estamos ante un tema sumamente complejo y que no podemos “poner puertas al campo” pero, aunque la tecnología avance a pasos agigantados, sin que las sociedades y las instituciones sean capaces de adaptarse al mismo ritmo.
Europa ha de ser capaz de afrontar los desafíos que representan las redes sociales y la inteligencia artificial porque, más allá de establecer algún tipo regulación, no podemos permanecer como meros espectadores mientras, quienes quieren desestabilizar nuestras instituciones e influir en la sociedad, utilizan sin control estas plataformas y esta tecnología para alcanzar sus objetivos.
Es por eso por lo que, desde el más absoluto respeto a la libertad, han de implementarse regulaciones específicas encaminadas a combatir la desinformación, el uso malintencionado de las redes sociales y de la inteligencia artificial por parte de actores extremistas.

Todo depende de cómo sepamos gestionar los fantasmas del pasado.
La sombra de la historia se cierne sobre la Europa actual. Los fantasmas del pasado, en forma de populismo y extremismo de derecha, resurgen y evocan inquietantes paralelismos con la República de Weimar, preludio del nazismo. Si bien la historia no se repite exactamente, las lecciones del pasado son invaluables para comprender los riesgos del presente.
Como he querido plantear en este artículo, existen similitudes preocupantes entre el escenario actual en Europa y la situación de la República de Weimar antes del ascenso del Partido Nazi. La desconfianza en las instituciones, el descontento social y económico, y la polarización política son elementos que comparten ambos contextos históricos, creando un terreno fértil para el populismo y el extremismo.
Sin embargo, también hay diferencias significativas que podrían influir en el resultado. La Europa actual cuenta con un marco institucional más sólido, una memoria histórica más robusta y una mayor interdependencia global que la República de Weimar. La Unión Europea, como institución, representa un factor clave en este sentido, ofreciendo un marco diferente que puede ayudar a evitar la repetición de los errores del pasado.
La comprensión de nuestra historia es fundamental para prevenir que los fantasmas del pasado se repitan. La memoria histórica nos permite identificar los errores cometidos y aprender de ellos para construir un futuro mejor. En este sentido, la educación cívica y la conciencia histórica son herramientas fundamentales para construir un futuro basado en la tolerancia, la inclusión y la resiliencia democrática.
Solo la comprensión de nuestra historia, el fortalecimiento de las instituciones europeas y una mayor interdependencia global son factores que podrían ayudar a mitigar el riesgo de un colapso similar al ocurrido en la República de Weimar.
Pero, además de la memoria histórica, la acción proactiva por parte de los líderes europeos es crucial para proteger la Europa de los derechos y del bienestar que hemos logrado construir tras la Segunda Guerra Mundial. Es necesario que surjan nuevos líderes capaces de confrontar la corriente populista y de extrema derecha, defendiendo los valores democráticos y promoviendo la cohesión social.
En última instancia, el destino de Europa dependerá de su capacidad para aprender de la historia, adaptarse a los nuevos desafíos y promover un futuro basado en la cooperación, la inclusión y la resiliencia democrática. Otra cuestión es si esta nueva corriente política populista y de extrema derecha lo va a permitir y, hasta qué punto, va a ser capaz de tensar la sociedad europea durante los próximos cinco, diez o veinte años.
La responsabilidad recae en los líderes y ciudadanos europeos, quienes deben trabajar juntos para combatir el populismo y los extremismos, establecer medidas para promover la tolerancia y educar a las nuevas generaciones sobre los peligros del extremismo.
Nos enfrentamos ante un futuro incierto y, aunque buena parte de la responsabilidad de evitar los errores del pasado recaerá en las nuevas generaciones, dese ya, cada uno de nosotros puede contribuir para disipar estas incertidumbres.
El futuro de Europa no está escrito. Es un camino que se debe construir con determinación y responsabilidad, tomando como guía las lecciones del pasado y los valores de la democracia, la libertad y la justicia. Solo así se podrá exorcizar definitivamente los fantasmas del pasado y construir una Europa más fuerte, unida y próspera para las generaciones venideras.
Fotos: Imágenes generadas con IA.


















