CONSULTOR POLÍTICO: DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

TeoriaPractica

 

 

 

 

 

 

Si me lo permiten, esta vez quisiera reflexionar en voz alta sobre la figura de un consultor político y, en especial, sobre el trabajo de un consultor político feelance en sus inicios.

De alguna manera, lo que voy a intentar es reflexionar en voz alta sobre un aspecto de nuestro trabajo como consultores políticos que, aunque la teoría lo contemple,  muchas veces surge un aspecto muy concreto en el que, la práctica, supera con creces los planteamientos teóricos que hemos aprendido en nuestros procesos formativos.

En este sentido, hace algunos meses, escribí un artículo sobre lo que entendía que debía de ser la figura y el rol que ha de desempeñar un consultor político. Pasado este tiempo, aunque suscribo todo lo dicho entonces, reconozco que son, “ciertos matices”, los que de alguna manera están terminando por dar forma a aquel concepto que compartía con muchos de quienes, por aquel  entonces, tuvieron la atención y paciencia de leer aquellas notas.

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A primera vista, pareciera que la figura del consultor político se circunscribe, casi exclusivamente,  al ámbito teórico y estratégico de lo que sería  el diseño de campañas electorales  o de lo que sería el asesoramiento relativo a la gestión de gobierno.  Si bien esto es así, lo cierto es que a veces surgen situaciones en la que estos dos escenarios no s encuentran tan definidos.

En definitiva, nuestro trabajo consiste en elaborar propuestas y recomendaciones a nuestros clientes para la consecución de sus objetivos en una u otra materia, planificación de campañas y/o gestión de gobierno. Pero lo cierto es que, aunque “en este negocio”, los roles estén perfectamente claros (cliente, candidato, jefe de campaña, jefe de gabinete, director de comunicación, etc., etc.), al final la sensación que uno tiene es que, empezamos a  “hacer un poco de todo”, desvirtuando ese “rol teórico” que debiera de tener un consultor político. Y mi pregunta es, ¿son sensaciones mías?, o ¿a todos nos ha pasado algo de esto?

Da la sensación que, una vez que con nuestro cliente, vamos a producir ese proceso que da lugar al tránsito entre el diseño de un marco teórico/estratégico de aquel encargo que nos ha hecho, a lo que sería la puesta en funcionamiento, a ese momento de la implementación de las estrategias y acciones previamente diseñadas, entramos en una fase que yo calificaría “de bombero”, en donde, no sé bien porque razón, el cliente asume que esa es nuestra responsabilidad, con lo que pasamos de ocupar una hipotética posición de “imparcialidad” a implicarnos directamente en la ejecución de las acciones y estrategias que previamente hemos diseñado para el propio cliente. .

No digo que no sea una opción válida, que no se deba de asumir ese rol si llegara el momento. Lo que curre es que, si esto es así,  quizás cometemos el riesgo de  llegar a desvirtuar nuestro verdadero  cometido como consultores políticos.  Con lo que, si esto ocurre, podemos llegar a perder la perspectiva que es tan importante en el desarrollo de nuestro trabajo ya que, terminaríamos siendo “juez y parte”.

TxtTP2Siendo conscientes de ello, si se da esta circunstancia, corremos el riesgo de llegar a perder la perspectiva que se nos supone como verdaderos profesionales independientes. No en vano, esta es una de las características fundamentales que diferencian  a un consultor de un asesor político ya que, aunque parecía que son términos parecidos, en el fondo no lo son. Es justo ese matiz de la “independencia” el que marca la diferencia entre ser una cosa u otra.

Por tanto, si llegamos a asumir ciertos roles de nuestro cliente,  podemos entrar en un campo sumamente peligroso ya que, nuestra supuesta “independencia” se verá influenciada y con ello, corremos el riesgo de perder perspectiva, cierta capacidad en el rigor de nuestros análisis, así como en la valoraciones que podamos hacer respecto al trabajo que pudiéramos estar desarrollando para nuestro cliente.

Como habrán deducido, si hago esta reflexión es porque creo que esta situación empieza  a pasarme ya que, en esa obsesión por intentar que mi cliente cometa la menor cantidad de errores posibles y queriendo evitar que, bien por desconocimiento, formación o capacidad del cliente o de su equipo de colaboradores, empiezo a tomar parte activa en la ejecución de alguna de las tácticas y acciones que previamente le he diseñado. Situación esta que empieza a inquietarme. No tanto porque no sea capaz de implementar las propias acciones que he diseñado, sino por correr el riesgo de perder ese punto de neutralidad o de “independencia” que se supone debiera de tener como profesional de la consultoría política.

Al fin y al cabo, parte de nuestro trabajo es asumir parte de los errores que podamos cometer como estrategas o como analistas, dentro de nuestro propio ámbito profesional, pero nunca, asumiendo el papel que le corresponde al cliente. No sólo de los posibles fallos o errores, sino también de los posibles aciertos derivados de esa acción “de bomberos” que, de forma ocasional o permanente hayamos tenido que realizar.

Supongo que estas cosas pasan por “ser novato”, por ser primerizo en estas lides. Sólo espero que, viendo el lado positivo de haberme visto en esta situación, sea capaz de reaccionar a tiempo porque, no creo que sea bueno ni sano, mantener por mucho tiempo esta alteración de roles entre consultor y cliente. Espero que si, en algún momento, se ven en esta situación parecida,  tengan la capacidad de darse cuenta y poder rectificar a tiempo. No sé si como yo lo estoy haciendo en este momento, pero reconducir una situación que, al final, no creo que termine de ser beneficios apara ninguna de la partes.

TxtTP3Por eso, aunque todos conocemos la teoría y sabemos quién es quién en este partido, no está de más, de vez en cuando, detenernos un instante a reflexionar y analizar en qué punto nos encontramos y, si nos damos cuenta que estamos traspasando esa barrera que debe de existir entre el consultor político y su cliente, reaccionemos a tiempo. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de romper esa posición de perspectiva que nos va a permitir analizar aquellos elementos que harán que nuestro servicios de consultoría para con el cliente, sean realmente de calidad, quedando exentos de cualquier tipo de influencia o contaminación del quehacer diario de nuestro cliente, de su equipos de trabajo, o de su propia organización.

Al fin y al cabo, o debemos de olvidar nunca que, como consultores políticos, es fundamental tener bien presente que, en ese tránsito de la teoría a la práctica, nuestro rol ha de estar más del lado de la teoría que de la práctica propiamente dicha porque, si es al revés, dejaremos de llamarnos consultores políticos, para pasar a ser “otra cosa”(jefe o coordinador de campaña, jefe de gabinete, responsable de comunicación, portavoz, community manager, etc.). Dejaríamos entonces de ser consultores políticos. Seríamos “otra cosa”.

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