LECCIONES DE UNA CAMPAÑA

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Por fin hemos terminado dos campañas electorales en España que, sin lugar  a dudas, han marcado un antes y un después en la forma de hacer campañas en este país.

Han sido prácticamente tres meses de intenso trabajo y con un resultado en las urnas que no ha hecho más que demostrar que este país sigue siendo más plural que nunca. Hemos participado en unas elecciones que, muy probablemente, determinarán muy mucho el futuro político y social que vamos a vivir en España durante los próximos años.

Txt1En el ámbito profesional, he de decir que me siento privilegiado por haber tenido la oportunidad de trabajar con distintos clientes que confiaron en mí para llevar a cabo sus campañas electorales, tanto para las elecciones generales como para las locales y autonómicas. Privilegiado por participar en unas elecciones históricas que, aunque a fecha de hoy no lo parezca, van a generar cambios y consecuencias que  hoy no logramos ni imaginar.

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Como le ha podido ocurrir a muchos de mis colegas, en mi caso, los resultados han sido muy diversos. Por primera vez en mucho tiempo, ganar o perder ha pasado a cobrar un nuevo significado porque, lo que ha quedado claro tras estas elecciones es que, ganar ya no implica gobernar y perder puede suponer gobernar.Aunque en el momento de llevar a cabo esta reflexión nos encontramos en plena negociación de posibles pactos de gobierno en distintos ámbitos e instituciones y a presar del tiempo transcurrido, sigo contando con una sensación realmente “extraña” porque, aunque todos sabemos que política y poder van unidos de la mano, ahora más que nunca, tras el resultado de estas elecciones, las luchas de poder en España van a convertirse en una auténtica guerra sin cuartel. Una lucha que, muy probablemente, terminará por pasarnos factura a medio y corto pazo.

La pluralidad en el resultado, lejos de brindar la posibilidad de negociar, de alcanzar pactos y acuerdos pensados por y para el servicio de los ciudadanos, se harán pensando en intentar ocupar más y más espacios de poder; bien sea recuperar espacios perdidos, ocupar nuevas parcelas o afianzarse en el terreno ganado.

Esta es la situación “extraña” con la que me he quedado tras el resultado de estas elecciones porque, más que hacer una campaña electoral, en el que el eje principal debiera de haber sido el ciudadano, hemos hecho una campaña de poder puro y duro, donde el protagonista no era otro que la ambición política y personal de nuestros candidatos, ni siquiera la de la formación política que ellos representaban, sino la de su propia persona como tal.

Txt3Ahora bien, en el plano personal, como simple ciudadano al que, como a millones de personas, le afecta el resultado del trabajo que realizamos, reconozco que es la primera vez que siento una especie de frustración. Una frustración que tiene que ver con lo que decía antes, que hemos puesto más énfasis en el candidato que en el ciudadano. Y esto me lleva a constatar que, en la política actual, y en las  campañas electorales en particular, pesa mucho más la apariencia que la sustancia. Prima más lo que aparentamos ser que el propio contenido, ideas, propuestas o mensajes que queremos trasmitir. En otras palabras, hemos dado mucha más importancia al continente, al envoltorio que da forma a nuestros candidatos, que al contenido o  a su propia esencia.

Todos sabemos que es el elemento emocional y no el racional lo que más pesa en el momento de decidir un voto. Es una realidad con la que hemos de trabajar en nuestras campañas pero, siendo esto así y, a modo de autocrítica, deberíamos dotar a ese elemento emocional de cierta “sustancia”, no quedarnos sólo en lo aparente, sino ir un poco más allá y recuperar lo que, en estas elecciones hemos perdido, que es poner en valor la visión, el proyecto  de país, de comunidad o de ciudad que hay tras un candidato. Algo que, conscientes o no, hemos relegado a un segundo término.Txt4

Es más, si consúltanos el significado de la palabra ‘sustancia’, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, no dice que se refiere a “la parte esencial o más importante de algo”, al “conjunto de características permanentes e invariables que constituyen la naturaleza de algo”, “el valor, importancia o utilidad de algo”, o “la realidad que existe por sí misma y es soporte de sus cualidades o accidentes”.

Pues bien, coincidirán conmigo que, en estas elecciones si de algo hemos prescindido es de todo esto.  Nos hemos quedado en lo superficial y, con nuestras estrategias electorales, no hemos sido capaces de poner el énfasis necesario para exponer ante el electorado la `sustancia´ de nuestros candidatos, dejándola relegada a un segundo plano.

Ya no importa gestionar la ilusión de un proyecto sustentado en unos principios, en unos valores, en creencias e ideas que nos permitan mejorar y avanzar como sociedad. Salvo notorias excepciones, nos hemos centrado en promover fuegos de artificio y en el espejismo de querer confiar en líderes con  pies de barro frente a propuestas realmente transformadoras para nuestra sociedad porque, precisamente, es la carencia de `sustancia´ en la política es lo que nos ha llevado a no mirar más allá del  corto plazo, a centrarnos en el instante más inmediato y con ello, prescindir de proponer proyectos a largo plazo y con ello, dejar de lado la `sustancia´ en nuestras campañas.Txt5

Pero voy más allá porque, en ese querer centrarnos en lo aparente frente a lo real, hemos contribuido a  normalizar la mentira como un elemento más en el discurso en nuestras campañas electorales, hasta tal punto que vemos con total normalidad que, hace tan solo quince días podamos decir una cosa y ahora, que llega el momento del reparto de poder, se diga todo lo contrario. Tal es así que, el propio electorado ya no penalice con su voto al político “mentiroso”, sino que ve la mentira como algo consustancial a su propia actividad.

Podríamos decir que la gestión de la mentira se nos ha ido de las manos, especialmente tras estas dos elecciones y que empezamos a admitirla como algo “normal”. De forma tal que, ya no parece existir diferencia entre un político íntegro, que dice “la verdad” de quien no lo haces. Las urnas ya no premian o penalizan al “político mentiroso” porque, al carecer estos  de `sustancia´, da igual lo que digan o lo que hagan porque, para bien o para mal,  todo va a ser relativo.

Es más, esta nueva situación, lo que nos ha llevado es a un nuevo escenario para la gestión de las campañas electorales. Ese nuevo escenario  no es otro que la necesidad de gestionar “la mentira” con cierta eficacia, integrándola con total normalidad en el día a día de nuestros candidatos y utilizándola como base de para construir cualquier elemento discursivo en nuestras campañas.Txt6

Soy consciente que esta nueva realidad no es exclusiva de España, ocurre en muchos otros países pero, con independencia de trabajar siempre por alcanzar el mejor resultado posible para nuestros clientes, creo que debemos de hacer un pequeño alto en el camino y, por unos instantes, pensar en todas estas cuestiones, en analizar cómo hemos llegado hasta aquí y determinar cuáles pueden ser las consecuencias de nuestro trabajo si seguimos por esta senda.

Y es que, tras lo vivido en estas últimas elecciones, quisiera  poner en valor la `sustancia´ como pieza clave de cualquier campaña electoral porque, al fin y al cabo, promoviendo políticos sin `sustancia´, una sociedad poco puede avanzar y, en esto, quienes trabajamos en el mundo de la consultoría política, debemos de asumir nuestra parte de responsabilidad.

Es por eso que aunque, haya “ganado” o “perdido” en estas elecciones, la sensación con la que me quedo es con que, aunque hayamos hecho un buen trabajo, en el fondo, muy en el fondo, me sigo preguntando si ha valido la pena haber contribuido a desterrar el concepto de `sustancia´ de nuestras campañas electorales y sí, en cierta manera, esto no está contribuyendo más a crear un nuevo fenómeno, que no es otro que la “gestión de la mediocridad” frente a la “gestión de la excelencia”. Pero, esto ya es otro tema. Un asunto que dejo en el aire y que quizás puede ser otro de esos elementos sobre los debiéramos reflexionar.

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